19. Cita

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— Bien, elige tú — digo mientras miramos la cartelera.

Estamos enfrente del mostrador donde se venden las entradas, indecisos sin saber qué diablos ver. Quizá cometa un grave error al decirle que elija ella la película, ya que probablemente escoja una romántica de esas que le gustan a las chicas. Pero como siempre, Tris me sorprende.

— Esa — señala una película de superhéroes.

— ¿Esa? ¿No prefieres alguna de esas románticas donde el tío la caga y luego va corriendo a buscar a la chica? — pregunto.

Suelta una risa.

— No me malinterpretes, me encantan ese tipo de películas, héroe, pero esas — señala de nuevo el cartel de los superhéroes —, son mis favoritas.

Alzo las cejas un tanto sorprendido.

— Vaya, no me lo esperaba. Siempre estás leyendo novelas románticas — digo.

— Sí, bueno. También leo mucha fantasía, y si encima va ligada a un romance, es mucho mejor — responde —. ¿Para qué leer cosas más realistas? Para eso ya está el día a día — me lanza una sonrisa, aunque no llega a sus ojos.

Sé a lo que se refiere. Con la edad que tiene, creo que ha tenido su dosis de realidad por un largo tiempo. La muerte de sus padres todavía está muy cerca, y cada quien se refugia en lo que quiere para no pensar en sus problemas.

— ¿Por eso lees tanto? Para.. despejarte — pregunto.

Hemos andado un poco y estamos en la fila para comprar las entradas. Delante de nosotros hay una pareja que, viendo lo que veo, no creo que vayan a ver la película porque parecen estar en plenos preliminares. Es incómodo.

— Sí, es una de las razones — responde —. Antes de.. que pasara todo, también me pasaba las horas leyendo, y casi todos los regalos que me hacían eran libros o dinero, el cual usaba en libros — ríe —. Pero, hoy en día, cada vez que leo dejo de pensar. Me sirve para irme, desaparecer.

No se me ocurre nada que decir, así que la cojo de la mano y entrelazo mis dedos con los suyos, dando un apretón para calmarla como he hecho hace un rato en el coche. Responde con el mismo gesto, y cuando quiere apartar la mano, no se lo permito.

Veo que se sonroja levemente, y baja un poco la cabeza.

No puedo evitar sonreír. Se sonroja con tanta facilidad, como si a lo largo de su vida no la hubiesen hecho los halagos suficientes, o no supiese que en realidad es la persona más bonita que he visto en mi vida. No sé como sería su vida en España, pero si no tenía a nadie que le dijera lo increíble que es cada día, es que los tíos que vivían allí son realmente idiotas y no saben valorar lo que tienen.

La pareja que estaba prácticamente montándoselo delante nuestra, ha cogido ya sus entradas y para nuestra suerte, es una película diferente. Cuando voy a pagar las entradas, veo que Tris se me ha adelantado y ya ha dejado el efectivo en el mostrador.

— ¡Eh! — reclamo. El tío del mostrador da un respingo por el susto, y alterna la mirada entre nosotros dos —. Yo iba a invitarte, es una cita.

— Oh, por Dios, héroe. No seas antiguo, las chicas también pagamos — pone los ojos en blanco y le hace un gesto al tío con la mano para que coja el dinero —. Creo que tuvimos una conversación parecida y quedamos en que a la próxima, pagaba yo.

Abro y cierro la boca para buscar algo que decirla, pero me quedo mudo. Es cierto que me lo dijo, fue cuando la invité a la pizzería después de clase.

Incondicional.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora