I.

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Son las 6 de la tarde y la soledad de mi casa me abruma.

La verdad no entiendo por qué mis padres decidieron comprar una casa de dos pisos con 7 habitaciones cuando solo somos 3 personas en la familia; bueno, en realidad sólo yo vivo aquí.

Aún faltan tres horas para que mi madre llegue y llevo 20 minutos llamando a Branden pero no responde. Creo que lo mejor es que salga a dar un paseo para despejar mi mente y sacudir el aburrimiento.

Me pongo una chaqueta, mis zapatos y tomo las llaves de mi auto para salir.

Antes de salir se me ocurre ir a mi pizzería favorita, quizá hoy esté trabajando Allison allí y me ayude a distraerme un poco.

Allison es mi amiga, no la llamaría mi mejor amiga porque no es como que compartamos mucho tiempo juntos, pero además de Branden es la única persona que me trata normalmente. Quizá porque no sabe la riqueza de mis padres, el lugar en el que vivo, o el auto en el que llego.

Al llegar me estaciono una cuadra antes del restaurante y camino hasta la puerta como siempre hago, lastimosamente hoy no está Allison. Así que no me queda de otra más que comer solo.

Solo o con compañía igual la pizza es deliciosa. Cuando termino de comer pago la cuenta y entro en mi auto con rumbo a mi casa de nuevo.

Al menos ya son las 8 de la noche y solo queda una hora para que mi madre llegue a casa.

En el camino veo a lo lejos a dos personas peleando y a medida que me acerco empiezo a identificar las figuras, son Branden y su competencia revolcándose en el suelo mientras Ethan está ahí de pie sin hacer mucho.

Rápidamente me estaciono y tomo del brazo al primer cuerpo que puedo alcanzar, es Matthew, el amigo de Jessica. Lo tomo con ambas manos y sostengo sus brazos en su espalda.

Para evitar que Branden se levante del suelo y se le lance encima decido llevármelo hasta mi auto y lo obligo a sentarse en el asiento del copiloto.

Enciendo mi auto rápido y arranco sin rumbo alguno mientras Matthew hace una pataleta en su asiento y grita

-¡Déjame salir!.-

Una y otra vez.

-Te juro que lo mato. Déjame salir o salto.- me dice como si me conociera mientras se remueve en su asiento bruscamente.

-Salta si quieres pero no dañes mi auto- respondo

Es entonces cuando toma consciencia de dónde está y con quién está. Siento su mirada encima de mí y puedo escuchar la rapidez con la que respira pero aún así no dejo que mis ojos se despeguen de la vía.

La forma en la que muerde sus labios y apreta sus dedos me hace entender lo que siente: Ira.

-Y bien, ¿A dónde te llevo?- pregunto intentando romper la tensión.

-Eres su mejor amigo, ¿No?- pregunta cambiando el tema.

-Sí.-

-¿Cómo es que te llamas?- pregunta girando su cabeza para mirarme.

Su aliento huele asqueroso. Es puro licor barato.

-Patricia.- respondo secamente. Él ríe como si mi intención hubiese sido contarle un chiste en vez de simplemente cortar ésta conversación porque realmente no me interesa, pero la realidad es que está tan ebrio que a lo mejor sí le hizo gracia.

-Bien, Patricia. Puedes dejarme en algún bar. Necesito desahogarme.- responde.

Típica frase de un alcohólico.

Yo no hago más que doblar una que otra esquina hasta que estamos en el centro de la ciudad y me estaciono frente a un bar.

-Ahora dime tu verdadero nombre.-

-Benjamín.-

Él solo asiente y se baja del auto.

Por alguna razón me quedo esperando a que entre al bar antes de volver a arrancar. Es casi como si me preocupara. Qué gracioso.

Al llegar a casa me llevo una gran sorpresa al ver que en el garaje están los dos autos; el de mi madre y el de mi padre. Lo cuál me emociona, papá no viene desde hace 3 semanas.

Bajo del auto rápidamente y corro a la puerta principal solo para encontrarlo  con su cabeza contra el mármol de la barra, una copa en su mano y una botella de Macallan 1926 junto a él.

Me acerco a asegurarme de que aún respira, y sí. Pero decepcionado subo a mi habitación.

Sin embargo, mi madre está despierta y en el momento en el que me ve corre a abrazarme. En la mesa junto a su cama hay un postre y dos copas de vino.

-¿Qué estamos celebrando?- pregunto. Mis mejillas duelen de tanto sonreír pero es inevitable.

-Nada en especial, sólo quería que pasáramos un tiempo juntos. Como antes.-

Ella enciende el televisor y comenzamos a ver uno de sus clásicos favoritos: el joven manos de tijera. Mientras comemos y disfrutamos del vino.

-¿Cómo ha estado la escuela?-

-Bien hasta ahora, aún se me complica un poco la física pero por lo demás bien. Ahora soy el co-capitán del equipo de Lacrosse y pues quién sabe quizás consiga una beca universitaria-

Mi madre ríe.

-Por favor hijo, no necesitarás una beca. Tu padre y yo podremos pagar cualquier universidad que desees. Aunque bien sabes que a tu padre le encantaría que tomaras el negocio familiar.- 

-No quiero una beca para ahorrarles dinero, quiero una beca porque quiero tener el mérito de algo.-

La habitación se llena de un silencio incómodo después de eso. Y la felicidad que sentía hace poco se convierte en aburrimiento.

Me aburre estar constantemente recordándole a mamá que no me gusta ser el hijo de papi y mami. Que quiero ganarme las cosas con mérito y no con un simple apellido.

-Aún no sé por qué te empeñas tanto en seguir en esa escuela. Podrías estudiar en Canadá, conseguir nuevos amigos, iniciar de nuevo.-

Por más que intento explicarle mi madre no entiende.

-Gracias por el postre.- digo y me retiro.

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¿Emocionados por ésta segunda obra?
Porque yo sí.

Mi twitter: @camiuchis__

Stefan Pollmann es Benjamín Horch

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