XVI.

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-Hey, Benjamín.- lo oigo pero no le respondo.

-Escucha- dice tomándome del brazo.

En el instante en el que Wallace me toma del brazo Matthew abandona su plática con la señora que cargó todo el camino para dirigirse a nosotros, soltar mi brazo del agarre de Wallace y mirarlo fijamente a los ojos para decirle.

-¿Vienes por otra paliza?-

-Hey, Matthew. Hola. No, no. Solo quería disculparme ¿sabes?- dice esto último mirándome a mí. -Pues somos compañeros de equipo y es incómodo tener roces.-

Extiende su mano para que yo la tome y aunque al principio pienso que debería dejarlo con la mano extendida e irme decido responderle dándole la mano.

Al fin y al cabo lo que él dice es cierto, como integrantes del equipo lo mejor que podemos hacer es pretender que nos toleramos y ya está. Nadie sale herido.

Después de ver el paisaje, tomar fotos y disfrutar de la cascada y el aire puro debemos bajar por dónde vinimos. Lo cuál es peligroso porque el terrenos es muy empinado, ya estamos cansados y nuestras rodillas no pueden soportar de la misma manera, temo por Matthew pues él cargó a la señora gran parte del camino y está más cansado que el resto de nosotros pero afortunadamente llegamos a salvo.

Matthew decide que comprar una camiseta es una super idea. Como si no le bastaran las mil fotos que tomó en la cima de la montaña decide llevarse una camiseta como recuerdo, pero por alguna razón solo lo encuentro tierno y divertido.

Cuando llegamos a la motocicleta y justo antes de montarnos en ella alcanzo a ver a Wallace con una chica que también reconozco de la escuela. Están en la tienda donde Matthew compró la camiseta y según mi análisis la chica también quiere una pero a Wallace no le alcanza, así que a lo lejos me lanza una mirada de necesidad y se excusa con su cita un momento para acercarse a mí.

-Hey Ben, hermano ¿Podrías prestarme dinero?-

-No me digas Ben y no soy tu hermano.- digo mientras busco el billete de menor denominación en mi billetera y le entrego dos. -¿Con eso alcanza?-

-Y sobra. Muchas gracias amigo.- dice dándome palmadas en la espalda.

-No soy tu amigo.-

-Como sea.- dice y se va con la chica.

-Le diste mucho.- oigo a Matthew atrás de mí. -Y quizás es dinero que no recuperes ¿sabes?, Wallace no es precisamente un hombre confiable.- concluye mientras ajusta su casco y me entrega el mío.

-Eso ya lo sé.- respondo.

Y también sé que probablemente Wallace sabía desde un principio que su cita querría llevarse algo como recuerdo y al ver que no le alcanzaba decidió "ofrecerme disculpas".

Es en esos casos cuando me cuestiono si mi padre tiene razón al decir que todo el mundo es amigo del dinero, pero casi nadie amigo tuyo.

Al llegar a casa me embarga un sentimiento de rabia y desesperanza. Porque siento que muchas de las personas en mi círculo son exactamente igual a Wallace y también siento que no deseo que Matthew se vaya.

-Quédate.- le digo cuando desabrocha su casco.

-Ya no traje más ropa. Y mañana hay escuela.- dice.

-Puedes usar mi ropa y vamos a tu casa por el uniforme del equipo antes de entrar a la escuela. Yo solo digo que puedes quedarte si quieres.- salgo del garaje y entro a la sala principal. -Aunque también puedes irte si quieres.- giro a verlo.

-La pregunta es: ¿tú qué quieres?- dice sin aún bajarse del todo de la motocicleta. -Quiero que seas franco y directo conmigo, estoy cansado de tener que adivinar lo que quieres porque todo el tiempo me envías señales mixtas. Así que dime: ¿Quieres que me quede o quieres que me vaya?-

-Quédate.- digo

Baja del todo de la motocicleta y entra a la sala principal conmigo. Se detiene frente a mí y pone ambas manos a los costados de mi cara dejándome atrapado entre él y la pared en un intento por intimidarme. Yo sonrío, porque desde hace mucho tiempo dejé de sentirle temor a muchas cosas.

-¿Fue muy díficil hablarme claro?- dice acercando su cara a la mía con cada palabra.

-No, ¿Lo es para tí?-

-Mis intenciones contigo siempre han sido claras.- se acerca hasta que está a unos cuántos centímetros de mi boca -Y lo sabes.-

-Ben, te traje unos recuerd...-

Nos interrumpe mi madre.

Casi en cámara lenta giro a ver su cara de preocupación, terror y repudio mientras se caen de sus manos unas figuras de porcelana que chocan contra el suelo y provocan un estruendo.

Matthew se separa de mí en cuestión de milisegundos e intenta arreglar un poco su camiseta, su cabello y su chaqueta para extenderle la mano a mi madre y presentarse formalmente.

-Hola, mucho gusto, soy Matthew.- acaba aclarando su garganta con nervios mientras yo me hundo un poco más en la pared y cruzo mis brazos sobre mi pecho a sabiendas de que mi madre no tomará su mano.

-¿Y tú quién eres?- le dice con desprecio.

-Es Matthew, acaba de decirlo.- respondo

-Pero, ¿De dónde vienes? ¿Por qué no te conozco?- replica mi madre.

-Porque nunca estás en casa.- respondo

Y siento a Matthew junto a mí tensar sus hombros claramente incómodo.

-No empezarás con eso de nuevo Benjamín. Ésto, todo ésto- dice señalandonos con su dedo a Matthew y a mí. -Es intolerable.-

-Quizás para tí.- respondo encogiéndome de hombros

-Chico, lo mejor es que te vayas.-

Matthew me mira sin saber cómo despedirse e intenta acercarse a la puerta del garaje por su motocicleta

-Su nombre es Matthew, y recién le dije que se quedara. Así que se queda.- digo tomando a Matthew del brazo

-¡Benjamín!, Eres un atrevido. He dicho que se vaya.-

-Y yo digo que se queda.-

-Estás en mi casa. Aquí mando yo. Te lo ordeno, deja que se vaya.-

-¿Tu casa?, Cuéntame ¿Cuál fue la última puerta que tuvimos que arreglar?- digo soltando a Matthew del brazo y avanzando hacia ella. -¿De qué color eran las cortinas hace 6 días?. No puedes responder cosas básicas de TÚ casa, ¿Cierto?. Porque no estabas.-

-¡Sabes que estaba trabajando!- grita. -¡Y sabes que no pienso dejar de hacerlo!-

-Matthew, ¿De qué color eran las cortinas hace 6 días?.- digo sin dejar de mirar a mi madre.

-Vino.- responde bajo y puedo ver el pecho de mi madre subir y bajar por culpa de la ira.

-Así que ésto no es reciente.- dice. Y con 'ésto' se refiere a Matthew y a mí. -Espera a que tu padre se entere.-

-Como si le importara.- respondo irónico.

-Le va a importar cuando se entere que es un hombre.-

-Julieta me apoyaría.- respondo

-¡No la metas en ésto!, ¡No!- grita y en segundos empieza a llorar sin consuelo. Quizás es mi rabia la que me hace pensar que miente, pero entiendo que los sentimientos están a flor de piel.

Yo termino de acercarme solo para agacharme junto a ella a darle un abrazo al cuál responde fuertemente mientras ahoga sus sollozos y humedece la tela de mi camiseta.

A veces todos necesitamos el llanto.

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