Capítulo 37

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Zara Hills:

Al sentir la fijeza de todas las miradas en mi dirección sentí un ligero temblor recorrerme, pero también sentí que tenía el poder en mis manos. Tenía la sensación, de que cada palabra que salieran de mis labios, podrían ser decisivos, para dictaminar la bomba que explotaría y no dejaría un solo destrozo en un lugar. Estaba más preparada que nunca, por mucho que los demás miraran, tenía en cuenta que era yo contra el mundo. Siempre lo supe, porque mientras esta parte débil de mi intentaba salir, yo sabía que era más fuerte.

»—Algunos se preguntaran que hace aquí una adolescente de una mayoría de edad recién cumplida. Puede que mis palabras no sean las correctas, pero empezare desde donde todo comenzó. Yo era una niña con unos padres normales, tenía una vida que muchos envidiarían, pero tenía una familia que pensaba que era feliz, que se apoyaría hasta en las malas. Pero en casa las cosas no eran como uno creería. Mi padre es un abogado prestigioso, mientras yo pensaba que mi madre era una mujer que no tenía trabajo, que dependía de un hombre que empezaba a cambiar. Las constantes aventuras comenzaron a invadir nuestro hogar, los golpes en su cuerpo comenzaron a ser más visibles, los gritos traspasaban las paredes y el odio en los ojos de mi progenitor era cada vez más patente. El miedo y la toxicidad en el aire era lo único que se olía cuando se estaba allí encerrado. Hasta que llego el día en que todo cambio, que los papeles se distorsionaron y mi mundo cambio sin siquiera avisarme.

Una noche igual que tantas noches, se encontraba borracho y no dejaba de golpearla, escuche los gritos de mi hermana para que se detuviera pero no escuchaba, ella se interpuso y de allí la empujo y se subió encima suyo para agredirla, pero mi madre detuvo el golpe que iba a ser impactado contra su mejilla y de allí se tornó hacia ella y...—las lágrimas surcaron mis mejillas con un dolor que me quitaba el aliento—, saco la pistola y la disparo.—cerré los ojos, por la viva imagen de ello, pero los abrí para mirarle a la cara y demostrarle que esta vez no se saldría con la suya como la otras—. Nos escondimos en el bosque y él consiguió deshacerse del cuerpo. Nos amenazó y nos hizo jurar que nunca se lo diríamos a nadie.

Los años pasaban y con ello la asfixia se acrecentaba. Después de haber vivido y observado a la muerte de frente, esta me visitaba cada noche y cada día de mi existencia. Las pesadillas eran constantes y la tristeza me dominaba.

Mi primo era igual que mi padre, aparentaba hacia los demás que era una buena persona, pero veía en su mirada esa lujuria contenida que si tenía oportunidad se desataría.

Llegue a enamorarme y eso me llevo a una de mis peores condenas. Pensaba que esa persona me ayudaría a sobrellevarlo todo, pero eso solo provoco que todo empeorara aún más.

Sin darme cuenta Adam Sanders me manipulo a su antojo, intento dejarlo cuando me empecé a percatar de que todo iba de mal en peor. E una noche me secuestró contra su voluntad, enfrente del hombre que por la ley y biológicamente debería ser mi padre le dejo llevarme. A pesar de que gritara con todas mis fuerzas, se mostró inmune a mi dolor. Estuve en una cabaña que es propiedad de Mathew Hills durante un mes. Cada día era peor que el otro, y Liam Brian Hills, mi primo, era su cómplice. Me torturaban con lo que sea que tuvieran a mano, cada golpe en mi cuerpo podía durar minutos o horas si hacía falta. Por mucho que me resistiera no cesaba.

Pensé en el suicidio. Pensé en matarlos a todos. Pensé en hacerles sufrir hasta que vivieran en la pesadilla que ellos me provocaban vivir.

Pasaba hambre, me gritaban hasta que viera que no tenía opción y que dejara de resistirme, la pintura de las paredes era cada una de las gotas de sangre y lágrimas que salían de mi cuerpo. En varias ocasiones llegue a la inconsciencia, pero litros de agua me despertaban.

También fui esposada de las manos, y los latigazos enfurecían cada tramo de mi cara. Provocaban que quisiera salir corriendo pero cuanto más me acercaba, más me volvían hacia atrás y más marcas en mi cuerpo dejaban. Una noche que me soltaron, conseguí escapar. Tuve que dejar que mi primo me tocara la piel del rostro y eso llego a estremecerme hasta las entrañas. Agarre la navaja que tenía en uno de los bolsillos de sus pantalones y con él, son decisión y apartando todo el miedo que pudiera sentir lo clave en su pierna y cuando me levante le di patadas hasta dejarlo inconsciente. Lo mismo hice con Adam, pero fue más difícil, note el toque de sus dedos incrustarse con fuerza en las hebras de mi cabeza, pero a pesar del dolor, conseguí salir de allí corriendo mientras cerraba la puerta en sus narices después de encontrar la llave para encerrarlos.

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora