Capítulo 16

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Kate Summers:

Tres semanas después.

Liam estaba realmente loco, cuando se iba de la pequeña casa en la que estaba prisionera. Tenía todo realmente preparado, tenía a hombres que me vigilaban las veinticuatro horas del día.

Me estaba matando de hambre, solo porque quería saber que sabía de mi media hermana. No quería soltar ninguna palabra, solo me soltaban para ir al baño, y encima una chica joven me acompañaba al baño, para procurar que no escapara.

« ¡Hoy en día no se podía tener un poco de intimidad!»

«A saber de dónde había salido esa chica»

Estaba curiosa por saberlo, pero lo que me más me preocupaba era mi hermana. No quería que la encontrara.

Estaba perdiendo las fuerzas y las esperanzas. Por mucho que tramara un plan, no sabría si tendría el suficiente control para estabilizar mi cuerpo. Él se apiadó un poco de mí y me daba de comer algo, odiaba eso pero no tenía elección.

Me torturaban no solo con no comer, no me podía duchar y olía peor de lo que podría imaginar, también tenía la prenda bien atada a mi boca, me perforaba la piel.

Me tiraban agua fría para sacarme información, y me amenazaban.

«No pienso soltar prenda, por mucho que se empeñen»

Un día uno de los hombres, calvo, y con los ojos negros, se me acercó y otro de sus compañeros hizo lo mismo. Mis alarmas se dispararon, sea lo que quisieran hacer conmigo no iba a ser nada bueno.

— ¿Por qué no nos divertimos un poco con ella? Ya que el jefe no está, aprovechemos. —dijo el calvo corpulento, a uno de sus compañeros que era igual de corpulento que él.

—Pero el jefe, nos dijo que no la toquemos ni un pelo y que si lo hacíamos, mejor despedirnos de nuestra vidas. —Decía el otro mientras se pasaba los dedos por el cabello, pero el otro intentaba convencerlo. —Será divertido, es más, nos pasamos horas aquí vigilando, y lo gracioso de todo es que no puede hacer nada.

—Bueno... Pensándolo bien, será divertido

Se me acercaron, con sus miradas llenas de morbo. Sentía ganas de vomitar, sentía unas ganas terribles de llorar, me retuve las lágrimas y tragué como pude en seco.

« ¿Cómo puede existir gente así, en este mundo?»

—Eres preciosa. —me dijo el calvo, con los ojos llenos de lujuria. Con sus manos me empezó a acariciar el rostro, el otro me empezó a acariciar las piernas. Si se creía que iba a tomar eso como un cumplido, estaba bien equivocado conmigo.

— ¡Hmmm! ¡Hmmm!—intente gritar, pero todo era inútil. El más alto de ellos me dio una bofetada, y siguieron tocándome. Irremediablemente se me escapo una lágrima, esto daba asco, sentía un asco hacia mí misma, hacia mi cuerpo, no podía retener el temblor que me ocasionaba todo esto.

— ¡No nos hagas las cosas más difíciles!—me gritó uno de ellos, trate de calmarme y como pude me intente relajar.

—Te vamos a quitar las cuerdas de las manos y los pies. Como te atrevas a hacer algo, despídete de tu vida. —me las quitaron, me quedé inmóvil, ahora que ya tenía las manos y las piernas libres, pensé lo más rápido. Se me ocurrió una idea. Me iba a repugnar, pero era lo mejor que podía hacer.

Con toda la lentitud posible mientras ellos dos miraban a mis pechos, me quite la tela de la boca.

«Por fin tengo la boca libre. Cometieron el error de quitarme las cuerdas, pero lo agradezco»

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora