Capítulo 35

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Alex Greyman:

No soportaba verla sufrir de ese modo, como en sus ojos todo se tornaba de un color como si la oscuridad le estuviera sucumbiendo. Odiaba a Adam por lo que le hubo hecho, quería matarlo, pero sabía que eso no quitaría ese vacío que ella tenía en su interior, sabia en el fondo de mi ser que por mucho que deseara que fuéramos algo más, ella debía estar el cien por ciento segura y debía sanar. Deseaba sanarla con mis palabras, que cada momento en el que mirara no fuera con miedo o reticencia. Deseaba que si tuviera algún poder, fuera el de hacer que ella olvidara que había sido violentada contra su voluntad.

Adam debería estar triste, arrepentido y rezando por si perdón. Porque había perdido a una chica increíble, que no se merecía nada de lo que le había ocurrido.

Me preguntaba si ella sería capaz de hacer el sacrificio desde un principio. Su enfermedad no era un caso fácil, pero si se regulaba,... Pero Zara debía estar dispuesta a ello.

Cuando la estabilizaron y el médico me informo de lo que ocurría, decidí mandar un mensaje a su hermana de que no se preocupara. Tenía ganas de llorar, Adam no era la mitad de hombre que se creía que era. No tenía escrúpulos eso era lo que yo sentía por personas como el que no pensaban en el daño que hacían a personas inocentes. Golpee la pared con el puño cerrado, me frote los ojos.

— ¿Puedo entrar dentro, doctor Collins?—este me miro con duda.

—No va a despertar dentro de unas horas y cuando se despierte puede que este desorientada, —su semblante se relajó, puede que por la mirada que le estaba otorgando —pase si lo desea.

Pase con un poco de desorientación, quería vomitar mientras la veía a ella postrada en la cama, débil, frágil, sentía como me rompía verla de ese modo. Estaba sorprendido, ahora podía llegara a entender su modo extraño de comportarse.

Quería intentarlo, pero no sabía por dónde empezar para que las cosas se aligeraran.

Pase horas y horas sentado en esa silla tan incómoda de hospital, pensando y recapacitando en los errores que deseaba no cometer con ella. Mire por la ventana, la lluvia surcando los cielos como si esta quisiera hacerme partícipe del modo en el que se sentía su corazón. Una línea rápida de incertidumbre cruzo mis facciones, ¿Y si no podía hacerla olvidar? ¿Y si no era capaz de hacerla ser consciente, de que ella valía más de lo que en su subconsciente pensaba de sí misma? ¿Y si intentaba volver a hacerse daño, como todas las incontables veces, en las que no me percate por estúpido?

La pregunta más crucial paso por mi mente, llegando a asustarme y que mis manos temblaran un poco, ¿y si yo no era lo suficiente bueno para ella?

Ella se clavaba dentro de mí, con ahínco. Antes de conocerla pensaba que era mejor mentirme a mí misma, me hacía pensar a mí mismo después de la muerte de una de las chicas a las que llegue a amar, ya que, no me merecía sentir esa plenitud de felicidad que caracteriza en las vidas de algunos. Pase noches intentando aliviar ese dolor con alcohol, que solo incremento mis ganas de no seguir viviendo. Si no hubiera sido por mi padre, puede que hubiera acabado provocando una locura. Ese acto de comprensión me hizo comprender algo.

Podía enmendar mis errores. Podía proponerme que Zara Hills fuera feliz.

Zara Hills:

La boca la notaba pastosa, mis sentidos estaban desorientados, no me moleste en levantarme, abrí los ojos con una lentitud que palpitaba todos mis sentidos. Los huesos los sentía crujir con un dolor que me asfixiaba. ¿Qué hice para merecer todo esto? ¿Tan mala persona he sido en la vida? Recordaba a un montón de brazos sujetarme e inyectarme algo dentro del brazo, y la noticia del doctor.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora