Capítulo 43

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Zara Hills:

Pasaron meses, hubo momentos en los que decaí, caí en la parte irracional de mi misma, pero volví a levantarme y despertarme. Ya había abierto el regalo que me había proporcionado mi novio. Cuando lo abrí enfrente de Rin, mis ojos no dejaban de llorar. Seguramente, era lo más bonito que nadie podría haberme dado. Hubo pocas veces, pero que me dejaban hablar con mi hermana o Alex. Pero solo si veían que eso no me alteraría. Pero más bien, mi rutina diaria, era prácticamente estar desconectada del mundo exterior, algo que agradecía en cierta manera. No saber de los demás, ni los focos, o las habladurías. Sabía que tarde o temprano, debería prepararme para todo, pero por ahora, estaba a salvo.

Mi psicóloga, me recomendó escribir y eso es lo que solía hacer la mayoría de las veces en mi tiempo libre.

A las noches solía escribir, antes de dormir, ya se convirtió en una "obligación"

Así empecé mi texto poético de motivación a mí misma:

Si la lluvia fuera capaz de escucharme, creo que sus gotas serían capaces de acompasarme. Estoy llena de cicatrices, que por ahora están recubiertas, de borrosos recuerdos tristes.

Escucho como las gotas repiquetean contra el cristal, mientras acaban depositándose en el suelo, mientras mi reflejo se muestra en el ventanal, me pregunto qué será de mi escudo.

Puede que en realidad nunca estuvo allí, puede que solo fuera mi imaginación, esa voz interior que me mandaba por dónde ir, y podía ser una errónea percepción.

El frío se cuela por mis entrañas, pero me siento más viva que nunca, como si en realidad por fin hubiera abierto los ojos. Puede que en realidad no soy lo que muestro a los demás, sino una simulación en proceso de desarrollo, aunque si lo siento extraño.

Antes la escuchaba a ella, decirme que no era lo suficiente, pensé en tener pareja, como si fuera la experiencia más coherente.

Poco después, me di cuenta de que no necesitaba a nadie, ni siquiera un antes. Debido a que yo podía crear mi propio baile.

Ese que solo sería parte de nosotras, corazón y alma. Las dos siempre estuvieron allí, pero nunca supieron como reencontrarse hasta que no empecé a amarme a mí misma. No porque así los demás se fijaran en lo que transmito, sino que me lo debía a mí.

Mi felicidad.

Mi sonrisa.

Mi personalidad.

Esa era la receta mágica.

Me metí en la cama a dormir, sentía todos mis huesos entumecidos, hoy había sido un día muy cansado. Sentía que en el sueño estaba cayéndome de un precipicio oscuro y que de repente me volvía a despertar en la cama. Era como si mi cuerpo se despegara de todo mí ser, era terrorífico, ahora estaba en un bosque, corriendo como si mi vida dependiera de ello, mientras mi respiración golpeando a las palpitaciones de mi corazón, me iban asfixiando poco a poco. Unos ojos gatunos me observaron, me caí de culo en la hierba. Me volví a levantar, mientras corría lo más lejos del panorama que estaba viviendo.

Unas manos me acariciaron y me agarraron de la manga de mi pijama, haciendo que me despertará y gritara del susto, mis ojos estaban lagrimeando.

Pestañee unas cuantas veces, hasta que vi a Rin al lado mío.

Sus ojos en la oscuridad me aterraron un poco, es que las facciones de su delicado rostro y sus manos, sus dedos eran una catástrofe y fue allí cuando olfatee el olor metálico de la sangre. Intente no sucumbir al sentimiento más asfixiante que nunca podría experimentar una persona.

El verdadero terror, era lo que en realidad no podías ver.

—No hay nadie, Zara. Hay sangre, y gente muerta por los pasillos. Me desperté para ir al servicio a beber agua, y me caí al suelo resbalándome con la sangre que estaba saliendo de uno de los agujeros de las paredes. Me acerqué a ayudar a un señor, y cuando lo toqué,...—traga saliva— no tenía pulso. Estaba muerto—parecía sumida en un trance, como si no fuera capaz de sentí todo lo que estaba diciendo, era algo parecido a que había perdido la capacidad de llorar, o enseñar algún tipo de temblor en su voz. Ya lo entendía, era un escudo. La abracé aun con el asco impregnado en mi interior, por saber que sus manos me mancharían de sangre, pero eso era lo menos importante.

—Tenemos que salir de aquí—exprese con urgencia. La agarre de la mano, mientras ella cobraba un poco de su pequeña vitalidad.

Cuando salimos de mi oscuro cuarto, nos enfrentamos al peor panorama que nunca hubiéramos creído que veríamos en nuestras vidas.

Sangre. Cuerpos inertes, que gracias a la confusión que sentían nuestras mentes no podían distinguir de quienes habían sido. Encendimos las luces, y comenzamos a correr, pero se apagaron de repente, y comenzaron a parpadear, vimos una figura completamente vestida de negro, con un cuchillo, a unos metros enfrente de nosotras, mientras en sus manos sostenía unos cables.

—Nunca he sido buena deportista, pero es hora de que corramos. Porque nuestras vidas dependen de nuestros pies, no de una cara bonita—Rin expresó, acabando la oración mientras corríamos, sin importar si estábamos pisando sangre ajena, suciedad o lo que sea que estuviera en el suelo. Íbamos agarradas de las manos, en ningún momento miramos atrás, pasamos por una esquina como una metralleta e entramos en unos baños, el individuo iba a entrar, pero las dos con nuestros hombros empujamos la puerta para que no entrara, cuando los conseguimos cerramos con pestillo, mientras de consiguiente escuchábamos como profería blasfemias. No entendíamos el motivo, pero vimos sangre salpicada, con nuestros ojos nos guiamos hasta verlo. Le habíamos cortado el dedo pintado de negro.

Y estaba allí en el suelo.

—Bueno, por lo menos si le gustaba masturbarse, si conseguimos salir vivas, le meteré el dedo que le falta por el ojete, a ver si lo disfruta más—lo que acaba de decir Rin me dio mil años de vida, me carcajee súper fuerte mientras mirábamos dentro de los váteres, encontramos una ventana abierta, me ayudó a subir y salí hacia el exterior, suerte que era el primer piso. Cualquiera se podría preguntar porque no salimos por la puerta, respuesta simple: las puertas por las noches siempre estaban cerradas, nadie puede salir. Pero no entendía como nunca había sabido del paradero de este baño en común. Cuando le di la mano a Rin, ella la rechazó.

— ¿Qué haces? ¿Quieres que te mate, antes de intentar sobrevivir?—La observé mientras ella se rompía la camiseta y envolvía los trozos en una de sus manos, como si fuera a boxear, nunca la había visto tan seria y tan decidida, a hacer algo que ni yo misma nunca me imaginaria.

—No. Le voy a dar una lección— de un lado del váter, sacó un trozo muy grande cristal y lo sujetó con firmeza mientras la puerta se abría de un golpe muy seco, con impacto observe como se abalanzaba hacia nosotras, Rin con agilidad lo esquivó y le clavó el trozo de cristal, sin pestañear en el hombro, y de consiguiente le tiraba una patada en sus partes.

Volvió hacia la libertad conmigo, mientras decía estas palabras.

—Seré un saco de huesos, pero ten cuidado, porque estos huesos que parecen débiles a simple vista, pueden partirte los tuyos y usarlos para dar de comer a los leones.

Salimos corriendo, aun tropezándonos con la hierba. De impedimento teníamos la verja de seguridad, que comenzamos a escalar. Cuando tienes que sobrevivir a uno de tus peores pesadillas, es allí cuando abres los ojos y te dices: Sé que voy a morir, ¡Pero no será hoy!

Cuando salimos al verdadero frio de la noche con nuestras batas de hospital, la incertidumbre, nos movió a ir corriendo descalzas, sin saber lo que nos depararía.

Mientras nos reíamos con lágrimas de alivio en los ojos, no sabíamos que nuestra batalla no había acabado, una luz nos cegó mientras las dos caíamos al suelo, del golpe impactado contra nuestros cuerpos. No sabía si ese era nuestro fin, pero si sabía que mientras las dos cerrábamos los ojos, una sonrisa que me resultaba característica, se burlaba de nosotras con la victoria plasmada en sus facciones, mientras se quitaba ese antifaz que por un momento, había logrado engañar a todos, hasta a mí. 

Inocente: Sobrevivir, para vivir ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora