Capítulo Quince.

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Capítulo Quince.

“¡¿Más hermanos?!”

 Detuvo el taxi justo frente al gran portón negro. Observando los acabados y la fachada de la casa. Al tope de las 8:30 PM, la mansión era un tanto tétrica.

Bajó, posicionándose de tal manera que el guardia pudiera verle. Aquel hombre se acercó con aire sospechoso al portón, pero tras mirarle a la cara, abrió las puertas rápidamente.

— ¿Qué hacías afuera a estas horas? —preguntó, amable—. ¡Con este clima! ¡Podría avecinarse una tormenta!

—Uh… sí, hm… tuve algo que hacer —respondió él, apresurándose a entrar a la estancia.

Nunca había sido un delincuente. El peor delito que había cometido había sido beber antes de los dieciocho, y sin embargo, ahora se encontraba entrando de incógnito en un campamento.

Conforme se acercaba, pudo notar que las luces del interior aún estaban encendidas, y pensó que tal vez, aún estarían despiertos, haciendo alguna actividad, o lo que sea.

Subió las escaleras del porche, adentrándose en la construcción victoriana, encarando a un hombre canoso que no reconocía.

— ¿Bostwick, qué haces afuera? —inquirió el hombre, extrañado. Sonrió, hacía años que la gente no le llamaba por su propio apellido.

—Estaba buscando a Louis… —dijo, confundido.

—Uh, Tomlinson debe estar en la habitación a esta hora —aseguró Antoine, despreocupado, y Adam avanzó rápidamente, a buscar alguien  que le indicara la habitación de Louis—. Uh, por cierto, ¿para qué le buscas a esta hora?

—Un… proyecto —contestó, dudoso. Antoine entrecerró los ojos, y continuó caminando hacia afuera.

A medida que el cobrizo avanzaba, divisó una cartelera con los nombres de todos los campistas. Y ahí, rápidamente, leyó Louis Tomlinson. Corriendo escaleras arriba, al piso de los escritores, en la habitación que señalaba.

Pero, no había reparado a mirar en el nombre del compañero de cuarto.

Subió, casi desesperado, intentando planear en su cabeza el discurso perfecto. Oh, las palabras nunca habían sido lo suyo, ése era el tema de Lou, su querido Lou. Por él, debía esforzarse, por él, debía hacerlo, debía tomar sus manos, sonreírle y decirle todo aquello que pensaba.

No importaba nadie más. No importaba su familia.

Adam estaría con Louis, y serían felices.

Para siempre, eso nadie podría evitarlo.

Allí se hallaba, frente a la habitación, y sin dudarlo, tocó a la puerta. Dentro, unas voces murmuraron por lo bajo, y se preguntó si estaría durmiendo, ¿habría atormentado los sueños de su dulce Louis?

Estaba tan nervioso, hablaría puras estupideces, pero ya era demasiado tarde como para arrepentirse.

— ¿Adam? —preguntó Louis, incrédulo, al abrir la puerta. El castaño bendijo internamente que Harry hubiese sido lo suficientemente perezoso como para enviarle a él a atender, porque si no, aquello tomaría un camino distinto y desagradable—. ¿Qué… haces aquí?

—Dije que vendría a verte —murmuró Adam, suspirando, al sentir un extraño mareo nervioso—. Lou, ¿podemos hablar?

Louis se giró lentamente, para comprobar que Harry permanecía mirando el techo de madera de la recámara y terminó de cerrar la puerta, para avanzar hacia la biblioteca.

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora