Capitulo 11

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Zara Hills:

Un sueño profundo, un pasado oscuro es lo que forma parte de alguna de las personas que vivimos en este mundo. Tienes que vivir con el miedo a ser descubierto, con el miedo de ser rechazada, con la duda de saber si lo que estás haciendo es para tu bien o el de los demás.

Dicen que la venganza no lleva a ningún lado, yo digo que puede que no, pero disfrutaré viéndolos sufrir, ver cómo piden clemencia y perdón.

Disfrutaré viendo sus caras llenas de confusión e impotencia.

Seré la reina del juego, lo primero que haré será observar y analizar cada una de las acciones que lleven a cabo. Como la reina del ajedrez, que analiza cada casilla, cada movimiento antes de dar un paso, antes de ponerse en acción. Sigilosa e invisible como una sombra.

El viento revuelve mi pelo, en un vaivén ligero, me encanta la brisa fresca que sopla en este atardecer.

Estoy tan ensimismada que no me doy cuenta de que hay alguien detrás de mí.

— ¡Buu!, Que asustadiza eres. —se reía de mí, mientras se agarraba la tripa. Él estaba disfrutando del momento, mejor que nunca.

— ¡Ah!, en serio deja de hacer eso. Un día de estos me dará un infarto. —le decía mientras me cruzaba de brazos.

—Lo siento. Es que me encanta ver como saltas de miedo, y frunces los labios y levantas tus brazos en plan de alerta. Eres muy asustadiza. —seguía teniendo su sonrisa de burla.

«Que pena que no nos conozcas, si no el que se asustaría serías tú»

— Ya claro, que gracioso. —gire mis talones y le di la espalda mirando el bello paisaje que nos rodeaba.

El cielo anaranjado, el sol escondiéndose de las nubes, la brisa agitando las ramas de los árboles. Se notaba que estábamos en verano.

— ¿Has estado aquí todo el día? Porque cuando fui a visitarte a tu habitación está mañana, no estabas. —solo asentí pausadamente, en modo de respuesta.

Note el toque de sus dedos, en la parte superior de mi muñeca, un frío escalofrío me recorrió el cuerpo.

Estas sensaciones eran como fuegos artificiales, sentía revoloteos en mi estómago y solo quería vomitar. Debía parar estas sensaciones, que hacían temblar mi cuerpo y perder el control de mi misma. Nunca he sido una amante de las historias románticas, ni creyente del amor a primera vista, pero mi madre sí, siempre me decía que todo era posible. Que un día encontraría a alguien que me salvaría de mi misma.

O que me destruyera o al revés y puede que fuera yo la que lo destrozara todo, esa era mi teoría, lo que yo creía. Pero eso no podía saberlo, no podía arriesgarme a amar a alguien de nuevo.

« ¿En serio Zara? Le conoces de unas semanas y ya te estás derritiendo. Esto es vomitivo »

Pero pensando de manera razonable, las historias que nos cuentan de pequeños de que el príncipe salva a la princesa, no son del todo ciertas.
El amor no es un sentimiento de todo de color rosa, no todo es perfecto porque si no, no sería amor, está el sufrimiento, la desesperación, la necesidad de estar con esa persona a cada momento, podría llegar a ser escalofriante y realmente doloroso, tener que depender de alguien, no físicamente sino emocionalmente.

Ser capaz de darle algo que no le ofrecerías a alguien, que va más allá de lo físico es un riesgo que no es fácil de correr. Y no todos están dispuestos a correr.

No quería que nadie se enamorará de mí, porque acabaría herido y en mil pedazos.

Ya me había ocurrido, pensé que él me quería, pero caí en la trampa, me dejé arrastrar por sus bellas palabras, fui una ingenua y una estúpida. No me veía capacitada para tener una relación con alguien, ni siquiera me veía lo suficiente buena para nadie.

«Es que cariño, tu y yo, no necesitamos a nadie para ser felices»

En esas fracciones de segundo se me pasaron miles de pensamientos por mi cabeza, no me di cuenta de nuestra cercanía, nuestros rostros pegados, su perfume corporal lo inhale con ganas, la boca se me hacía agua, nuestras respiraciones chocaban una con la otra, mis ojos estaban fijos en los suyos, mis manos sudaban con tan solo su presencia.

Con un movimiento involuntario aparte su cabello de su frente, escaneó con su mirada el movimiento de mi mano, sonrió como nunca le había visto sonreír de esa manera tan encantadora.

Mire sus labios con el deseo de sentir su contacto físico contra el mío.

«No lo hagas » me repetía a mí misma.

Sentía la curiosidad de saber cómo sería probar sus carnosos labios, cómo sería sentir que sus dedos recorrieran mi piel.

El tiempo se había detenido, solo éramos nosotros dos.

El tomo la iniciativa, empezó a acercar su rostro al mío, pero yo rehuí el contacto. Sabía que si lo besaba una parte de mi le pertenecería, y eso no iba de acuerdo a las normas que me había impuesto a mí misma.

Di unos pasos atrás, y se rascó la nuca nervioso. El silencio era incómodo entre los dos.

—Eh, me voy. —murmure y me fui corriendo cuesta abajo, hacia el bosque del que salí.

— ¡Dentro de 20 minutos es la cena! No tardes mucho. —fue lo último que escuche que dijo.

No deje de correr hasta que me tranquilice y me apoye en un árbol, me tape el rostro con la manos, estaba roja de vergüenza.

Norma: No entrará un hombre en tu vida. Sino destruirá la muralla que has creado, para protegerte de ti misma. Esa muralla que creaste para protegerte de ellos.

Porque a pesar de todo, todos tenemos una muralla que hemos creado, en ciertas circunstancias que nos preocupan o perjudican. Y a veces, es mejor que los demás no vean el monstruo del que estas hecho.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora