Capítulo 7

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"El fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo, con más inteligencia"

Henry Ford

Seis meses después, estaba sentada en frente a su tocador practicando algún peinado en su cabello. Aquel tiempo sin doncella le había obligado a peinarse y vestirse sola. Cayden golpeó la puerta.

—Adelante.

—Milady, llegó mensaje del señor Lowell.

Abigail se apuró a tomar el papel de sus manos.

Señorita Henderson:

Ha aparecido un comprador para la propiedad, pero se niega a verla si usted habita dentro. Sería bueno que pudiera desocuparla lo antes posible para que pudieran considerar la compra y de tal manera obtener el dinero que está necesitando. Aguardo novedades.

J. Lowell.

Asumió aquello con dolor. Se había negado a salir de la casa para evitar cruzarse con conocidos, pero leer esas palabras tan despreciables, le hacía caer en cuenta de que no era bienvenida en ningún sitio.

Tomó pluma y papel y le escribió.

Señor Lowell:

Muchas gracias por su diligencia en mis asuntos. La próxima semana sin duda podrá disponer de la casa y todo lo que hay dentro, para vender.

El próximo mes me acercaré por su oficina para ver la liquidación de las deudas.

Muchas gracias por todo nuevamente.

Abigail Henderson.

Dobló la nota cuidadosamente y le pidió al mayordomo que la entregue en su mano. Aquella noche se reunió con Grace y Cayden para organizarlo todo.

Durante la semana taparon los muebles con las telas blancas y preparó su equipaje, que constaba de cuatro vestidos, los más sencillos que tenía, un camisón y una joya que era recuerdo de su madre. El resto, lo habían vendido en las modistas durante los meses anteriores para poder mantenerse, al igual que habían empeñado todas las  joyas que pudieron encontrar.

Dejó su bolso en la entrada y buscó las recomendaciones que ya había escrito y se las entregó. La señora Grace la miró con tristeza, sabía que aquellas cartas no valían nada, porque su apellido era la nada misma en la sociedad londinense, pero agradecía el gesto.

—Muy bien, ha llegado el momento. —extendió su mano a Cayden que la tomó haciendo una reverencia y un beso en ella. Era su manera de reconocerla. La señora Grace se secó una lágrima y terminó abrazándola fuerte contra su pecho.

—Señorita... después de todo la voy a extrañar. —Abigail se conmovió. Aquellos dos habían sido sus compañeros, su ayuda y sus amigos, los primeros que tenía. Sintió sus ojos llenos de lágrimas por dejar la casa donde había nacido y crecido, donde había jugado con su madre y había recibido el cariño de su padre. Miró atrás para despedirse y finalmente, tomaron sus bolsos y caminaron a través de la puerta principal. Se detuvo en seco y se volvió a ellos por última vez.

—¿Ahora a dónde voy? —preguntó, sintiéndose totalmente perdida en un mundo que desconocía por completo.

—Milady... —dijo Cayden con tristeza. —debe ir a la feria de empleo. —Abigail frunció el ceño.

Los empleados se miraron con pena y finalmente la acompañaron. Atravesaron a paso ligero las calles de Londres, lugares donde jamás había pisado Abigail Henderson, y que ni siquiera imaginaba que existieran. Cayden y Grace iban delante, cargaban sus bolsos mientras ella apenas si podía con los suyos. Suspiró cansada. La gente abarrotada en los puestos de verdura, de carne y vendedores ambulantes ofreciendo sus panecillos. Sintió su estómago crujir ante la idea de uno de aquellos panes calentitos.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora