Capítulo 9

98 28 29
                                    

Alex Greyman:

Todavía es de noche, hace como unas cuantas horas que ella se ha dormido, pero yo no puedo conciliar el sueño después de todo lo que me ha contado. Se ve tan perfecta cuando duerme, su cara angelical, su boca entreabierta, sus cabellos cubriendo su rostro, que pena que ella misma no pueda ver lo hermosa que es, no puede ver que es maravillosa a su manera.

Con delicadeza, con mis dedos del brazo libre que tengo—es decir, el izquierdo—le aparto los pelos revoltosos que tiene esparcidos por la cara, y se los pongo detrás de la oreja, ella con el toque de mis dedos helados se remueve, me pongo rígido y miro para otro lado, por si se despierta. Pero el único movimiento que noto, es que sus manos se aferran más a mi camiseta, estoy seguro de que si estuviera despierta, ahora mismo estaría tartamudeando y colorada, o puede que no, a veces, ella suele ser muy impredecible. Nunca sabes que es lo que piensa, cualquier cosa que salga de ella me sorprende, con el poco tiempo que la llevo conociendo, más bien, es un misterio.

Con toda la lentitud posible, separe sus manos de mi camiseta y se las deposite con delicadeza en la cama. Salí de la cama, intentando hacer el menor ruido posible, cerré la puerta con cuidado, y cuando ya estaba fuera del dormitorio suspiré con alivio. Pero de pronto me puse en alerta, había una luz disparando a mi dirección, y había una sombra de alguien con una bata de cocina.

— ¿Qué haces a estas horas despierto, hijo?—era mi abuela.

—Uff, que susto me has dado abuela. Nada, que Zara ha tenido una pesadilla y la he tranquilizado, hasta que se ha dormido. ¿Y tú qué haces despierta?—le cuestioné mientras me acercaba a ella.

—Pues ya sabes, suelo levantarme a estas horas, para tomarme un vaso de leche. Para conciliar el sueño. —me dijo, mientras entraba en la cocina y se preparaba un vaso de leche.

—Ya que estas, voy a hacer lo mismo y me tomaré unas galletas. —le decía con la tripa hambrienta.

Mi abuela mientras se bebía su leche, me estaba mirando muy fijamente, y no paraba de pestañear su ojo derecho, eso significaba que quería preguntarme algo, que tenía curiosidad. Estoy seguro de que quería saber desde cuando había conocido a Zara. Aunque debo admitir que es normal, que tenga curiosidad de saber de dónde viene, pero no había gran cosa que contar.

—Abuela, sea lo que sea que quieras preguntarme, suéltalo. —le dije con toda la indiferencia que casi siempre demostraba.

— ¿Desde cuándo os conocéis? ¿De dónde ha salido? Nunca me dijiste que tuvieras novia, y aunque no lo sea, está claro que sientes algo por ella, no me lo puedes ocultar. —me dijo de sopetón, lo que me daba cierta gracia es que cuando mi abuela tiene curiosidad, habla demasiado rápido y cuesta un poco sopesar todas sus preguntas de inmediato. — ¿Es peligrosa? Es que tiene un brillo en sus ojos, que resultan un poco, no sabría cómo decir.

—Bueno, la conocí en una fría noche en el bosque de "Las sombras", la vi desamparada, con la ropa rasgada, con moratones en el cuerpo y heridas, tenía sangre en su ropa toda arañada y desaliñada. Y la verdad, es que no pude evitar ayudarla, ella estaba muerta de hambre y se desmayó encima mío.—me tomé una pausa, los ojos de mi abuela estaban abiertos de par en par, me alentó con su mano a que siguiera, mientras ella se sentaba con lentitud arrastrando una silla, y tomando más galletas y leche para seguir escuchando como relataba la historia— Al día siguiente de lo sucedido, le ayude con ropa y materiales de la casa del árbol, que ya sabes que tengo. Me contó un poco de su historia a trozos, como mucho sé que escapo de una cabaña, que estaba a unos tres kilómetros de donde me encontraba. O eso es lo que ella me contó, se nota que no se siente en plena confianza conmigo, ya que hace como una semana y media que llevamos conociéndonos. Pero yo me ofrecí a ayudarla, ya que se nota a leguas que necesita ayuda. Quería llamar a la policía, pero me insistió que era mejor que no lo hiciera. Ya que si no él la encontraría. Y lo que me desconcierta es saber quién es ese él.

—Oh, esto es increíble. Pobre chica, y por lo que haya llegado a pasar. —su boca se encontraba bien abierta, mi abuela me abrazo diciendo que la ayudara en todo lo posible, y que pase lo que pase estaría conmigo. Correspondí a su abrazo, y no sé si serán imaginaciones mías pero oí a alguien caminar, seguro que serían imaginaciones mías, después de todo lo cansado que estaba, a veces, mi mente me fallaba.

Pero un presentimiento me envolvía y me daba la sensación, de que ella y yo ya nos habíamos visto en otra ocasión, había algo en ella que me daba una mala espina, algo escondía, y seguro que era algo grande.

"Y sea como sea lo descubriré" pensé, para mis adentros.

Él no estaba al tanto. Pero ella había escuchado toda la conversación, que mantenía con su abuela, todo poco a poco iba marchando como lo tenía planeado, las personas que le habían hecho sufrir pagarían por ello, todo llega a su debido tiempo. Todo acto de maldad, tiene sus consecuencias y una bomba tarde o temprano explota donde menos te lo esperas. Si eres precavido e inteligente saldrás ileso y sin ningún rasguño, pero si no lo eres saldrás herido o muerto.

La vida es como un partido de ajedrez, se gana o se pierde, tú decides. Puedes decir si jugar con astucia y precavido o si prefieres dejarte llevar por tus impulsos sin mirar atrás.

Con su cabello pelirrojo como la sangre cubriendo surostro y sus descalzos pies pisando el frío suelo, sus ojos habían cambiado decolor miel a uno más oscuro, la oscuridad formaba parte de ella, se adentró ala habitación, con una sonrisa perversa. Sabiendo que ese solo era el principiodel final que vendría

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora