Capítulo 45

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"Si me ves por alguno de tus pensamientos, abrázame que te extraño. "

Julio Cortázar

Andrew se sentó sobre su camastro a bordo de Galatea, dejó su arma al costado y se desabrochó cada botón de la chaqueta para quitársela, ya estaba oscuro y todo se encontraba silencioso. Cuando quitó un brazo, sintió el ruido de aquel papel, lo tomó en sus manos y lo observó unos segundos como cada noche, de cada día, de cada semana, de cada mes. Ya habían pasado seis meses a bordo de Galatea y habían tomado al menos cinco barcos mercantes franceses. Se tiró hacia tras y abrió sus ojos mirando por la pequeña ventana, aquella noche bella, repleta de estrellas decorándola, así como aquellos pequeños puntitos decoraban sus mejillas. Suspiró y cerró sus ojos un instante tratando de concentrarse en un recuerdo, y entonces sonrió, un estornudo estrepitoso al lado de la biblioteca de LightHouse y una mata de cabello rojizo frente a él, se le apareció. Volvió abrir sus ojos y se concentró en aquel sobre, lo abrió y releyó sus palabras innumerables veces, acaricio la tinta y las recitó de memoria. Volvió a guardar el sobre en su bolsillo y se acostó.

Soñó con ella, en la cocina de LightHouse, comiendo algo delicioso y diciendo bobadas, haciendo que él sonriera, entonces Peludo saltaba sobre su pierna y le robaba la comida del plato

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Soñó con ella, en la cocina de LightHouse, comiendo algo delicioso y diciendo bobadas, haciendo que él sonriera, entonces Peludo saltaba sobre su pierna y le robaba la comida del plato. Ella refunfuñaba mientras lo retaba por tomarse las cosas a la ligera y él terminaba abrazándola por la cintura y besando sus labios suaves. Parecía tan real, podía sentirla, abrazarla, detenerse en cada detalle. Cada noche pedía a Dios soñar con ella, para tenerla cerca, para imaginar que todo era distinto. Besaba sus labios dulces mientras ella lo rodeaba por el cuello y lo abrazaba pegando su rostro a él...

Un grito abrumador lo despertó, de inmediato tomó su arma mientras  se oían fuera los disparos, y la noche calma y silenciosa se había convertido en un infierno

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Un grito abrumador lo despertó, de inmediato tomó su arma mientras se oían fuera los disparos, y la noche calma y silenciosa se había convertido en un infierno.

Tomó la puerta hacia la cubierta y veía los mercantes franceses montados sobre Galatea, sus soldados y demás subordinados, estaban en sus puestos mientras eran atacados sin piedad. Corrió por la cubierta y disparó en la oscuridad de la noche a todo uniforme azul que veía. La lucha era cuerpo a cuerpo, su pecho subía y bajaba agitado, se fue acercando como pudo a la cubierta artillada y grito al oficial Hoffman que indicara el ataque al barco que no daba tregua. Se oyeron disparos ensordecedores, luego gritos, y el claro ruido de hombre al agua. Aquel barco ardía en llamas, los hombres desesperados por huir del fuego, se lanzaban al mar, y los que se encontraban en Galatea, no se rendían, sino continuaban luchando de manera encarnizada. Giro su cabeza y se encontró con aquel muchacho nuevo, tenía los ojos tristes y asustados, un francés se acercaba a él por la espalda y Andrew levantó su mano armada y disparó, abatiendo aquel cuerpo que cayó al mismo tiempo que el suyo, pues un dolor muy agudo que quemaba había alcanzado su cuerpo, no permitiendo que pudiera seguir sosteniendo su peso, sino cayendo estrepitosamente al suelo y quemándole con fuego, como una corriente vehemente que avanzaba hasta su garganta. Se quedó inmóvil, sus ojos fijos en el cielo oscuro que se perdía más allá de Galatea y repasando las estrellas brillantes, para que su último pensamiento fuera ella. Luego, todo fue silencio y oscuridad.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora