Capítulo 14

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Kate Summers:

La luz del exterior me da en la cara, estoy en una posición incómoda, la espalda y el cuerpo me crujen. Me doy cuenta de que estoy dormida en el suelo, odio tener pesadillas. Y seguro que del susto, me abre caído de la cama.

Joder, siempre que las tengo me caigo al suelome indigno notando mi garganta seca y rascándome los ojos.

Tengo los pelos desordenados cubriéndome la cara. Me levanto del suelo mientras me estiro como puedo, con los dedos de la mano derecha me aparto cómo puedo los pelos, siento un aire fresco que entra dentro de mi cuerpo y me hace temblar.

Me giro y a mis espaldas tengo las puertas de la terraza de mi habitación dando al exterior, las cortinas blancas se agitan con la fuerza que emplea el viento.

Mis ojos pueden divisar los increíbles edificios grandes y prominentes que se ciernen ante mí, los parques llenos de árboles y pajarillos que no dejan de cantar día y noche, el sol va saliendo de su escondrijo con fuerza como casi todas las mañanas soleadas, a veces me pregunto cómo es que el sol es capaz de brillar hasta en el día más lluvioso. Y como puede salir con fuerza, brillando como si nunca la luz se llegara a apagar.

Miro el cielo azul casi despejado, me acerco a las puertas que dan a la terraza y las cierro con fuerza, no voy a poder seguir viviendo tranquila hasta que no localice a mi hermana, hace ya como seis meses que no la veo, y eso no me trae nada bueno, con lo inestable que es, es capaz de hacer cualquier barbaridad de la que luego me debería encargar.

Mi trabajo como actriz y modelo no me da para tonterías y desvaríos de una adolescente que ha pasado problemas familiares y es asocial ya que no tiene mucho trato con los demás. Eso me ha salido demasiado brusco pensándolo bien, pero intento buscar la manera de desahogarme.

Además debía tener cuidado, esto era peligroso, ellos eran peligrosos.

Me dirijo al baño y me miro al espejo, mi cabello moreno largo está lleno de nudos, mis labios rosados están resecos, mis ojos mieles están inyectados en sangre.

Definitivamente, estoy hecha un desastre, parezco un zombi andante por las mañanas, hasta a mí me da miedo mirarme al espejo.

—Tengo que encontrarte, antes de que lo encuentres. —susurro para mí misma, estoy muy inquieta por lo que pueda pasar. Se lo impulsiva y espeluznante que puede llegar a ser mi hermana, tiene dos caras cada una tiene su defecto, cada una de sus caras esconde su otro yo. Ni siquiera yo, la conozco como me gustaría.

Pero todo esto tiene una razón, tiene un motivo.

«Y eso que llevo intentado protegerla del mundo, pero no ha servido de mucho.»

Me lavo los dientes, me quito el pijama gris plateado, me meto en la ducha y de inmediato relajo mis músculos. El agua fría haciendo contacto con mi piel, mientras me enjabono el cabello, pienso con más claridad.

Me vienen flases a la memoria, unos ojos grisáceos penetrando los míos, un cabello negro como el azabache y una media sonrisa mirándome agonizar de lamento, sus ojos cargados de pena me hicieron querer odiarlo cada vez más, por no poder hacer nada, con el agua chocando contra mi cuerpo, doy un fuerte puñetazo a la pared.

Esto es una mierda.

Ojos grisáceos, cabello negro, un rostro envejecido por la edad, pero una personalidad que da asco y repugnancia.

No me lo sacó de la cabeza, su aspecto y sus comisuras alzadas, su mirada llena de un brillo que te estremece hasta el alma.

Normal que Zara lo odie con todas sus fuerzas.

Después de la ducha, y de vestirme con unos vaqueros negros ajustados y una sudadera gris y mis playeras blancas, bajo las escaleras y miro por si esta mi compañera de piso, como no hay nadie, me voy a desayunar, agarro mi bolso y unas gafas de sol, me pongo una película rubia larga y salgo al exterior.

Debo intentar levantar la menor sospecha posible, no quiero que me encuentren a mí también. O que las cámaras de los paparazzi me pillen en infraganti, este tema lo debo llevar con todo el cuidado y precaución posible.

Uno, dos, tres pasos.

Cada paso que doy, me pesa cada vez más, la conciencia de haberle escondido este secreto a Zara sabiendo que lo estaba pasando realmente mal me hace sentir culpable y una impostora.

Mis piernas se mueven automáticamente hacia la salida, me apresuró a entrar en una cafetería, que no suele ser muy concurrida.

Los menús de desayuno eran los mejores, me senté con toda la elegancia posible.

—Señorita, ¿Desea pedir algo?—me preguntó una camarera, mire el menú del día.

—Sí, un café con leche y un sándwich de jamón con queso. Por favor. —le pedí, mirándola a través de mis gafas de sol.

—Si ahora estará listo. —la camarera se fue nerviosa, la mire con detalle, pelo castaño corto, ojos morenos, cuerpo normal, nerviosa, un poco tímida, puede que universitaria.

La cafetería era muy bonita, había citas famosas de libros en las paredes de un gris que casi llegaba a ser blanco y de un marrón claro. Las mesas eran como máximo para cuatro personas, las sillas eran negras y las mesas igual.
Podría haber seguido con mi escaneo, pero llegó el hombre al que estaba esperando.

Quedé con El Detective secreto Warren, al que había contratado para averiguar dónde estaba metida mi hermana.

— ¿Has traído lo que te he pedido? —a veces podía llegar a ser intimidante, pero está situación lo requería.

Hubo un periodo de tiempo en el que estuvimos sumidos en el silencio, mientras la camarera ponía en la mesa mi pedido, estaba mirando sus movimientos, se notaba a leguas que estaba temblando, cuando se fue retomamos nuestra conversación.

—No ha sido fácil. Pero después de tres semanas de investigación, he encontrado lo que necesitaba. —Sacó de su maleta marrón, un sobre grande y un poco gordo—. Allí está todo detalladamente explicado como usted pedía.
Abrí el sobre mirando alrededor por si había alguien mirándonos, como no vi a nadie, seguí con mi tarea. Vi las fotos de ella y un chico: Alex Greyman (me sonaba de algo ese apellido), según ponía aquí estaban en la casa de los abuelos de él. No pude evitar sonreír, mi hermana era increíble, se le da bien hacer de víctima. Siempre supo dar en la parte sensible de los demás.
Mire fijamente la foto del tal Alex y caí en la cuenta de que sus ojos...

«Oh, mierda. Su apellido, ¡Joder! ¿¡Como no me había dado cuenta antes?!»

Le pedí al detective que para la semana que viene, el próximo viernes quedáramos a la misma hora, en el mismo lugar.
Antes de salir, en un sobre, le di el dinero que acordamos.
Salí disparada del local, tenía que hablar con Gerard.

Un amigo que seguro que podría ayudarme a resolver esta duda.
Sentí una mirada que me perforaba el cuello, me giré pero no vi a nadie.
Pensé que serían paranoias mías, pasaron unos minutos.

Cada paso que daba en la silenciosa calle, me hacía dudar de mis movimientos, sentí como si alguien me estuviera siguiendo, y mis sentidos no solían fallar.

Decidí dejarlo pasar, pero note como una sombra se posicionaba detrás de mí, por instinto di una patada de autodefensa, pero no logré mi cometido.

Sentí un golpe bien fuerte en la cabeza, todo se tambaleaba a mi alrededor la sangre me hervía de enojo pero ya no podía hacer nada.

Todo me daba vueltas.

Todo se volvió oscuro.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora