10. Lunes

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El domingo, gracias a que no bebí como un desgraciado, amanecí sin resaca. Me di una ducha rápida e hice un poco de café para mí y los chicos. Pensaba levantarles en poco para que así me ayudasen a limpiar un poco el desastre. Tenía claro que ellos sí tendrían una resaca de mil demonios, pero me daba igual. Fue su maldita idea la fiesta y su maldita idea el quedarse a dormir.

Aunque me sirvió de algo esa fiesta. Descubrí más de Tris cómo quería, y fue duro escuchar lo que perdió y ver cómo se quebraba y se perdía recordándolo.

Subo las escaleras de madera oscura hacia el cuarto de invitados y abro la puerta. La habitación huele a alcohol que tira para atrás y está completamente a oscuras. Paso de puntillas y me dirijo hacia la ventana.

— ¡Vamos arriba, dormilones! — grito a la vez que corro la cortina de golpe.

No tardan en escucharse gemidos roncos de parte de mis amigos, seguidos por quejidos y varios insultos hacia mi persona.

— ¡Oh, hijo de puta! ¿¡Por qué diablos haces eso!? — grita Tyler.

— Porque vosotros, resacosos desgraciados, me vais a ayudar a limpiar todo el maldito desastre, después de daros una ducha y despejaros — dije tranquilamente —. Oléis a muerte, cabrones.

Caleb estaba tirado en el sofá cama, apoyado en su espalda y con un brazo sobre sus ojos. Tyler estaba bocabajo, con la cabeza en los pies de la cama de noventa, y un charco de baba debajo de su mejilla.

Estaba claro que según subieron, se tumbaron y cayeron en coma. Seguían con la misma ropa, y por sus posiciones, no se movieron en toda la noche de postura.

— Y tú, Tyler, quita las sábanas.

•••

Cuando terminamos, nos tiramos los tres sobre el sofá de la impoluta sala. Parecíamos tres marujas, con guantes de goma amarillos y balleta en mano. Lo único que había por el medio, era la escoba y fregona con su cubo.

Suspiro y me quito los guantes.

— Me voy a fumar un cigarro. Un muy merecido cigarro — digo levantándome de nuevo para ir a por el paquete de Marlboro — ¿Queréis?

Tyler, que estaba con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, levanta el brazo y el pulgar afirmando a mi pregunta. Caleb, en cambio, no dice nada. Ha estado malditamente callado toda la mañana.

— ¿Ca? — digo.

Me siento a su lado en el sofá, y él niega con la cabeza.

— Tío, estas terriblemente callado. ¿Qué diablos te pasa? — dice Tyler, a la vez que coge el cigarro que le ofrezco.

Asiento, de acuerdo a lo que ha dicho.

— Hermano, apenas recuerdo nada de ayer — dice Caleb a la vez que suspira.

— Es normal, bebiste demasiado — digo.

— Solo recuerdo haber estado con Johanna, hablando y estábamos bien. Pero luego ella se fue, y yo seguí bebiendo. Y luego, creo que llegó Ashley — dice mientras se pasa la mano por la cara —. Tengo la sensación de que hice algo estúpido pero no lo recuerdo, solo tengo ráfagas de estar con Ash, bailando. No sé si nos besamos, o si hicimos algo más.

— ¿Y qué tiene eso de malo, hermano? — pregunta Tyler.

— Que le gusta Johanna — digo sin quitar la vista de mi amigo latino.

Él baja la cabeza y la coge con sus manos.

— Estuvimos tan bien ayer. No llegó a pasar nada, porque quiero ir despacio. Con ella quiero hacer las cosas bien, de verdad me gusta. Pero como se entere de que ayer pasó algo, si es que pasó.. — no termina la frase, pero sabemos a qué se refiere.

Incondicional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora