Capitulo 23 II

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Alex Greyman:

Estaba durmiendo plácidamente, y escuche unos gritos.

Provenían de la habitación contigua.

— ¿Pero qué demonios?—me levante con prisa, me tropecé y me di en la espinilla, me trague el dolor y me apresure a entrar en su cuarto.

El cuarto estaba hecho un desastre.

Zara se encontraba tirando cosas al suelo.

— ¡Zara, tranquilízate!—intente sujetarla de los hombros, pero era inútil.

— ¡No, no, no! ¡Dejadme en paz!—sus gritos eran desgarradores, sus lágrimas no paraban de salir, como si fuera la propia lluvia lloviendo a cántaros

Me aproxime a ella, tenía un cuadro sujeto en sus manos.

—No lo tires—le avise con toda la serenidad que podía ofrecerla.

Demasiado tarde.

Los cristales se encontraban en el suelo.

Con cuidado de no pisarlos, la envolví con mis brazos.

— ¡Suéltame! ¡Me convertiste en un monstruo! ¡Deja de torturarme!—pataleaba para intentar zafarse de mi abrazo.

— ¡Zara, soy yo! —le di la vuelta, para poder ver su rostro.

Sus ojos se encontraban enrojecidos, sus labios no dejaban de temblar, y su cabello largo liso se encontraba alborotado.

Pero igual, se ve hermosa.

— ¡Suéltame!

—Bonita, si soy yo, Alex. —susurre a su oído, acune con mis dos manos su rostro para que me mirara a los ojos. Sus irises mieles, empezaron a verme, desapareciendo poco a poco esa oscuridad que había en ellos antes.

— ¿Eres tú?—pregunto.

—Si soy yo.

Afirme, aparte las sábanas arrugadas de la cama, y deposite su cuerpo en ella.

—Yo no lo mate, yo no lo mate—no dejaba de murmurar, sus ojos se notaban perdidos de nuevo. La tenia envuelta en mis brazos, intentando transmitirla confianza.

Estuve así hasta que se quedó dormida.

Necesita ayuda médica. Estos ataques de pánico, las constantes pesadillas, su aparición, todo es muy raro.

— ¿De dónde has salido? Ahora tengo miedo de llegar a quererte demasiado y que puedas destruirme en cualquier momento. —decía esto mientras la miraba, su respiración era lenta. Sus largas pestañas contrastaban con su pálida tez, su cabello pelirrojo le tapaba el rostro, sus labios esos que anhelaba en estos momentos se encontraban rojizos. La observe con detenimiento, con delicadeza recorrí con mis dedos las marcas que se encontraban impregnadas en sus muñecas.

— ¿Cómo un ángel puede llegar a dañarse de esta manera? —tenía tantas preguntas y necesitaba respuestas. Cuando pensaba que podría comprender algo de ella, pareciera que después me metía en una constante espiral que lo complicaba todo aún más.

Me dormí a su lado, con pensamientos rondando en mi cabeza.

««»»

Alex Greyman:

Una luz se cuela en mis párpados, llevando al efecto de que lo vea anaranjado, abro los ojos y me doy cuenta de que estoy recostado en la cama con ella.

Zara duerme plácidamente, su respiración es constante, estiro uno de los brazos que tengo libres.

Bostezo y la miro.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora