3. Español

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Las siguientes horas transcurrieron sin nada fuera de lo normal. Seguimos dando clases, escuchando a profesores y aburriéndonos a muerte. Ahora mismo me dirijo hacia la clase de español, con Caleb y Tyler.

Caleb tiene suerte, su padre es latino y el idioma lo lleva excelente ya que viaja para allá constantemente para ver a su familia paterna. Pero Ty y yo no podemos decir lo mismo, nos vemos ridículos hablando español.

Al entrar a clase vamos hacia el fondo para tomar nuestros asientos.

— Entonces, ¿qué diablos haremos este fin de semana? — dice Tyler mirándonos a ambos. Caleb está a su lado y yo justo detrás.

— Yo ya dije, por mí jugar fútbol — digo.

— Bien, está bien. Pero, ¿y el resto? Hay tres tardes libres, tío — dice Caleb.

— ¿Fiesta? Tus padres se van, ¿no Hero? — dice Tyler — y tu hermanita no creo que se quede contigo.

Si, mis padres se van este fin de semana a casa de mi abuela materna. Yo no quiero irme con ellos porque es un poco perra, y no me apetece soportarla. En cambio mi abuela paterna es la mejor que puede existir en el planeta. La amo.

Es un buen plan, pero sé cómo son las fiestas de estos dos idiotas. Se acaban descontrolando, y al final me tiro todo el fin de semana recogiendo para que mis padres no me maten.

— No se, sé como termina.. — dudé.

Tyler iba a contestar pero justo entró el profesor Fernández.

Salvado por la campana.

— Buenos días chicos. Hoy tenemos una nueva incorporación en clase, así que prestad atención que se va a presentar. Adelante, princesa.

La nueva entra por la puerta con la mirada hacia abajo, como siempre que la he visto. Alza su mirada y recorre toda la clase hasta que su vista da conmigo. Me mira por unos segundos hasta que el profesor habla.

— Venga cariño, preséntate.

Ella duda un instante mirando hacia sus pies, pero levanta la mirada y habla.

— Me llamó Beatrice Bolton, tengo 17 años y vengo de España — se presenta.

¿España? ¿Bolton? Apenas se la nota que no es de aquí.

— Busca asiento y empecemos — dice el profesor Fernández con una sonrisa.

Mucho sonríe. Baboso. Es un hombre de unos 40 años que, según la mayoría de las chicas, es atractivo. Pero yo no lo veo.

Beatrice busca con su mirada un asiento, y el único libre es el que está al lado del mío. ¿Se está sonrojando o soy yo? Esa acción me hace sonreír un poco.

— Hola — dice con un hilo de voz.

Mierda, es hermosa.

— Hola — sonrío.

El profesor Fernández empieza con su clase y miramos hacia delante.

Intento buscar algún tema de conversación para hablar, quiero escucharla y saber más de ella. Me interesa saber por qué se vino desde España, qué la gusta y qué piensa para estar siempre mirando hacia el suelo, triste.

Me siento idiota. Nunca me había costado tanto hablar con una chica.

La miro, la observo mientras dibuja algo en su cuaderno. Parece que está prestando la misma atención que yo.

Es diestra, por lo que está levemente inclinada hacia mi lado y me viene un poco de su olor. Es dulce. Rico. Como a mora.

Cuando se pone recta otra vez, veo que ha dibujado a una mujer, sonriendo y con los ojos algo achicados. Pasa el dedo por el dibujo y suspira.

Incondicional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora