Capítulo 43

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"Te extraño como siempre y como nunca"

Julio Cortázar.

El carruaje se detuvo frente a la casa, Abi se asomó por la ventanilla y sintió una especie de alivio de saber que el viaje al fin había terminado. Le dolía su cuerpo y su corazón. Cada milla que se alejaba de LightHouse dolía, cada bache del camino dolía. Se sentía una bolsa de huesos y un corazón hecho añicos.

James Grosvenor le abrió la puerta y como todo un caballero le extendió la mano para ayudarle.

—Muchas gracias señor Grosvenor, se lo agradezco inmensamente.

—No tiene por qué...

—Aguárdeme un instante que me anuncie con mi tía, y le invitaré con gusto un rico té y algún biscocho.

—No se preocupe. Hable tranquila con ella, yo pasaré mañana a saludarlas ¿Le parece? —Abi sonrió levemente.

—Muchas gracias, es usted muy considerado.

—Con usted no debo esforzarme en nada, todas las atenciones parecen pocas. —Abi se sonrojó y bajó la mirada. No tenía ánimos para recibir ningún halago, pero a la vez, ese hombre le hacía sentir confianza y seguridad. James besó su mano e hizo una corta reverencia. —Señorita Henderson, mañana por la mañana pasaré a verla.

—Por supuesto. Gracias de nuevo y prometo que le devolveré todo...

—No se preocupe por nada. Es un regalo. —Ella sonrió mientras lo vio alejarse y luego, partir en el carruaje. Se acercó a la casa y golpeó levemente, casi con vergüenza. Aguardó un momento y el mayordomo abrió la puerta.

—Señorita Henderson, qué sorpresa. No esperábamos verla tan pronto por aquí. Adelante por favor. —Abi entró y vio a su tía sentada en el sillón.

—Abigail... —dijo y bastó para que ella corriera y se desplomara sobre su falda y llorara angustiada. Nunca imaginó que su tía pudiera ayudarle o consolarla, pero era su única familia, era lo más cercano a una madre. Gretchen acarició su cabello suavemente, con sus dedos delgados y arrugados por los años, acarició cada hebra y se mantuvo en silencio, como si entendiera lo que sentía y como si no necesitara mayores explicaciones que sus lágrimas. No hubo "te lo dije" ni "sabía que volverías". Nada, solo silencio y comprensión. —Ve al cuarto... date un baño y duerme. Más tarde hablaremos. —Abi asintió y secó un poco sus lágrimas mientras subía las escaleras.

Hizo como su tía le dijo, se dio un baño que Mary le había preparado, se vistió con un camisón que ella le había prestado y durmió.

El golpe suave de unos nudillos le hizo abrir los ojos pesados de cansancio y dolor.

Se levantó y abrió, encontrando del otro lado a Mary que cargaba vestidos.

—Señorita Abigail, su tía le ha mandado a pedir estos vestidos, que se los pruebe, y en medio hay un camisón.

—Muchas gracias.—Recibió todo y se dispuso a cambiarse.

Bajó las escaleras y Gretchen la esperaba para la cena.

—Tía, gracias por todo. —Besó su mejilla.

—No agradezcas tanto todavía... —Abi sonrió levemente. —No necesitas decirme nada, ya sé. Conozco esa historia como si yo misma la hubiera recorrido alguna vez. No necesito explicaciones ni detalles. Sólo dime que no te entregaste a él.

—No tía. No lo hice.

—Muy bien, entonces levanta el mentón querida... endereza la espalda y no dejes que nadie te vuelva a humillar nunca más. —Estiró su mano y la apretó. Abi asintió.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora