"Podría fácilmente perdonar su orgullo, si él no hubiera mortificado el mío"
Jane Austen
Andrew acomodaba su frac negro mientras se miraba en el espejo de su habitación. Bajó las escaleras para encontrarse con su madre en el pasillo y tomándola del brazo le ayudó a bajar los escalones de Manor House.
—¿Will?
—Todavía no está listo.
—¡Will! —gritó
—¡Andrew! Por Dios hijo, deja de gritar de esa manera. ¿No puedes mantener la buena educación?
—Madre, mis disculpas, pero es que si esperamos aquí a William, llegaremos a Almack's cuando esté terminando el baile.
—Ten paciencia Andrew, tu hermano está pensando en una esposa, y es importante que se presente elegante.
—Madre... —frunció el ceño — ¿de verdad crees que William piensa en una esposa? —sonrió ante la mirada convencida de la duquesa. —piensa en hacer cualquier cosa con las damas de Londres menos casarse. Créeme.
—Francamente Andrew es imposible hablar contigo.
Alzó su vestido y descendió los escalones que faltaban claramente disgustada con sus palabras, mientras él, volvía a subir los que ya habían descendido de dos en dos para golpear con sus nudillos la puerta de la habitación de Will.
—Vamos Will... apú... —su hermano abrió la puerta de repente interrumpiendo su llamado y casi arrollándolo. Paso a su lado y Andrew terminó cerrando la puerta tras él.
Luego de la muerte de su padre, William había heredado el título de duque y todo lo que había en Manor House, al igual que las demás propiedades. Aquel instante había cambiado la relación entre los hermanos que aunque nunca habían sido demasiado unidos, ya que Andrew era sencillo, conversador y disfrutaba las cosas pequeñas que la vida le ofrecía, todo lo contrario a su hermano que desde pequeño había sabido que era el heredero y su comportamiento era más bien frío y rígido; algo que claramente su madre adoraba. La predilección por William era palpable y eso había marcado una clara grieta entre ambos.
Andrew tragó su arrogancia y bajó la escalera por detrás de ellos que ya subían al carruaje.
Corrió el cortinado del mismo y miró por la ventanilla las calles londinenses que llevaban a Almack's. Aunque sabía que finalmente su destino lo llevaría lejos de esos lujos y reuniones aristócratas, había cierta dama que le robaba el sueño cada vez que la veía y sabía que aquella noche no sería una excepción, estaba convencido de que tomaría el valor para solicitarle un baile. Los habían presentado unas semanas atrás, pero a pesar de que en distintas oportunidades se había acercado a ella con intención, su sonrisa inquieta, su manera de caminar, su mirada cristalina e indiferente, lo habían cohibido.
El carruaje se detuvo y descendieron para dar ingreso al gran salón que aquella noche rebosaba de gente.
William y su madre pasaron frente a Lord Bowles casi ignorándolo, mientras Andrew se detuvo amablemente y aprovechó aquel instante para revolotear con sus ojos por el salón y buscar a la dama en cuestión, que finalmente encontró en la pista de baile bailando el reel con el duque Alfred Hamilton.
Caminó hacia el salón de las cartas y recorrió las mesas. Detuvo sus ojos en su hermano que para ese momento estaba rodeado de damas casaderas, desesperadas por tomarlo del brazo mientras su madre, desde el otro lado del salón sonreía satisfecha creyendo que su amado hijo próximamente daría el gran paso, algo que Andrew sabía a la perfección no pasaría en un futuro cercano.
Buscó un bocadillo y una limonada, se detuvo en el fondo del salón conversando con Charles Dunne que próximamente partiría a unirse al ejército británico.
—¿Y tú Andrew? ¿Has cumplido tus expectativas en el ejército?
—Francamente mi sueño es dedicarme a la agricultura, comprarme una casa propia cerca del mar y llenarme de hijos y de una esposa que me ame. —los dos sonrieron mientras bebían un trago.
—Sueños Andrew... sueños. —Nosotros que no contamos con la ayuda de una herencia, no nos queda otra que forjar nuestro propio destino. —Andrew asintió.
—Pues sí. He trabajado arduo en el ejército y créeme que es una gran posibilidad. Tengo algunos ahorros... —en aquel instante la música del reel terminó y siguió con la mirada a la muchacha culpable de sus desvelos. —Con permiso Charles. —su amigo asintió y él atravesó el salón dirigiéndose a ella, que conversaba animadamente con las damas al costado de la pista de baile mientras la música de la cuadrilla daba comienzo.
Se acercó despacio e inspiró profundo para tomar coraje mientras se acercaba al grupo de damas.
—¿Lady Abigail? —Ella cambió la sonrisa que brotaba de sus labios debido a los cotilleos con Clarice y Anne mientras dirigía su mirada, encontrándose con aquel hombre delgado y de cabello negro, corto y ojos oscuros que se le hacía rostro familiar. Andrew extendió su mano para hacer una reverencia y besar la suya, y ella de mala gana se la extendió. —Milady, ¿quisiera usted acompañarme en la siguiente cuadrilla? Para mí sería un honor. —Abigail lo miró enarcando una ceja.
—Lo siento señor... señor... —hizo un movimiento con la mano ya que ignoraba su nombre.
—Andrew Vane. Nos presentaron... —ella lo interrumpió.
—Señor Vane... lo lamento, pero no gusto bailar en este momento. —sin decir nada más, se volvió dándole la espalda mientras él se detuvo a mirarla un breve segundo que pareció una eternidad, que lo sumía en el bochorno y la vergüenza más grandes al escuchar las risas y burlas de las damas y las miradas furtivas de los caballeros de alcurnia que lo rodeaban.
Su perfume se mezcló con la vergüenza e invadió sus pensamientos turbándolo, al tiempo que su cuerpo se mandó a si mismo que se apartara de aquel lugar que parecía haberse reducido tanto, dejándolo demasiado expuesto. Caminó unos pasos forzando una sonrisa, sintiendo las miradas en su espalda mientras Charles se acercó a él.
—Vaya Andrew... que desplante, amigo... —sólo atinó a volver a mirarla, mientras ella tomaba del brazo a William y se incorporaba a la pista para bailar la cuadrilla.
Aquel instante sintió dolor y por primera vez, anheló estar en el lugar de su hermano. Se sintió el más pequeño de todos los hombres, con su hombría y su orgullo heridos.
—Eso pasa por poner los ojos donde uno no debe, querido Charles. —Respondió, mientras aquella realidad que había salido de su propia boca, lo golpeó, pues era verdad, si bien era tan hijo de su padre como el mismo William, no poseer título ni herencia le quitaba delante de damas como Abigail Henderson más de la mitad del atractivo que un duque como su hermano pudiera tener, y su inteligencia, su simpatía y hasta su caballerosidad y respeto sólo quedaban relegados a un décimo plano.
No volvió acercarse a ella en toda la noche y obligó a sus ojos y sus pensamientos a mantenerla apartada y bloquear cualquier intento inútil de sus sentidos de conservar algo de aquella mujer que no valía nada.
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Bueno, hoy tocó doble capítulo para que vayan conociendo a Abi y Andrew. Cuéntenme que les parecieron.
Gracias por leer.
Beso!
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Una Segunda Oportunidad
Ficção HistóricaCOMPLETA. Abigail Henderson es una muchacha casadera, que en su segunda temporada en Londres es aclamada por los caballeros y pretendida por muchos. Educada y preparada para ser una delicada florecilla, aprovecha las circunstancias para ser bastan...