Capítulo 33

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Llego por la mañana a la bodega y allí me encuentro con Isabel que está ya preparándose para el trabajo de hoy. Me mira de forma interrogante, quiere saber lo que pasó ayer.

—¿Qué pasó ayer?

—Me dejó entrar y conocí a su abuela. Es una mujer encantadora que tampoco soporta a Rocío.

—Vaya, os llevaréis bien seguro. –Sonríe mientras sorbe un poco de su café.

—Sí, me ha pedido que la visite más a menudo para contarle los últimos chismes que pase con su nieto.

—Es una mujer que se preocupa por su nieto. Y él, ¿está de acuerdo con que vayas a menudo por allí?

—Eh, creo que no, yo no se lo he dicho y me da que su abuela seguro que tampoco.

—No te metas en líos Astrid.

—Tranquila, lo tengo controlado.

—Bueno, su hermana y la innombrable está por allí.

—No lo sé, ayer no pasaron por ahí cuando estaba yo y por lo que me dio a entender Aurora, al menos la innombrable no pasa por allí.

—Bueno, son noticias buenas. Puedes estar a solas con Noel sin interrupciones.

—Sí, aunque no lo veo muy receptivo.

—Bueno tiempo al tiempo. Y tienes a su abuela de tu parte, son puntos importantes a favor.

—Veremos qué pasa.

Después de esta conversación, nos ponemos a trabajar mientras va llegando los demás menos Noel, que sigue con sus días de permiso para seguir cuidando de su abuela. Esperemos que se cure, es una gran mujer que debe seguir viviendo.

Llego a mi casa, sola de nuevo, echo de menos a mi hermano y eso que solo ha pasado una semana conmigo, pero daba ruido a la casa. Y ahora cuando llego está otra vez el silencio. No pienso mucho en esto porque tengo que comer, e ir a casa de Noel a visitar a Aurora y así le doy un pequeño descanso a él.

Cuando llego a su casa veo que la puerta de abajo no está abierta. Es una pena, no podré darle una sorpresa Noel a no sea que se lo haya dicho Aurora de que iba a venir. Llamo al telefonillo y espero.

—¿Quién es? –Ese es Noel preguntando.

—Soy yo, Astrid.

Hay un silencio al otro lado del telefonillo y tengo la duda de que me deje entrar o no esta vez. Pero escucho el sonido que dice que está abriendo la puerta y yo empujo para subir a su piso y ahí ya me está esperando Noel que viste con una camiseta blanca, sudadera negra, pantalones de chándal negro y unas zapatillas de andar por casa.

—No hace falta que vengas todos los días, ayer ya ayudaste bastante.

—Lo sé, pero tu abuela me pidió que viniera a menudo para hablar con ella. –Entrecierra los ojos con esa contestación que he dado, no debería haberle dado tantas explicaciones.

—¿De qué habláis?

—De la vida en general, tenemos muchos temas de conversaciones.

—Ya. Pues está durmiendo ahora.

—Tranquilo, esperaré. –No le ha gustado eso, pero se resiente y me deja pasar y yo le doy las gracias.

Me siento en el sofá y él se sienta en el sillón que hay en diagonal. Mira a todos lados menos a mí y yo ya no aguanto más.

—¿Hasta cuándo va a durar tu enfado? –Esa pregunta lo hace reaccionar y me mira.

—No lo sé, no me gusta que ataques a mis amigos.

—Pero ella si me puede atacar. –Eso lo digo en voz baja, pero es obvio que me ha escuchado.

—¿Qué? –Esta extrañado.

—Nada, déjalo.

—¿Cuándo habló contigo?

—¿Por qué me ibas a creer ahora Noel?

—No sé, podrías intentarlo. –¿A sí? Veremos, seguro que me atacas por decir eso de tu amiga maravillosa que nunca ha roto un plato.

—Si te dijera que fue al trabajo y me dio las gracias por dejar el camino libre para manipularte y estar contigo como pareja, ¿me creerías? –Se echa hacia atrás en el sillón y me mira serio. Yo no aparto la mirada.

—Pues no, no me lo creo. Rocío no es esa clase de persona. –Empieza a negar con la cabeza y se va para su habitación.

Lo sabía, sabía que no me iba a creer porque tiene a su amiga en un altar. Ojalá tuviera pruebas o algún testigo que la viera conmigo hablar. Pero no tengo nada. Y así seguiremos los dos hasta que se descubra ella sola o el abra los ojos, enfadados el uno con el otro. Deseo como Aurora, que no sea demasiado tarde porque lo quiero, pero me puedo cansar de este juego y terminar con todo.

Con esto en mente, me dirijo a la habitación de Aurora a ver si está despierta y así es. Me está mirando y no sé si ha escuchado la conversación que he tenido con Noel.

—¿No te ha creído? –Sí que nos ha escuchado.

—No, no sé qué hacer ya.

—Paciencia, ya se dará cuenta.

Yo me encojo de hombros y le sonrío a la mujer, ya estoy perdiendo la paciencia, pero no se lo dejo saber. Nos ponemos a hablar de cosas y ella me cuenta cosas de su juventud. Así estamos un par de horas hasta que escucho la puerta de la habitación de Noel abrirse.

Habrá descansado un poco y yo me despido de Aurora y le prometo venir de nuevo pronto por lo que ella está encantada. Salgo de la habitación y me dispongo a irme sin despedirme de él, pero no lo consigo porque me habla.

—Gracias por venir a hacerle compañía a mi abuela, Astrid. –Me giro y lo veo ahí apoyado en el marco de la puerta de la cocina.

—Un placer, adiós.

—¿Vas a venir mañana?

—¿Necesitas algo? –Entrecierra los ojos y niega.

—No, pero para saberlo.

—No creo que me pase mañana. Pero vendré pronto.

Asiente con la cabeza y yo me voy de la casa. Ojalá esa pregunta me la hubiera hecho esperanzado como si quisiera volver a verme, pero no ha sido así. Por eso he dicho que no a mañana, quiero ver si me echa de menos o con la conversación de antes se decide a hablar.

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