Capítulo Doce.

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Capítulo Doce.

“La noche de los hipócritas”.

—Me estás tomando el pelo, ¿de verdad pasó eso?

Louis asintió, levemente sonrojado por el recuerdo. Alexia se permitió gozar de la vergüenza de su cuñado, mientras Harry sonreía, con la mirada vacía. Sí, había pasado.

Julietta era consciente de que, usualmente, a las personas con vidas en torno al drama, les pasan cosas dramáticas. Pero aquello… aquello era digno de escribirle una historia. Jo. Podía imaginar todo tan nítidamente, como si ella lo hubiese vivido, tal cual recuerdo. Louis, avergonzado, Harry, con ganas de convertir el restaurante en un ring de boxeo, Alexia mofándose de todos, y Moira sin pillar nada.

—Y Adam estaba… muy, muy feo. Siempre ha sido feo —se estremeció Alexia—. Digo, ni agradable, ni bonito.

—No era feo… —comenzó Louis, con esa adorable expresión casi enojada que Harry amaba—. Era… idéntico a Evan.

—Evan es feo.

—El tío Evan no está mal.

—Pero… —Harry rió por lo bajo, recordando los sucesos consiguientes a la llegada del odioso boxeador—. Adam es Evan, con el tabique un tanto desviado. Gracias a mí —aseguró, haciendo una reverencia desde el sillón—. Y es un hijo de pu… No, es un desgraciado. No hijo de puta, la Sra. Bostwick es muy buena.

—De igual manera —Louis introdujo de vuelta al relato, paseando su vista por los retratos colgados en la pared del vestíbulo—. Cuando Alexia y yo llegamos al restaurante sólo había unas seis mesas más. Y… bueno, no esperábamos que llegase más gente. Hasta que él llegó y…

Harold Rousseau odiaba que la voz de Louis aun titubeara cada que hablaban de Adam. Odiaba que ése gilipollas aun formara una parte importante del pasado de su esposo. Y odiaba tener celos, a sabiendas de que Louis era, y siempre había sido, suyo.

Siempre, realmente.

El rizado sonrió ante un recuerdo aún más lejano, pero no era el momento de dejarse llevar por él. Si no, ahí. En el restaurante, bajo una noche nevada, cenando con el Diablo.

Aunque para las 8:30 PM, Harry se sentía como el diablo.

Stinkler…

Había sido un saludo, más bien, una respuesta. Y por más que se había esforzado para parecer enojado, estaba desconcertado. ¿Qué haría Adam en Suiza? ¿Y por qué estaba justamente en ese restaurante? Y… ¿por qué se estaba sentando en el cabo de la mesa entre Louis y él?

Bueno, era un poco más de la caballería que necesitaba.

Pero no se reconoce un Rey a menos de que se le compare con un plebeyo.

—Bueno, esto será divertido —comenzó, petulante, arrastrando la silla hacia la mesa—. Me sentaré aquí mientras llega mi cita.

¿Cita? —Louis inquirió, enarcando ambas cejas, incrédulo.

¿Hacía cuánto no estaban así de cerca?

Meses. Era la primera vez que se veían en meses, y Adam le presumía, le echaba en cara que tenía una cita.

—Sí, cita —resaltó, girándose sin discreción alguna hacia Harry. Y Louis lo pilló.

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora