Capítulo 13

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Son las once de la mañana y he podido evitar a Noel todo el tiempo. Necesito tiempo para pensar, no sólo en la charla que tuve con mi madre sobre él, sino también en el sueño que tuve. Cierto que dije que me le voy a pensar, y mi pensamiento se acerca a darle una oportunidad a Noel para ser un compañero de sexo hasta que nos cansemos uno de otro y luego seguir trabajando como dos profesionales sin hacer sentir tensión al equipo.

Por supuesto, todavía no se lo voy a decir, porque quería esperar un poco más a ver dónde iba nuestra amistad también, y si puedo confiar en él cuando todo se acabe, si acepta claro, en que se comportará como un profesional en el trabajo, tanto cuando estemos liados como después de habernos sacado de nuestro sistema.

Voy hasta Isabel que está pasando unos datos al ordenador después de haber medido color de uno de nuestros vinos:

—Isabel, ¿te vienes a desayunar? –Isabel se gira en cuanto me escucha.

—Me encantaría, pero creo que cogeré algo rápido en la máquina, tengo que seguir midiendo y quiero que me dé tiempo medir todo el color de todos los vinos.

—De acuerdo, pues en unos cuarenta y cinco minutos estoy aquí.

—Si quieres te acompaño yo, tengo un hueco libre y tengo hambre.

Mierda, es Noel, demasiado he durado evitándolo. Lo miro y no quiero montar una escena delante del equipo porque sé que, si digo que no, me va a dar guerra.

—Claro, vamos.

Soltamos las batas los dos y nos vamos al bar que está al lado de la bodega a desayunar. Nos pedimos nuestras tostadas y café y nos sentamos en una mesa al fondo.

—¿Lo que nos dijimos el sábado fue un límite para ti? –Joder, no me ha dado ni tiempo a empezar a juntar el tomate que ya ha soltado la pregunta.

Aunque no nos dijimos mucho, más bien el límite es lo que soñé yo, pero eso él no lo sabe, así que me he perdido un poco.

—¿Qué nos dijimos el sábado?

—¿No te acuerdas? –Está algo sorprendido.

—No, solo vimos unas tres películas, cenamos y comentamos la película, pero poco más.

—Y te quedaste dormida en el sofá.

—Eh no, me dormí en mi cama en cuanto te fuiste.

—Ya claro, dormiste ahí gracias a mí que te llevé yo y porque fuiste una cabezona porque no te querías mover del sofá.

—¿Qué? No es verdad. –Me niego, ¿él me llevó a la cama? No puede ser.

—Si es verdad, además recuerdo algo de que me abrazaste por el cuello y dijiste algo como 'me pasaría la noche en tu cuello'. –Me está mirando bastante serio, pero a la vez divertido, joder no puede ser verdad, no no, tonta yo ¿por qué coño me tuve que quedar dormida y luego soltarle eso?

—Joder, no dije eso, fue mi mente que estaba dormida y no sabía lo que decía. No te creas nada.

—No sé la verdad, yo te vi muy convencida, tan convencida que incluso te acercaste para besarme. –Abro muy bien los ojos porque no me creo que haya hecho eso no.

—Menos mal que fui sensato y actué como amigo que soy y me aparté y después de dejarte en la cama te di las buenas noches, de nada. –Me guiña.

Y yo pongo mi cabeza en la mesa porque tengo vergüenza ajena de mí, ¿por qué tuve que hacer y decir eso? Ahora se va a pensar que ando loca por él. Escucho una risa y sé que es él. Parece que no se va a compadecer de mí.

—Debo confesar que no me esperaba a una Astrid tan cariñosa. Pero no me meteré mucho contigo, tu secreto está a salvo conmigo.

—Gracias y por favor, no iba enserio lo que te dije. A ver, me lo pasé genial contigo y me caes bien pero ya está.

—Tranquila Astrid, no me lo tomé enserio y ahora vamos a comer y seguir con el trabajo, no quiero que mi jefa me eche la bronca por tardar tanto. –Me guiña, nos reímos y desayunamos.

¿Por qué lo que me ha dicho, que no se lo tomó enserio, no me lo acabo de creer? Lo he visto serio y ha mirado hacia abajo cuando me lo ha dicho. Tengo la sensación que no fui la única que dije algo. Y no me quedaré con esa intriga, lo acabaré por descubrir.

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