Capítulo 24

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"El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada"

Gustavo Adolfo Bécquer

Ingresó en la despensa y antes de abrir su boca para gritar o decir algo, el rostro de Andrew alumbrado por la única vela del lugar la sorprendió. No sabía qué expresaba su mirada, era una mezcla de anhelo, incertidumbre, temor y un dejo de tristeza.

Cerró la puerta y apoyó su espalda en la pared, dejando la vela sobre una tabla y cruzando sus brazos a la altura de su pecho.

—Estoy esperando señorita Henderson que me explique... —su mirada seguía insondable y más oscura que de costumbre. Abi tragó saliva y se concentró en no llorar.

—Es verdad que mi padre enfermó... gravemente... —su voz salía temblorosa y casi en susurro —Allí descubrí a costa de los comentarios de los empleados de la casa, que mi padre no les pagaba hacía varios meses y aseguraron que estaba endeudado, algo que no podía creer, pues no nos había dicho absolutamente nada. Hablé con su abogado, y efectivamente era así. —Guardó silencio porque al recordar todo aquello, su corazón se conmovía y la firmeza de su voz se quebraba. —No sólo estaba endeudado, sino, no teníamos nada más que la casa. Mi padre estaba agonizando en su lecho... —Andrew sentía una presión en su pecho al escucharla, y unas ganas de abrazarla que había sujetado a costa de su cordura y de la necesidad de escuchar todo y creerle. —Sin dar más vueltas, el abogado me dijo que debíamos vender la casa para pagar a los acreedores... pero mi hermana esa noche, tuvo la brillante idea de escapar con un hombre descarado, sin pensar en las consecuencias para ella... y para mí. —tragó saliva y las lágrimas se volcaron silenciosas. —Mi padre murió aquella misma noche, como si supiera lo que ella había hecho, obviamente todo Londres me volvió la espalda. Mi tía, y única pariente, se negó a recibirme... La premura de vender y saldar las deudas, me obligaron a dejar la casa y verme de un instante a otro, en la calle. —Andrew cerró sus ojos al imaginar aquello. Sentía dolor y lástima de que hubiera vivido aquello que relataba. —Tres noches dormí en la calle señor Vane... tres noches terribles, en la oscuridad, en la suciedad, sola y con un hambre que me consumía. —Ella se volvió hacia él y lo miró a los ojos. —Cuando pensé que mis expectativas de conseguir trabajo de institutriz eran prácticamente nulas, tomé la escoba y allí fue cuando el señor Robert me ofreció venir aquí, lejos de todo eso que me lastimaba, la posibilidad de un techo, de comida y de empezar de nuevo. —Andrew cerró sus ojos y movió su cabeza en negativa. Ella se aproximó a él un paso, secó sus lágrimas e inspiró.

—Pero señor... le aseguro, le juro, que jamás hice nada de lo que me acusan... nunca me entregué a nadie por dinero ni  mancillé el apellido de mi padre... —Andrew abrió sus ojos y la miró directo al rostro y a sus ojos. —y le juro también que no tenía idea de que usted era el dueño de LightHouse. Lo supe el mismo día que llegó aquí.

—¿Y por qué ocultó su verdadero nombre? ¿Por qué mintió? —preguntó en un deseo de entenderla, de aclarar pensamientos alborotados.

—Señor... no podía presentarme ante usted y decirle quien era... pensé lo peor el día que llegó aquí... pensé que si me reconocía me echaría de nuevo a la calle, que no querría tenerme ni siquiera de criada con todo lo que decían de mi hermana y de mí... 

Andrew se acercó a ella en dos pasos y tomó su rostro con sus manos, apoyó su frente en la suya con una actitud desesperada que sorprendió a Abi y la dejó sin aliento. Cerró sus ojos.

—Le juro que quiero creerle... le juro que quiero... —le susurró allí sobre sus labios. —Lo necesito con todo mi corazón... —Abi estaba muy quieta, en silencio, con el vaho de su aliento al hablar rozando su boca y una vehemencia en aquellas palabras silenciosas, pero que gritaban tanto. Se sintió querida, por un instante entendió que él sentía algo por ella, entendió cuando en la playa le había hablado de un beso y entendía que había un sentimiento en su corazón que superaba el odio, o al menos era lo que deseaba, hasta que la soltó y se volvió de espaldas a ella. —Quiero... necesito... pero no confío... no confío en usted señorita. —se hizo un silencio donde ella no sabía que decirle. Le había dicho toda la verdad, absolutamente toda. —Podrá quedarse en LightHouse, no la imagino en la calle, al menos no quiero ser yo el culpable de lo que pudiera sucederle, y espero no arrepentirme de esto... —dijo mientras abría la puerta de la despensa y salía a paso apresurado dejándola de pie, deshecha y escuchando sus pasos apresurados subiendo la escalera de servicio.

Subió los peldaños que la llevaban a su habitación,  con la vela en su mano y el corazón en un puño. Se encerró en su habitación y lloró.

Difícil había sido ser ella misma sintiendo el desprecio de todos, difícil había sido convertirse en alguien más y olvidar todo lo que había vivido; terrible le había parecido acostumbrarse a la vida que llevaba y doloroso había sido oír tantas mentiras sobre ella misma; pero enfrentar su mirada, oír sus palabras de desconfianza, eso sí era lo más espantoso que había vivido en su vida. Le dolía su cercanía de ese día, donde podía recordar su lucha interna al tenerla cerca, sus palabras sobre un beso que ansiaba darle y su necesidad de creer en ella, pero más la turbaba y trastornaba sentir a su corazón romperse ante su difidencia, aunque podía entenderla. Peludo se subió a su cama y se acurrucó abrazada a él.

Andrew se recostó, cerró sus ojos en un intento vano de controlar sus pensamientos que repiqueteaban como campanas, que estaban alborotados y mezclados, que lo aturdían y confundían. Lamentó la historia que le contó y deseó que fuera cierta, necesitaba creerle, su corazón lo ansiaba, porque necesitaba tenerla en LightHouse. No imaginaba su vida sin la ilusión de cruzarla en un pasillo, de encontrar su rostro entre las cerdas de los cepillos, de oír su voz calma y melodiosa, o su sonrisa tierna. 

 

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