Sábado, 23 de Junio del 2018.
C A R O L I N A
Llego al colegio acompañada de mi papá para el paseo que saldremos a las ocho de la mañana y los representantes deben firmar que han dado permiso de llevarnos y que se han asegurado que sus hijos han venido al colegio y van al paseo.
Mi papá y yo llegamos riéndonos de una señora que venía regañando a su perro delante de nosotros en el bus.
Ni siquiera sé como la dejaron subir al bus con el perro.
— Recuerda que no vamos a estar en la casa con tu mamá hasta tarde ese día que regreses, si quieres quédate con alguna amiga o anda donde Javier o Bruno, para que no te quedes sola. O donde tu abuela incluso.
— Está bien pá, igual ya estoy grande, por dios, no le voy a abrir la puerta a nadie. — suelto una carcajada a lo que mi papá sonríe con burla.
— Como eres media chistosita... — me da un golpe en la nuca a lo que me quejo.
Desde siempre he sido un hombre en la casa, mi hermana era la princesa, pero ya tiene hijos y se casó, por lo que solo somos mi hermano y yo en casa, y con mi papá.
Como nunca le he dado dolores de cabeza con los hombres como mi hermana, tiene muy creído que soy un hombrecito, también tiene que ver que antes tomaba la ropa de mi hermano y la usaba todo el tiempo, la ropa de niña que me compraba mi mamá, la dañaba en un dos por tres para excusarme de que no tenía más ropa y por eso tomaba la de mi hermano.
Por eso también pensaban que era lesbiana.
Pero es solo que... Nunca me había sentido a gusto con mi cuerpo, mis tías siempre hablaban de que tenía bonitas piernas y unas posaderas lindas también. Y eso me acomplejaba, sentía asco de mi por alguna razón, me desesperaba usar cosas pegadas, odiaba las mallas que mi mamá me hacía usar en ballet hace años porque se me pegaban al cuerpo y las partes en desarrollo se traslucian, cosa que me daba un terror terrible.
Ahora he aprendido a sentirme más a gusto con mi cuerpo, pero no tanto, hay veces en las que me sigo escondiendo con la ropa porque me da asco de mi misma por todos esos hombres morbosos que se me quedan mirando en la calle y encima me dicen cosas, nada obsceno, pero si sueltan piropos de una manera que deberían hacer con una mujer, no con una niña de quince años y ellos con cuarenta, sino es más años.
No se dan cuenta de que eso a algunas mujeres nos asusta y nos hace odiarnos de cierta forma, porque nos da vergüenza mostrar nuestros atributos para sentirnos lindas nosotras mismas, y nos da terror igual que asco que nos miren de esa manera libidinosa.
Por eso también no me gusta que se acerquen a mi, siento, tengo el complejo que lo hacen con un fin morboso.
Detesto el contacto físico con los hombres.
Cuando estamos por partir, en el bus saludo con la mano a mi Zombie que esta al final del bus con sus amigos y me sonríe.
Aplana sus labios y una de las comisuras de sus labios se eleva, es lo que en él es una sonrisa.
Como no somos tantas personas hemos alcanzado bien en un solo bus. Más los dos profesores que nos supervisan. El rector del colegio, el vicerector y la inspectora van en un carro aparte, es un viaje en otra ciudad de nuestro país, está a seis horas de distancia, y ya tienen alquilado casi todo un hotel, pensaban que sería un desastre encargarse durante dos días de muchos adolescentes hormonales, pero sé que todos mis amigos se saben comportar.
Como no, Marcela se apoya en mi para dormir, yo me apoyo en la ventana cerrando los ojos y escuchando la música retumbar en mis audífonos. En un momento me doy cuenta de que me he quedado dormida cuando la música se corta un rato y escucho unos gritos.