Capítulo 26

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Alex Greyman:

Cuando la vi desaparecer de mi vista corriendo de ese modo, me pregunte a que familiares iba a visitar, me entro todavía más curiosidad por saber quién era ella realmente, tenía tantas dudas. La caricia de sus labios en mis mejillas lo notaba todavía, mi rostro se había calentado como si de un interruptor se tratase.

Estoy jodido. Me gusta demasiado, pienso con pesar.

Pero apreté los puños, porque había tantas cosas que no me cuadraban, que no llegaba a entender.

Uno de los defectos que tienes es que eres demasiado confiado, mi conciencia me reprendió, me frote los ojos con frustración, confusión con todo reflejado en mis ojos. Y me percaté de que era cierto lo que me decía mi voz interior.

Desde que Zara Hills entro en mi vida, en ningún momento mire pare a preguntarle qué era lo que de verdad le había ocurrido.

Cuando vi esas cicatrices en su pálida tez, supe que había la habían dañado, hecho daño. Sus ojos mieles de vez en cuando se perdían, como si una sombra se hubiera colado en ellos, disipando la luz en ellos.

Pero nunca la presione a que me dijera nada, ni siquiera a que me explicara lo que le había ocurrido. Quería que confiara en mí, que tuviera la certeza de que no la haría daño.

Me pase horas en la misma posición estático, dándole vueltas a cosas que no tenían sentido. Ella me tenía enganchado, atrapado en sus ojos.

Pero había algo en ella, que me confirmaba que no estaba bien. Sus constantes pesadillas, sus deliramientos, su mirada perdida, la sonrisa que con rareza le llegaba a los ojos. Cuando la lluvia comenzó a arreciar y empapar mi cabello corto azabache, decidí que ya era hora de que me moviera. Llegue al apartamento chapoteando con mis zapatos.

Deje en la mesa la tarta de frutas que había preparado mi madre. Me duche con agua ardiendo. Me puse un jersey gris y unos pantalones chándal negros, me mire al espejo, mis ojos grisáceos estaban cansados.

Entre en mi habitación, y en la mesilla cogí mi portátil.

—Soy hija de uno de los abogados más prestigiosos de California. —dijo ella esa noche.

Esas palabras que me rondaban en la cabeza, me hicieron tener curiosidad.

Busque en Google su nombre, y me salió el nombre de su padre y su hermana, estuve cotilleando durante unas horas recopilando información. En la mayoría de las fotografías se veía sonriente y feliz, no se parecía en nada a la chica demacrada, triste que había visto estos días.

Entonces ella venia de una familia adinerada, cotillee para saber que paso con su madre.

Antonella Gilsen Hills, nació el veintitrés de enero de mil novecientos setenta y seis, era hija única, murió el veinticinco de diciembre de dos mil diez en un accidente de tráfico que se provocó por el grave impacto de un camión que llevaba suministros de gasolina. Ese día iba sola, no iba con sus hijas ni nada.

Lo que me extraño fue que no ponía nada de sus parientes, o no encontré nada de ello. Me pareció extraño, no había casi nada de información de su familia o de ese fatídico día.

Ahora podía llegara entender un poco el dolor que puede que Zara sintiera. Pero en ella note algo extraño, como si fuera ausente de su alrededor pero que algo la impulsara a seguir sobrellevando el dolor.

Decidí llamar a mi padre, ya que él había estado tratándola de orientador en uno de los institutos al que fue.

Marque el número de mi progenitor y espere a que me respondiera la llamada.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora