Capítulo Tres.

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AVISO RUTINARIO.

Me gustaría que cada vez que adjuntara una canción, si pudieran, la escucharan en el momento que la escena lo amerita. Para que… en realidad tenga sentido:)

Ahora sí, ya, suficiente aviso.

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  “El Lac Lemán, una fogata y… ¿¡Adam!?”. 

Agosto, 2034.

—Así que… el tío Evan… huh, ¿también estaba en ése campamento?

Harold gruñó, causando una leve risa por parte de Louis.

— ¡Deja de interrumpirme, joder, Julietta! —exclamó el rizado, tensando los músculos de su quijada.

— ¿Sabes, pa? Creo que pa inteligente debería continuar con el relato —soltó la pelirroja en su defensa—. Tú estás de los nervios y… Bueno, él es mejor relatando las cosas.

—Vale. Como sea —musitó entre dientes.

El castaño, cuyo cabello apenas comenzaba a asomar algunas canas, se hizo hacia adelante y carraspeó—: Entonces… ¿la fogata? Pues… fue una noche interesante…Pero creo que sería mejor comenzar con el relato, desde las…

×Louis×

06:47.

A pesar de que apenas se acercara la noche, el Campamento estaba bañado por la luz de una blanca luna creciente. El firmamento sin estrellas lucía vacío, triste, reprimido. Las nubes de lluvia cubrían su más hermoso accesorio, y era algo por lo que cualquiera se afligiera.

Era absurdo imaginar cómo podría sentirse el cielo, siendo éste, bueno… un cielo.

Pero cuando estás tumbado sobre una cama, enrollado entre unas frías sábanas mientras lo único que tu campo visual alcanza a ver es el cielo y las montañas a través de una ventana, era casi inevitable humanizarlo.

Imaginar cómo se sentirían los árboles, si estarían acostumbrados al frío como única opción, o si en realidad estaban a gusto. O si el lago se podría congelar en un invierto tormentoso. O si las lechuzas y los murciélagos buscarían alguna manera de comunicarse entre ellos para brindarse calor los unos a los otros.

Sabía que no era así, pero me gustaba imaginar las cosas mejor de lo que en realidad eran.

— ¿No piensas bajar? —inquirió Lola, lanzándose en mi cama.

Carraspeé, dado que tenía unas dos horas sin mencionar palabra alguna, y lo último que había dicho era “Harry…”

Rehusándome a recordar aquello, me giré hacia mi mejor amiga—: ¿Para qué? En el itinerario, dijeron que la cena se servía a las 7:00.

Lola se cruzó de brazos, para ponerse en pie—: La fogata, Louis. Es la manera de darnos una cálida bienvenida.

Me escondí bajo las sábanas y solté un gruñido.

¿Bajar y volver a recibir esas miradas de “Ah, ahí va, el chico que se cayó de la escalera” acompañadas de una risita burlona? No, gracias.

—Aún me duele el cuerpo.

—Mentira.

—No estoy de ánimos.

—Vamos, Lou. Ya hablarás con Adam, por ahora, diviértete —dijo con voz suave, tirando de las sábanas hacia arriba y descubriéndome hecho un ovillo bajo ellas—. Dale una oportunidad a…

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora