29. Libros

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HERO

Es asombroso.

Ver cómo se le ilumina la cara, apreciar como le brillan los ojos cada vez que sus pequeñas manos sostienen un libro. La sonrisa que se le plasma en la cara mientras está leyendo las sinopsis y saca el móvil corriendo para apuntar un título más en su larga lista de pendientes.

Llevamos un buen rato dando vueltas, recorriendo pasillos e hileras de libros. Sus ojos brillan cada vez que acaricia con las puntas de los dedos el lomo de cualquiera de ellos. Nunca he conocido a nadie que ame tanto un conjunto de páginas como ella.

— ¡Dios! Me los llevaría todos —chilla emocionada mientras abraza contra su pecho el que tiene entre sus manos.

Río.

— Coge el que quieras —le animo —. Quiero hacerte un regalo.

Los ojos de Beatrice se clavan en los míos y la sonrisa que va formándose en su boca poco a poco es tan grande que parece que va a partirse en dos.

— ¿De verdad? No pienses que seré una de esas niñas tontas que dice que no y es que sí —me señala con el dedo —. Diré que sí desde ya mismo.

No puedo evitar reír aún más fuerte porque nunca deja de sorprenderme.

— No esperaba menos de ti, nena.

Deja el libro que tiene entre manos y va a paso rápido hacia el fondo, donde antes ha estado mirando un buen rato. Cuando la sigo, veo que arriba pone «Literatura Juvenil» y me pongo también a mirar algunos de los títulos.

Pasan lo que parecen ser horas, cuando Beatrice se gira y me mira con un puchero.

— ¿Qué ocurre? —pregunto.

— Hay demasiados, me gustan todos —se acerca y rodea mi cintura con sus bracitos. Levanta la cabeza y me mira con esos ojos que me vuelven loco desde el día uno —. ¿Por qué no me ayudas?

Me quedo en silencio mirándola un rato. Es jodidamente preciosa, con la cara redonda, esa piel blanca impoluta y, de verdad, los ojos más bonitos que he visto nunca. Siento que puedo ver a través de ellos.

— ¿Y si elijo mal? —pregunto.

Suelta una risita dulce mientras se separa de mí y coge mis manos entre las suyas.

— Amor, todos los que hay aquí me gustan.

Ahí está.

Ahí está de nuevo esa palabra que hace que mi corazón empiece a latir desbocado y sienta mil cosas en el pecho. Cuando me la ha dicho en la otra tienda, casi pensaba que podía comermela ahí dentro, delante de todo el mundo.

Nunca he sentido esto por nadie. Y puede sonar precipitado, pero puede que sea la jodida gran palabra. No quiero separarme de ella. Quiero.. quiero todo con ella.

— Está bien -suspiro —, vamos allá.

La guío hasta la estantería y me coloco detrás de ella con mis manos en su cintura. Bajo mi boca hasta su oreja para susurrarle:

— Cierra los ojos, cariño.

Noto como se le corta la respiración, pero me hace caso y cierra los ojos. Mi mano derecha empieza a ascender lentamente por su cuerpo, primero acaricio su cintura hasta llegar por debajo de las axilas. Las puntas de mis dedos, están peligrosamente cerca de su pecho y no puedo evitar moverlas un poco. Mi respiración se acelera cuando noto la redondez y firmeza. La suya también empieza a cambiar, y cuando miro hacia su cara, veo que su labio está entre sus dientes y me cuesta no girarla para besarla aquí mismo, entre libros y estanterías y cumplir una de esas cosas que quiero hacer.

Incondicional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora