"No hay encanto igual a la ternura de corazón"
Jane Austen
Salió por la puerta trasera de la cocina y caminó hacia la leña. Se agachó, mientras notaba que allí estaba el cuenco vacío y aquellos ojos oscuros.
—¿Estaba bueno? Imagino que sí. ¿Quieres salir? Ven, ven acá... —golpeó levemente su pierna llamándolo y se movió un tanto dubitativo. —Vamos, ven que quiero conocerte —dijo con voz cariñosa.
Poco a poco salió de su escondite. Tenía el pelo enmarañado y sucio, estaba un tanto delgado. Se acercó despacio a ella oliendo sus manos, sus piernas y su ropa mientras ella se mantenía muy quieta.
—Eso es amigo... ¿tienes nombre? —acarició su cabeza despacio y él se acercó aún más a ella. Lo rodeó con su mano, acariciando detrás de sus orejas y el lamió sus antebrazos y movió su cola de un lado a otro. —Pienso que podrías llamarte Buddy. ¿No te gusta?... Mmm... a mí tampoco... tiene que ser un nombre con personalidad. —seguía acariciándolo y él se acercaba a ella con cariño. —Peludo ¿Te gusta? Muy bien, será Peludo. —Acarició su cabeza y él se sentó a su lado. —Ahora debo irme, pero prometo volver cada vez que pueda —dio dos golpecitos cariñosos sobre sus orejas y él hizo un pequeño aullido. Abi sonrió y caminó de nuevo a la casa antes que notaran su demora y Gilbert le llamara la atención.
Limpiaron las habitaciones y dejaron las de huéspedes listas, en pocos días estarían los invitados de Andrew y la casa repleta de personas. Cuando al fin terminaron, se acercó a Dorothy.
—Señora Dorothy, ¿tendrá usted hilo, aguja y alguna tijera?
—Creo que sí Gillian, espérame un momento y enseguida te las doy. —se volvió hacia una caja que tenía guardada en un recoveco y de allí sacó una tijera, aguja, e hilo blanco. Abi frunció el ceño, pensativa.
—Tendré que comprar en el pueblo, es para remendar unos vestidos que me dieron y necesito otros colores. —Dorothy asintió.
—Esto trajo Robert del pueblo esta mañana. —le acercó un papel sellado y ella lo tomó rápidamente. Era una carta del abogado y sonrió al comprobar que en el frente decía: Srta. Gillian Ford.
La desdobló apresurada para leer las novedades.
Señorita Henderson:
Me alegra que haya encontrado algún lugar donde estar y me sorprende que una señorita como usted esté trabajando, pero entiendo que las circunstancias de la vida la han empujado hacerlo, y puedo comprender claramente sus razones.
La casa se vendió y se pagó a todos los acreedores. Incluidos el señor Cayden y la señora Grace.
Temo que luego de pagar todo, quedó muy poco dinero, el que le envío junto a esta nota. Cualquier cosa que necesita me comunica.
Quería informarle también que su pariente, la señora Gretchen Allen envió a preguntar por usted a la oficina. No dejó nada dicho, pero considero que debería saberlo.
Saludo cordialmente.
J Lowell.
Sonrió al pensar en Cayden y Grace. Merecían cobrar lo que se les debía, y no solo por el trabajo realizado, sino por su compañía, fidelidad y cariño que le demostraron en los momentos más duros. Pensó en su tía Gretchen y en su último encuentro. Frunció el ceño ante las razones que podrían llevarla a preguntar por ella, pero pensó que tal vez sería mejor que no lo supiera. Después de todo, no le quedaban ánimos para soportar insultos o malos tratos.
ESTÁS LEYENDO
Una Segunda Oportunidad
Historical FictionCOMPLETA. Abigail Henderson es una muchacha casadera, que en su segunda temporada en Londres es aclamada por los caballeros y pretendida por muchos. Educada y preparada para ser una delicada florecilla, aprovecha las circunstancias para ser bastan...