"Del diario secreto de Pauliena Moliniers".

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AVISO.

Esta parte fue escrita por Seawenten y editada (créanme, casi redactada) por mí, siendo ella, la persona en la que me inspiré para crear a Paula.

Las letras en cursiva son las extraídas de sus propias palabras, sin ser tocadas por la mano de Geburtsfehler, ggg.

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“Del diario secreto de Pauliena Moliniers”.

 

Noche del 15 de diciembre de 2014, mi cumpleaños.

No creo que vaya a olvidar esa gélida noche de invierno naciente. No, porque se trató del primer cumpleaños que pasaba alejada de mi familia, ó del primer cumpleaños que pasaba alejada de mi familia, ó del primer cumpleaños que pasaba alejada de mi familia, y no, por… bueno… por aquel chico de ojos tan negros como los míos.

Decidimos, ese día, estar en la sala de estar, con permiso del amabilísimo y disciplinado fundador, Antoine, y los chicos me habían organizado una muy sencilla fiesta, que en el fondo, iba con mi personalidad. No estaba interesada en ninguna clase de festejos. ¿Por qué? Pues… planeo alcanzar el Santuario Rousseau, y eso no pasará hasta que mi redacción de prosas sea perfecta.

Oh, Evan. Tan encantador, tan risueño, tan jovial. Sonriendo como si la vida se le fuera en ello, intentando cubrir su verdadera personalidad infantil bajo un manto de vergüenza inútil, que no consiguió más que hacerme reír.

Me tapó los ojos mientras halagaba la vestimenta que irónicamente Harry había escogido para mí. A veces pienso que mi amigo, bajo esa faceta de macho vernáculo, es bastante afeminado. A la espera del fin de mí recorrido a ciegas, yo estaba completamente eufórica y… nerviosa, estaba con el chico que me gustaba y que siempre miraba desde lejos porque jamás llegaría al estándar de chica extrovertida en la que Evan se fijaría.

Nunca pensé que nada saldría de un leve coqueteo por cortesía.

Las manos de Evan, sobre mis ojos, se notaban temblorosas y casi tan gélidas como el viento que sopló en el patio trasero apenas llegamos. Estaba segura de que era el patio trasero. No podría engañarme. Podía sentir el viento jugando con mis cabellos, y a la vez, podía oír el arrullo del agua contra las piedras de la orilla.

Al fin, Evan se detuvo y nos quedamos unos segundos sumidos en un  silencio casi agónico, pienso que Evan quería contemplar aquella sorpresa y relajarse con el sonido tranquilo que había en ese momento.

Después de esa breve pausa, decidió retirar aquello que obstruía mi vista.

Me quedé sorprendida con aquel lugar que hasta el día de hoy no se ha borrado de mi mente, tenía una esencia tan pacífica y la presencia de Evan verlo ahí... parado, con sus ojos negros y su sonrisa que brillaba con la misma intensidad de las estrellas que se podían ver completamente esa noche.

Había un piano tallado en madera blanca con las teclas más hermosas que podía haber visto, y el lago con agua cristalina donde se reflejaba la luna y… y a lo lejos podía observar como la neblina se iba acercando a nosotros y lo que más resaltaba era un camino de piedras con rosas que llegaban aquel hermoso piano.

Campamento Rousseau [Larry Stylinson].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora