Capítulo 15

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Kate Summers:

La oscuridad.

Todo negro.

Siento que mi cuerpo está magullado, un dolor intenso en la cabeza me hace provocar una mueca de dolor, me muerdo los labios con fuerza, este dolor me está perforando la cabeza.

Intento abrir los ojos, pero una luz intensa me lo impide.

—Ay, que dolor. —digo con la voz casi inaudible y rasposa, no sé cuánto tiempo he estado inconsciente—. Joder, ¿Dónde se supone que estoy?

Abro los ojos con dificultad, la poca luz de una bombilla que está encima de mi cabeza, colgada en el techo ilumina estas cuatro paredes descuidadas, estoy en una habitación, el olor a que no está limpia me entra por la nariz y quiero vomitar por todos los gérmenes que pueden estar alrededor.

Toso, todo por culpa del polvo que hay desperdigado en el ambiente.

— ¿Hay alguien ahí? ¡Por favor, ayuda! ¡Que alguien me ayude!
—grite mientras arrastraba como podía la silla a la que estaba atada de pies y manos. Sea quien sea, me las pagará. Pero pensándolo bien, era estúpido que pidiera ayuda, estaba claro que la persona que me había maniatado a esa silla, lo había hecho con malas intenciones.

—Vaya, vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí?

Esa voz masculina se me hacía familiar, mire hacia la dirección de dónde provenía la voz, la luz parpadeante solo me dejaba ver un poco de su sombra, mientras se acercaba con pasos decididos, las alarmas de mi cabeza se dispararon, no podía ser que él hubiera vuelto otra vez. Nunca podré creer que compartamos apellido, suerte que sangre no compartimos. Siempre intenté de algún modo proteger a mi hermana de sus garras, pero no pude.

Intente como pude quitar las cuerdas que me ataban las manos. Pero era inútil.

— ¡Mierda!

—Es imposible, no podrás librarte de esta, enana. —me habló con su voz ronca, sus ojos morenos y su cabello rubio, me hacían pensar cómo es que una persona tan hermosa por el exterior podía ser tan vil en su interior, su cara marcada, su cuerpo trabajado, y su estúpida sonrisa que haría a casi cualquier chica derretirse ante él y destruirla cuando le apeteciera.

Qué pena que no siempre se pudiera distinguir a un demonio o ángel a plena vista.

No culpaba a esas pobres chicas, que caían en sus redes, más bien, me apiadaba de ellas.

— ¡Suéltame! O si no gritaré y cuando te encuentre la policía te meterán entre rejas. —Le grité con todo el odio que podían cargar mis ojos—. Pagarás por esto, bastardo.

Él estaba arrodillado al lado mío, su sonrisa cínica apareció de entre sus labios, por un momento no pude evitar pensar que tenía una hermosa sonrisa, moví mi cabeza de un lado a otro alejando esos pensamientos de mi cabeza. Me centré en que me tenía amarrada a una silla, sentía que la piel se me desgarraba por culpa del movimiento brusco que hacía para intentar liberarme.

Lo que dije era estúpido, pero no había nada que hacer.

Me levanto la barbilla para mirarme, se acercó a mí rostro. Nuestras caras estaban una enfrente de la otra.

—Siempre he imaginado este momento, te ves realmente bien cuando estás enojada. Pero me gustaría que en tu lugar, estuviera la zorra de tu hermana. —le escupí en el rostro, mi saliva impactando en su endemoniado rostro, levantó una ceja y frunció mucho su rostro.

— ¡Pide perdón, estúpida! ¡Deberías agradecerme que no te hubiera matado cuando tuve ocasión de hacerlo!—sentí la palma de su mano impactar contra mi rostro, mi cuello dio un movimiento brusco y pensé que se me desprendería, me dio un puñetazo en el rostro y otro en el estómago.

—Ay, eres un bastardo —exprese con la voz inaudible, me agarró del cabello con fuerza, sentí como su uñas se clavaban en mi cuero cabelludo.

—Da igual lo que hagas, no la podrás retener a tu lado. Por mucho que lo intentes. Eres un cobarde, ya que eres capaz de golpear a una mujer y encima estando indefensa. Eres un estúpido cobarde, que pena que los demás no vean lo podrido que estás por dentro. —no pude evitar sonreír, recibí otro golpe, que me hizo sangrar de la boca, seguí sonriendo, esto no se acababa aquí. Él sabía que yo tenía razón.

Daban igual cuantos golpes me profiriera en el cuerpo, mis palabras tenían más fuerza.

— ¡Eres una zorra, como tu hermana! Una don nadie como tu madre. — cuando pronunció esas últimas palabras, me dolieron como si alguien me hubiera metido en agua ardiendo al máximo, no podía mirarme al espejo pero seguro que estaba roja de la ira.

Esta vez le escupí, y apunté en su ojo.

— Que buena puntería tengo. ¿No crees?

Reí.

— ¡Ah, estás loca! ¡¿Qué quieres, dejarme ciego?!—me vociferó, mientras me agarraba del cuello.

Saque las palabras llenas de veneno, como su agarre me permitía.

— Si es posible, sí. Si quieres matarme, hazlo. Ya si es que, tienes agallas. —el aire me faltaba, mi respiración se entrecortaba.

Me soltó del cuello, con su pecho acelerado, subiendo y bajando.

Yo como pude, intente regular mi respiración acaparando aire para que llegaran a mis fosas nasales y de allí a mis pulmones.

—No te mataré, porque necesito encontrar a mí prima, Zara.
—Se me aproximó de nuevo—. Ya sabes, disfrutaré haciéndote sufrir poco a poco hasta que no te queden ganas de comportarte como una rebelde. Tú y tu madre erais tal para cual, unas estúpidas ingenuas.

Se reía. Qué pena que no supiera el dicho que quién ríe último ríe mejor.

« ¡Será maldito!»

— ¡No vuelvas a hablar de ella!, ¡Eres un psicópata!, ¡Un bastardo!, ¡Eres un amargado! ¡Un demonio que se ha reencarnado en un humano!, ¡Sigue hablando de mi madre y ya verás, que cuando tenga oportunidad, te mataré con mis propias manos, aunque sea lo último que haga en mi vida!

El sacó de su bolsillo del pantalón vaquero, un trozo de tela, y la uso para taparme la boca, no dejaba de gritar.

« ¡Esto era un secuestro! ¡Esto era ilegal! No era justo, mi primo era un enfermo.»

Notaba el aliento de la menta, chocar contra mi cara, que repugnancia me daba.

—Ya veremos si sigues viva. Eres un perro que ladra pero no muerde, no serías capaz de matarme. A menos que me odies con toda tu alma. —Los ojos se me empezaban a cerrar, no entendía por qué—. Dulces sueños, preciosa.

Dicho esto, salió por la puerta por la que había venido. Salte con la silla amarrada a mi cuerpo, y me desequilibre y caí con un golpe sordo al suelo.

Mi cabeza, se había dado contra el frío suelo.

Y de un momento a otro se me cerraron los ojos. La droga estaba surtiendo efecto.

Esto no acaba aquí, tenlo por seguro Liam Brian Hills. —susurre mis últimas palabras antes de inducirme en el olor de esa droga.

Y sumida en la oscuridad de nuevo estaba.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora