Capítulo 39

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—Astrid, despierta. –¿Ese es Noel? ¿Qué hace durmiendo conmigo? No recuerdo haber hecho algo con él, me despierto poco a poco cuando noto el dolor de espalda y donde estoy.

En el hospital, ahora lo recuerdo todo. Parece que me quedé dormida bastante tiempo.

—Son las seis de la mañana, tienes que volver a casa. –Lo miro y noto que no ha dormido nada. Sus ojeras están oscuras. Está muy preocupado, pero no creo que haya pasado nada porque sino me hubiera despertado antes.

—¿Y tú? ¿Ha ocurrido algo? –Niega con la cabeza.

—No, ahora me quedaré con mi abuela en la habitación.

—Tienes que comer algo y cambiarte de ropa.

—No te preocupes, no tengo hambre. –Me entrega las llaves del coche. –Ve a tu casa y descansa. Mañana tienes que trabajar.

—Puedo pedirme unos días libres. Además, es tu coche, es mejor que lo tengas por si ocurre algo o por si quieres ir a descansar mientras está tu hermana aquí. Mejor me pido un taxi.

Se pone de pie y me tira por un abrazo. Yo se lo devuelvo.

—Vale, ten cuidado. Gracias por todo Astrid.

Me alejo y asiento. Llamo a un taxi y salgo del hospital para esperarlo. No importa qué hora sea, siempre hay gente fuera nerviosa, triste o feliz por el nacimiento de alguien nuevo.

Llega el taxi y me voy para mi casa a dormir un poco. Es domingo y parece que ha pasado tres días al menos, ha sido un día muy largo el del sábado.

Llego a mi casa y lo primero que hago es darme una ducha para después irme a dormir. Necesito renovar energías para el día que me sigue.

Me despierto a las once de la mañana. Estoy con las pilas cargadas, así que recojo lo sucio, que es poco, luego me preparo el desayuno. Mientras me lo como llamo a Isabel.

—¿Qué ha pasado? Vi tu mensaje hace una hora.

—Aurora, la abuela de Noel, se quedó sin respiración y podría sufrir un paro cardiaco por lo que le pusieron oxígeno y un marcapasos. Por ahora está estable pero dentro de la gravedad. El cáncer la está atacando fuerte.

—Joder, pobre Noel, ¿cómo está él?

—Fatal, ayer descubrió que Rocío no era la niña buena, además de que su hermana la apoyaba para que mi relación con él se acabara. Fue un cúmulo de cosas que nunca lo vi como anoche, derrotado.

—Dios, ojalá se resuelva todo, y tú, ¿cómo estás?

—Bien, me obligó a irme a descansar un poco en casa, pero ahora me iré a llevarle comida. Estoy triste e impotente porque no sé cómo animarlo.

—No puedes, tiene que ir día a día y superar la situación que está viviendo. Saldrá adelante, es fuerte.

—Eso espero, me tengo que ir. Hablamos más tarde.

—Por supuesto cariño.

Salgo de casa y voy a un local de comida rápida a comprarle algo de comer para Noel.

Luego voy al hospital sobre las una de la tarde. Espero no llegar y escuchar malas noticias. Llego a la sala de espera de la tercera planta y no lo encuentro. Voy hasta la mesa donde hay una mujer y pregunto por Aurora.

—¿Eres familiar?

—No, pero he venido a traer comida para quien la está cuidando. –Asiente con la cabeza, pero no hace ningún amago de decirme que pase a la habitación.

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