Lunes, 25 de Junio de 2018.
C A R O L I N A
Una vez ya hemos regresado a nuestra ciudad algunos se bajan desesperados y hablan de lo bueno que es ya estar al fin en su ciudad natal.
— ¡Al fin este rico calor! ¡Me estaba cagando del frío en Quito! — el grito de Nancy causa una risotada en toda la gente cercana.
— Carolina... ¿Te vas sola a casa? — mis padres se iban a ir donde una tía a Duran, que es como otra pequeña ciudad dentro de Guayaquil.
Asiento a Marcela encogiendo los hombros.
— Tendré que ir a casa no más, y quedarme sola hasta tarde que regresen mis padres, seguro mi hermano estará en otra parte menos en la casa. — estoy a punto de alejarme para ir a tomar el bus, cuando alguien me agarra de la muñeca.
— Espera oye ¿como que te quedas sola en casa todo el día? — Kenny me mira interrogante.
— Este... si... algo así.
— ¿Quieres venir a mi casa? Luego te puedo acompañar a la tuya... — deja las palabras en el aire y yo me quedo de piedra.
¿Qué carajos?
¿Por qué quiere llevarme a su casa?
— Mis hermanos estarán ahí, estoy seguro que les caerás bien.
— ¿Y tus padres?
Veo como su expresión cambia y suelta mi mano dando un paso lejos de mi.
Veo como se pone a la defensiva antes de hablar.
— No estarán. — su voz suena más gruesa, suena enojado.
Tal vez no se lleva bien con sus padres.
— ¿Y qué haremos?
— Lo que tu quieras. Entonces... ¿Vienes conmigo?
×
— ¡Kenny! — una voz chillona resuena por toda la casa y de pronto aparece un niño ¿rubio?
Es más que rubio, dios, parece blanco su cabello.
Debe tener al menos unos cinco o seis años y se le cuelga de la pierna a mi Zombie. Luego me mira, y como es tan pálido como Kenny, noto que sus mejillas pecosas se ponen rojas como dos tomates. Sus ojos oscuros se agrandan y en un susurro me saluda.
No sé de donde sacaron a este niño, solo se que definitivamente, es un niño precioso.
— Hola. — le sonrío y la cara se le enrojece más, medio sonríe.
— Él es Klever. Tiene siete años y bueno... — noto la delicadeza con la que le acaricia la cabeza al niño, lo hace con tanto amor que me dan ganas de apretarle más los cachetes por lo tierno que es — Klever, ella es Cary... ¿Es linda no? — se agacha a su altura, él niño asiente mirándolo, me dan ganas de reírme — Creo que acaba de enamorarse de ti. — Kenny se ríe y me mira desde la altura de su hermano pequeño.
Los miro a ambos y noto que son realmente parecidos en el rostro, solo que uno es rubio y el otro pelinegro.
— Al fin llegas... — una niña de creo unos trece años me queda mirando desde la entrada de lo que parece el comedor.
Es idéntica a Kenny.
Es igual de pálida y pelinegra como él. Excepto que también tiene pecas en el rostro como el niño pequeño y son más notables, la hace ver más linda de lo que ya es.