Capítulo 1

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Alex Greyman:

Estaba yo tan tranquilamente en mi casa del árbol, cuando he empezado a oír pasos apresurados adentrándose en el bosque con rapidez, mientras oía la respiración de alguien que iba muy agitada, en ese momento he agudizado mis oídos y me he puesto en alerta, porque era de noche y podría ser cualquier cosa.

Me he asomado a la ventana de la casa y he visto a una chica, pero eso no es todo, lo que me sorprendió fue su aspecto, estaba llena de moratones, su ropa estaba llena de agujeros, barro y roturas, ella era de contextura delgada, su rostro redondo, su cabello pelirrojo largo, sus ojos eran de color miel, pero a pesar de que se notaba que era joven su aspecto la hacía parecer más mayor.

En un momento dado se detuvo y giró su mirada hacia la casa del árbol, en ese instante pensé que me había visto, pero en realidad no estaba mirando exactamente a la dirección de la casa del árbol, sino a una cabaña, que estaba a unos metros de distancia, la muchacha me dio demasiada intriga.

Hay que tener en cuenta que no todos los días te encuentras a alguien muriéndose y aunque fuera así su aspecto sigue chocando.

Parecía como si hubiera escapado del infierno o algo parecido, porque si mi madre le hubiera visto el aspecto le habría dado un infarto, estaba horrible, sentí un escalofrío de miedo recorrerme pero la curiosidad también estaba allí presente y no pude resistirme, así que, decidí bajar por una escalera de emergencias, que daba hacia el otro lado, y así podría protegerme de ella a tiempo si pasaba algo extraño, ya que tendría la ventaja de que su mirada no estaría dirigida por la dirección en la que yo andaba.

Con sigilo sin intención de asustarla me aproximé hacia ella, pero parecía sumergida en sus divagaciones que ni siquiera se percató de que había alguien detrás suyo, por un segundo me detuve y observe el movimiento tortuoso de su pie por dar una paso más, se tambaleo un poco pero se estabilizó, volvió a dar otro paso pero lo último que vi fue como su cuerpo se desplomaba y mi cuerpo reaccionaba como un resorte para agarrarla entre mis brazos, observe sus párpados intentando abrirse, pero el cansancio y seguro que la tensión le podían más. Uno no debía ser adivino para darse cuenta de que seguro que llevaría semanas sin haber probado bocado.

Mi interior se oprimió un poco más mientras le apartaba algunos mechones de cabello de la cabeza.

—Esta chica, ¿De dónde habrá salido?—suspire con un poco de pena y furia por la persona sin escrúpulos y sin falta de humanidad que se hubiera atrevido a hacerle esa atrocidad.

Cuando termine de ponerle los vendajes alrededor de los brazos y las piernas, mire en la habitación y encontré una camisa de manga larga, unos pantalones chándal y me dispuse a quitarle los harapos que llevaba por ropa, no pude evitar echarle un vistazo a su cuerpo desnudo, pero aparte mi mirada algo avergonzado, y seguí poniéndole la ropa limpia, cuando acabe, solo faltaba su cara por desinfectar pero decidí que a la mañana siguiente eso se haría, no sabía cómo se tomaría ella mi presencia, pero esperaba que fuera buena.
No sabía quién era ella, ni porque la estaba ayudando, a pesar de que no la conocía, pero algo me decía que de esa cabaña era de dónde había salido.

No podía dejar que se muriera por mucho que no la conociera, nunca podría dejar que alguien se muriera si yo era capaz de aportar algo de ayuda en su supervivencia ya que en el fondo sabía que me arrepentiría.

Mire sus heridas con más detenimiento, algunas marcas eran como si de un filo de un cuchillo hubieran traspasado su piel, su cara era de lo peor, había arañazos uniformes alrededor de su rostro, podría suponer que de defensa personal.

Decidí no mirarla más, ya que está situación me parecía extraña y me ponía de los pelos pensar que había personas capaces de infligir dolor a otras sin sentir remordimiento alguno.

Saqué un saco de dormir de emergencias y acomode un colchón por debajo, no pude evitar recordar sus ojos llenos de terror cuando la vi correr a través de la oscuridad de la noche, como sus pasos torpes la hacían trastabillar.

Y sobre todo esa insistencia de seguir corriendo, a pesar del dolor físico, sin importar su salud o sus heridas, siguió corriendo intentando no mirar atrás.

El panorama que acababa de vivir, era como cuando ves a una mariposa aletear sus alas lo más lejos posible de la jaula en la que la han encerrado contra su naturaleza y libertad. Porque cuando encierras o arrancas algo bello, deja de irradiar esa belleza que albergaba.

Ese brillo lleno de temor, no me lo quito de los ojos. No se podía pasar desapercibido ese brillo de decisión en sus irises mieles.

Nunca vi unos ojos que pudieran reflejar tanto dolor, desesperación, pero una determinación y un brillo algo extraño en ellos, que llegaban a atraerme como un imán.

¿Qué era lo que de verdad le hubo ocurrido?

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora