Capítulo 3

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Kate Summers.

Hace 10 años atrás.

Ella lágrimas derrama de sus ojos mieles y su cabello pelirrojo esta todo descuidado, no puede evitarlo. Su madre ha muerto, después de haberse divorciado de su padre, por maltrato.

La justicia no ha tenido piedad con ella, nadie la creyó solo por el hecho de que su padre era un hombre importante, es decir, un abogado muy prestigioso, que sabía muy bien como encubrir todos los casos que pudieran llegar a perjudicarle. Eran dos hermanas, pero a la vez tan diferentes que algunos podrían tomarlas como si fueran amigas. Ella era morena, tenía los ojos mieles y las mejillas surcaban sus mejillas, mientras que su hermana tenía el cabello pelirrojo, sus facciones era angelicales, las abundantes pecas también las había heredado de las mujeres de su familia, su piel era suave y pálida al contrario al de la hermana mayor, que la suya era seca y un poco morena.

Mientras que leo las líneas en ese cuaderno mental lleno de reflexiones que guarda nuestras penas, me pregunto que hubiera sido de mí si hubiera sido una persona diferente. Ahora que me doy cuenta, entiendo el motivo por el que a veces, en vez de expresarme en primera persona lo hago en tercera, es como un modo de hablar de las cosas sin hacerte participe de la historia de la que eres el personaje secundario o principal, provocando que duelan menos.

A veces, entender el motivo por el que tus sabanas se mojan y tu cuerpo expulsa sudor es tan doloroso que te debilita.

Desde que tengo memoria recuerdo a mi madre, siempre fue la única a la que podía confesar mis miedos, pasiones, con la única con la que podía hablar sin tener miedo de que alguien me juzgara.

Era risueña, llena de vida, con su cabello pelirrojo y sus ojos mieles, una combinación muy extraña, pero a la vez atrayente, pero por desgracia yo herede el cabello de mi padre, pero suerte que sus ojos oscuros como la profundidad de la noche no herede. Por eso mi hermana pequeña me recordaba a mi madre, solo que su personalidad era cambiante y a la vez inestable.

A veces me preguntaba, que pasaría si él no fuera mi padre, que pasaría si hubiéramos tenido vidas distintas y nunca hubiera tenido un progenitor tan detestable.

Pero mi madre, se había ido de un mundo cruel, lleno de sufrimiento y a pesar de que me doliera lo agradecía pero del mismo modo lo detestaba.

Mi madre siempre había sido muy positiva, siempre pensando en que las cosas pasaban por algo, a pesar de que sufría los golpes, a pesar de que ese hombre que se hacía llamar nuestro padre, la maltratara, la insultara, la repudiara como mujer, haciéndola sentir inferior ella seguía unida a él sin importar todo lo demás.

Yo era tan ingenua a mis solos 10 años, siempre cuando ese hombre volvía a casa borracho, la golpeaba, yo gritaba que la dejara en paz a la mujer que me dio la vida, la única persona en este universo que nos quería, que nos protegía a pesar de que ella se llevara la peor parte, a pesar de todo, ella siempre nos quiso como a nada del mundo.

Siempre que ese hombre volvía a casa en mal estado, ella nos decía con un brillo de terror y miedo en los ojos que nos escondiéramos, intentaba tranquilizarnos, pero eso nos hacía ponernos más intranquilas. Ella me hizo prometer que pasase lo que pasase, cuidaría de mi hermana y jure esa noche con lágrimas en los ojos y el corazón encogiéndose en mi puño que lo haría hasta el día de mi muerte si hacía falta.

Una noche cuando solo tenía 14 años, no pude aguantar como la luz de los ojos de mi madre se apagaban, no podía seguir presenciando con mis propios ojos, como él la maltrataba. Ese día tome la poca valentía que pude reunir de un rincón de mi corazón para poder interponerme.

No quería seguir viendo las lágrimas de mi hermana menor, esas no eran condiciones en las que se debieran vivir.

¡No la toques, monstruo! ¡No la toques, no tienes derecho a pegarla! —mis gritos eran depuro terror, el aire en mis pulmones se acabaron con cada palabra que expulse con todas mis fuerzas pensando por un segundo que podría detener lo que estaba ocurriendo, porque cuando lo vi detenerse un segundo a ese hombre pensé que ya no volvería a ocurrir, pero la inmensa esperanza que tenía no sirvió, quería que todo volviera a ser como antes, que las risas y anécdotas llenas de alegría volvieran.

No sé de donde saqué ese coraje para decirle eso, pero en un segundo, vi como la palma de su mano estaba por colisionar hacia mi cara, por instinto cerré los ojos, pero el golpe nunca llegó a impactar contra mi mejilla.

Lentamente levante la vista y me fijé quién había detenido el golpe. Mi mama estaba muy seria, y le grito que no tenía el derecho de alzarnos la mano a ninguna de las dos, que era un monstruo, le grito tantas cosas que él se quedó estático mirándola con una sonrisa torcida.

¿En que se había convertido ese hombre que antes me alzaba en sus brazos con alegría?

El la empujó, como si no fuera nada y ella se cayó al suelo. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, intentaba protegernos, pero no fue suficiente, porque llego lo peor.

Con la mala suerte que tengo, sentí que alguien me agarraba del brazo, como la fuerza descomunal ese engendro me tiro al sofá de al lado. Todo paso tan rápido, que mi mente no llego a procesarlo con nitidez. Mi madre fue en mi ayuda y ese hombre despreciable, cogió un jarrón de agua y le golpeo bien fuerte en la cabeza.

No, no, no sé cómo se le ocurrió hacer eso. Lo siguiente que recuerdo es ver el cuerpo de mi madre, derrumbado en el suelo con los ojos inertes y la sangre salpicando la alfombra del salón. Ese incidente lo tengo grabado en mi mente, los gritos, y los sollozos de la tristeza que me invadió, recuerdo correr con mi hermana hacia el bosque y escondernos.

Como mi progenitor se sentaba desorientado, con la mirada vacía como si no fuera consciente de lo que acababa de hacer. Lo recuerdo con tanta luminiscencia, como ese repugnante hombre se quedó estático, ningún músculo se movía, él estaba sumergido en sus pensamientos.

Sin dirigir la mirada hacia el cuerpo de la mujer con la que se casó y tuvo hijos.

Desde entonces el bosque era uno de nuestros hogares, nuestro refugio, el único amigo que teníamos, el único hogar al que podíamos acudir cuando la oscuridad se colaba en nuestras vidas.

Él nos amenazó de muchas maneras y consiguió que mantuviéramos la boca cerrada. Siguió haciéndonos la vida imposible de muchas maneras, yo siempre intente velar por la vida de mi hermana, hasta descuidarme de mi, pero lo que vino se me escapo de las manos, porque Zara cambio en un sentido que podía llegar a aterrar. Nunca fui lo bastante fuerte, para evitar todo lo que pasó, para poder protegerla de todas las crueldades.

Ahora que sé algo de lo que escondía mi madre, en uno de los baúles, tengo miedo. Estoy aterrada.

¿Por qué recuerdo todo esto? ¿Porque me persigues sombra?

—Volví a soñar despierta—abro los ojos desorientada, sudada, me toco la cara y me percato de que hay lágrimas alrededor de mi rostro y las manos me tiemblan sin control.

Siempre revivo la misma pesadilla que fue mi cruda realidad, aun si es de día o de noche, las fotografías de los sucesos están impregnadas en mi cabeza, sigo reviviendo ese día como si fuera ayer. Desde que mi hermana se fue, no dejo de tener más pesadillas, noche tras noche, día tras día, observando sombra tras sombra.

Si mi hermana decide vengarse, todo saldrá a la luz.

Y las vidas de muchos cambiaran, tanto para bien como para mal.

Porque un movimiento puede desencadenar un tsunami igual que el aleteo de una mariposa.

Tengo que encontrarla como sea, antes de que haga cosas de las que puede que se arrepienta y ya no haya vuelta atrás.

Antes de que acabe con la reputación que nos hemos forjado con el pasar de los años.

Y la poca cordura que tiene, la destruya.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora