Capítulo 26

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"El deseo de olvidar era el más fuerte estímulo para recordar"

Gabriel García Márquez

Corrió en la arena hasta llegar a LightHouse. Aún le ardían los labios que estaban hinchados y sonrosados por la pasión y la dulzura de ese beso, deseado y a la vez imposible. « ¿Qué tortura es esta Dios...? ¿Tener sus besos, pero sin amor? » Los rozó con sus dedos sintiendo la tibieza aún en ellos, la tibieza de ser besados por primera vez. Cerró sus ojos y recordó su mirada y su voz temblorosa « "No lo sé"... ¿Cómo que no lo sabe? Esta dispuesto a enloquecerme, a volverme loca, a convertirme en alguien que no soy. Abigail Henderson no dejaría que un hombre se comportara de aquella manera, que usara sus labios como quitapenas. Y no... no lo haré.» pensó aún dolida por su respuesta. Apretó sus labios y los calmó con agua del mar, sintió el salado en su boca, se secó las lágrimas e ingresó en la cocina dispuesta a realizar las tareas, y dispuesta a esquivarlo todo el tiempo que le fuera posible.

—Gillian, la señorita Percy solicita que alguien le ayude con el peinado, ¿dime por favor que puedes ayudar? Danielle está con Lady Percy. —Abi pensó en aquella idea y puso sus ojos en blanco mientras Gilbert se aproximaba a Dorothy. —Vamos, vamos... que la comida salga a tiempo... ¿Y muchacha? La señorita Percy espera impaciente...

—Sí señor, enseguida.

Abi subió las escaleras, pasó por su habitación y se colocó una cofia de trabajo, prefería que no se viera demasiado su cabello delante de ella, que si bien no habían compartido demasiado, temía que la reconociera y se armara un escándalo por su presencia allí. Se acercó a la habitación y golpeó la puerta despacio.

—Adelante...

Tomó la manija e ingresó.

—Al fin llegas. Vamos, apúrate. Quiero que me hagas un bonito recogido, que me queden muchos bucles sueltos. Imagino que sabes cómo, ¿verdad?

—Sí señorita.

—Muy bien... vamos, vamos...

Abi tomó el cepillo y se aproximó a ella, con demasiados sentimientos encontrados, pero desde que había llegado a esa casa, era la actividad que más desagrado le causaba, incluso más que vaciar los orinales. Pasó el cepillo por su cabello suave y sedoso, era hermoso y castaño, brillante y cuidado. Tragó saliva pensando que Andrew sería su esposo y que ella la estaba poniendo más hermosa aún para él. Sufrió ante esa realidad, pero cerró sus ojos y los apretó un breve instante.

—¿Estás dormida?

—Lo siento señorita... —comenzó la labor y le realizó un hermoso peinado, le ayudo a colocarse el vestido rosado y la observó mientras se miraba en el espejo y sonreía.

—Me gusta... la verdad que eres mejor que la otra...

—Gracias señorita.

—¿Cómo te llamas?

—Gillian.

—Muy bien Gillian, está atenta porque quiero que me peines tú de ahora en más.

—Sí señorita. —dijo mientras se le estrujaban las entrañas ante esa idea.

Cerró la puerta de la habitación cuando salió y ella se quedó ordenando sus vestidos y todo el cuarto en sí, que estaba patas arriba. Los acomodó uno a uno, mientras los acariciaba con su mano suavemente y los colgaba. Tomó uno y tentada a la vez que un tanto melancólica,  se lo puso delante, mirándose y moviendo la falda de un lado a otro. Cogio un colgante muy bonito que estaba sobre la mesa, era una Aguamarina engarzada con oro que pendía de una hermosa cadena. Lo asentó sobre su cuello y contempló como la piedra resaltaba sobre su piel clara y el color de sus ojos. Mientras se veía sonriendo, abrieron la puerta de repente, Lady Percy junto a Lady Vane que se detuvieron impávidas y frunciendo el ceño al contemplarla allí parada con el vestido de su hija y el colgante en su cuello.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora