Capítulo 38

8.8K 1.2K 80
                                    

"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma"

Julio Cortazar

—Señor Vane... gracias a Dios que ha llegado. Necesitamos su intervención en este tema tan delicado.

—Lady Percy, por supuesto que sí... sea tan amable usted de manifestarme su incomodidad o su problema, y personalmente me haré cargo de darle la mejor solución. —los ojos de la mujer brillaron satisfechos por aquella respuesta, y de inmediato Julianne intervino.

—Capitán Vane, ha desaparecido de mi cuarto mi colgante de aguamarina y dos anillos muy valiosos. —Andrew apretó sus ojos tratando de comprender lo que decía y pensar las posibles respuestas y soluciones.

—¿Está usted segura milady?

—Por supuesto que sí. Lo use anteanoche para la cena, con mi vestido azul. Luego, antes de acostarme, me lo quité y lo guarde en el cajón de mi tocador.

—¿Pero ha revisado usted bien?

—Claro que si... yo misma le he ayudado. Hemos dado vuelta toda la habitación y no hay señales. Yo estoy segura que lo han robado. —acotó Lady Percy y Julianne asintió.

Andrew se detuvo pensante. Confiaba en sus empleados. Desde que había llegado allí, jamás había faltado absolutamente nada, ni un penique, ni un alfiler, nada. Dudaba de que esa fuera una posibilidad, tal vez se había caído detrás de un mueble, o lo había guardado en otro sitio y no recordaba. Miró nuevamente a todos con claro fastidio y a la vez, sintiendo la mirada filosa de cada uno de ellos, expectantes porque diera una solución a ese embrollo. Resopló y se acercó a la campanilla, la tomó haciéndola sonar con insistencia. Gilbert se presentó en el lugar casi de inmediato, él era alguien en quien confiaba plenamente.

—Gilbert, se han perdido unas joyas de Lady Julianne Percy. Un collar de aguamarina y dos anillos costosos. Por favor reúne a los empleados inmediatamente aquí y ve hacer una requisa de cada rincón de la casa. En especial de las habitaciones, tanto de Lady Julianne como de los empleados e incluso de los otros huéspedes.

Gilbert asintió mientras Andrew oyó el murmullo a sus espaldas.

—¿Cómo puedes revisar nuestras habitaciones? Eres un atrevido Andrew. —replico su madre, pero para Andrew todos eran igual de sospechosos de absolutamente todo. No confiaba en nadie, y todos ocultaban cosas. Si debía revisar a sus empleados que siempre habían mantenido su puesto de la mejor manera y con fidelidad, por supuesto que revisaría el de todos allí, que no eran más que unos falsos e hipócritas.

—Lo siento madre, pero es necesario revisar todo para que no quede duda. —Todos se indignaron pero finalmente nadie se opuso.

Segundos después ingresaban por el pasillo hacia la sala todos los empleados de LightHouse. Se pararon en fila absolutamente todos, incluida Abi a quien Andrew dirigió una mirada profunda y en ese momento se percató de que ella seguía como una criada más. Había estado tan sumido en sus problemas, que no se había dado cuenta de pedirle que hiciera otro tipo de actividades en la casa. Aún no quería anunciarla como su prometida, estaba en juego aquel secreto que debía descubrir, y si nombraba a Abigail Henderson en esa casa, se armaría un tremendo problema donde terminarían yéndose todos y el secreto sin resolverse. Esperaría una noche más, solo una y por la mañana cuando supiera todo, les anunciaría a la esposa que había escogido, pese a quien le pese, y terminarían en paz, al fin solos y disfrutando como un matrimonio que no debe nada a nadie.

Todos tenían la cabeza baja y estaban silenciosos. Andrew hizo un movimiento a Gilbert quien de inmediato comenzó a revisarlo todo acompañado de Julianne.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora