27. Única

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Después de una sesión caliente de besos, Tris se viste rápidamente para poder salir cuanto antes. Vamos bien de tiempo, apenas son las diez de la mañana y tardaremos un par de horas en llegar a Londres. Quizá en un día no pueda enseñarle todos los rincones bonitos de esta preciosa ciudad, pero si lo más conocidos. Me emociona ser yo quien la lleve, sé que es un sitio que le gusta y cuando lo vea, lo hará más todavía.

Cuando vuelve a la habitación, lleva puestos unos vaqueros negros ajustados con un jersey morado. Veo cómo se agacha para coger algo de debajo de la cama y saca una caja de Converse. Son del mismo color que el jersey.

—¿Cuántas de esas tienes, nena? —pregunto.

Tris se ríe mientras se sienta en la cama y se pone las zapatillas.

—Un montón. Mis regalos de cumpleaños y navidad consistían.. —su voz se apaga, como si se acabara de dar cuenta de lo que estaba diciendo.

Mierda.

—¿Nena? —me levanto de mi lugar y me arrodillo frente a ella.

Cuando cojo su cara entre mis manos veo que tiene los ojos llenos de lágrimas. Sigue siendo un día difícil para ella y acaba de recordar algo que pasaba en su casa, su hogar. Momentos con su familia.

Me levanto para darle un beso en la frente y me siento a su lado. Paso un brazo sobre sus hombros y ella se apoya en mí.

—Está bien. No pasa nada —le tranquilizo.

Esconde la cara en mi pecho y respira profundamente. Cuando levanta la mirada, veo que apenas ha derramado lágrimas y me siento orgulloso de ella y lo fuerte que está siendo hoy. Se levanta decidida, suelta un suspiro y se dirige a su armario. Saca una chaqueta que me resulta familiar y la deja en mi regazo.

—Toma, seguro que la necesitas —sonríe.

Cojo el trozo de tela y lo acerco a mi nariz. Tiene su olor, ese toque de mora junto con la esencia que sale siempre de su piel. Su olor característico. Me muero por enterrar la nariz en ella y aspirar su fragancia sin barreras. 

Frena, tío.

Me obligo a dispersar mi cabeza de pensamientos indebidos y me recompongo. Hoy solo tengo que dedicar el día a hacer sonreír a Tris, a hacer que olvide que fecha es, borrar de su mente los pensamientos oscuros.

Ella coge su chaqueta de cuero y se la pone sobre el jersey morado que lleva puesto. Jamás había conocido a nadie a quien le gustase tanto ese color.

Me levanto de la cama y nos ponemos en marcha hacia la planta de abajo. Cuando llegamos al vestíbulo, su tía se queda quieta mirándonos sorprendida. Se me había olvidado que he entrado en su casa técnicamente sin permiso. Pero a mí apenas me presta atención, sus ojos, abiertos de par en par, están fijos en Beatrice. Parece sorprendida de ver que está levantada tan temprano.

—Cariño, ¿vas a algún sitio? —pregunta, y me lanza una mirada interrogativa pero no dice nada.

—Eh.. —titubea —. Pensábamos pasar el día en Londres, ¿puedo? —su labio inferior queda preso entre sus dientes a causa de los nervios.

Los ojos de Erika se humedecen y sus hombros caen aliviados. Se nota en su mirada lo mucho que quiere a Tris y el cariño que le tiene.

—Claro, cariño —suspira —. Es un alivio que decidas salir, pensaba que te quedarías en casa por.. —se interrumpe.

Beatrice se tensa a mi lado, sabiendo qué palabras siguen a esa frase, esperando por el dolor que está por venir con ellas, pero nunca terminan de salir de la boca de Erika.

Incondicional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora