Capítulo 7

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Zara Hills:

Me sentí un poco incómoda, no estaba acostumbrada a estar estática, mirando con fijeza como la gente desconocida se abraza, me siento un poco excluida, sin percatarme de mis actos retrocedí dos pasos, y sin previo aviso ellos fijaron su mirada en mí, me puse roja como un tomate, no estaba acostumbrada a las miradas llenas de curiosidad, me ponía demasiado nerviosa.

— ¿Quién es esta hermosura? No te asustes pequeña, no muerdo. —Era una anciana, con anteojos, con un vestido de flores muy coloridas y unas pantuflas que me dieron mucha gracia, eran de vaca, llevaba un delantal de cocina y unos guantes de cocina, sus facciones eran arrugadas pero desprendía una tranquilidad que reconfortaban.

El anciano, que estaba detrás suyo, no dejaba de sonreír, no llevaba gafas, sus facciones eran arrugadas, su tripa regordeta, llevaba una camisa corta larga, y unos pantalones de chándal, y unas sandalias de por casa.

—Pasa bonita, no le hagas caso a mi mujer. Siempre deja esa impresión a nuestros invitados—. Entramos en la casa, desprendía amor por todas partes, había fotografías de cuando eran jóvenes, de la familia, de lugares del mundo que habían explorado. De repente, me entristeció, siempre quise viajar y conocer sitios y lugares maravillosos, explorar y aventurarme a peligros en la naturaleza, que me hicieran sentirme viva—. Anabel, no asustes a nuestra invitada que te conozco. —Oí que le decía apuntándole con el dedo. Me dio gracia de solo oírlos, pero se notaba a distancia que se tenían un amor mutuo, a saber cuántos años llevaban, pero eran adorables a su manera.

Pero nunca pude tener algo parecido a lo que su familia tenía y eso me hacía sentir triste, no es fácil estar encerrada contra tu propia voluntad, que te vigilen a todas horas, que analicen cada movimiento que lleves a cabo, que te hagan sentir prisionera, estaba tan harta de que siempre tuviera que fingir una sonrisa, que se me olvidó sonreír de verdad, no una sonrisa fingida, sino una que me saliera del alma.

El tiempo corre, y tengo que buscar la forma de poder o intentar llevar una vida normal.

Después de todo, mi felicidad depende de mí, de nadie más.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos, que no me percaté de que estaba en su cocina, y nos estaban sirviendo un delicioso pollo con patatas, y una salsa que con solo mirarla te dejaba la boca agua, mire a mi alrededor, había espaguetis a la boloñesa, en otro plato cerca del mío, una cesta con pan, galletas y magdalenas.

Esto era un paraíso.

—Vamos hija, deja de mirar embobada. Y come, que para algo lo he preparado para vosotros—su abuela me dedico esas palabras con una sonrisa y alentándome con sus facciones a que probara bocado.

A mí izquierda Alex estaba sentado, en frente del anciano que después me dijo que se llamaba Antonio estaba a su lado su mujer que se sentó al lado automáticamente.

Las tripas me comenzaron a rugir y mi acompañante se empezó a reír, le di un codazo del que se quejó, y me puse a comer. Me avergonzaba que tuviera un oído tan fino.

—La comida está deliciosa, en serio. —Exprese con apreciación, mientras seguía comiendo con deleite—. Hace tiempo que no comía unos espaguetis así, desde que mi madre...

Pare de hablar, iba a decir de más y ni siquiera nos conocíamos.

Cerré los ojos con fuerza y me invadió el recuerdo de mi madre, cuando los abrí me percaté de que estaba llorando, Alex me miro y con el dedo de su mano recogió una gota de mis lágrimas.

—No llores, si todavía no puedes hablar de tu situación, no pasa nada. Estaré aquí para ti.

Una corriente de electricidad me hizo temblar, con solo el contacto de sus dedos en mi cara, mire atentamente el movimiento que hizo mientras me colocaba un mechón de cabello que se escurría por mi frente, y lo ponía detrás de mi oreja.

—Esto es como una telenovela de amor. —Dijo la anciana, con solo esas palabras me ruboricé y aparte sus manos de mí—. Nieto, nunca nos habías contado que tenías una novia tan guapa, solo me faltan unas palomitas para seguir contemplando lo lindos que os veis.

La mujer me miró con complicidad y no pude evitar sonrojarme y negar con las manos.

«Que estupidez, si ella supiera no diría nada»

— ¿¡Mujer!? ¿Cuántas veces te he dicho que no te metas en la vida de nuestros nietos? Seguro que estaba buscando la ocasión correcta para decirnos, pero ahora has estropeado la sorpresa. —al señor le mire horrorizada, estaban dando por hecho algo que no era cierto.

—No-No estamos saliendo. Es más, nos acabamos de conocer y no tendría nada con él. —hable tartamudeando un poco, pero con seguridad al final.

Ellos me miraron con comprensión, aunque con un poco de sospecha. Y él me miraba con burla.

Todavía no estoy preparada para ello, que yo no soy la correcta para él. He vivido una experiencia en una relación desastrosa que me rompió y sigue haciéndolo.
Cuando terminamos de comer, nos guiaron hacia nuestras respectivas habitaciones, una estaba enfrente de otra.

«Qué gente tan amable, ¿No lo crees?» inste a esa voz, para que se detuviera.

—Si necesitas algo solo tienes que decírmelo. ¿Vale?—asentí, dándole una sonrisa de gratitud, ella le apuntó a su nieto con el dedo— Y tú, no quiero oír ninguna queja, como le hagas algo te las verás conmigo, puede que hayan pasado los años pero sigo en forma.

Me reí, su abuela era un sol de mujer.

«No puedo creer que no pregunten, que gente»

— ¡Sí, señora!— respondió riendo, con eso su abuela le dio un beso en la mejilla y se fue, dejándonos a solas.

—Tus abuelos son geniales. —le dije sacando una media sonrisa.

—Si, tengo suerte de tenerlos. — me miró fijamente, me encantan sus ojos grisáceos, una vez que te sumerges en ellos, te da la sensación de que estás rodeada de niebla. — Y lo de antes, ¿Cómo no puedo ser tu tipo? Soy genial, te sorprenderías de lo que puedo hacer.

Me decía esto mientras se me acercaba peligrosamente, y me acorralaba contra la pared.

«Que engreído es este chico, ¿En serio? Si supiera lo que podemos hacer nosotras, saldría despavorido»

—Es que no lo eres. Aparta. —le pedí, empujándole con mis manos. Me pongo nerviosa con su cercanía, estoy sintiendo calor, y un poco de miedo.

—Eso no es lo que me dicen tus mejillas. Te pone nerviosa mi cercanía y lo sabes. —me lo decía mientras me susurraba al oído, nuestros rostros estaban muy cerca, pero de repente rompió todo contacto físico entre nosotros y entro en su habitación.

Me quedé estática sin mover ningún músculo, mi espalda haciendo contacto con la pared, me tome unos minutos más intentando estabilizar mi respiración, y como pude abrí la puerta y me encerré en la habitación, me deje caer sobre la cama, mientras ahogaba un grito en la almohada.

«Ese chico no es normal, algo esconde. Ya que no es normal, esa familiaridad que te tiene»

No sé qué me pasa, pero no puedo dejar que nadie sea mi debilidad.

Si no acabara roto y sin esperanzas como lo que me pasó
a mí.

Y acabara viendo mi otra cara, la que no todos pueden ver, pero que una vez que la ven no podrán escapar de ella.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora