XLVIII

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Camino nervioso por la enorme cocina de la hacienda Córcega, decidí esconderme aquí hasta que Aristóteles llegue.

He estado planeando discursos para decirle la noticia pero siento que cuando llegue y vea el ataúd no le será muy difícil decifrar lo que pasa.

Los murmullos se oyen hasta acá pero cuando estos son callados es cuando sé que ha llegado.

Con algo de pesar salgo de la cocina a la sala principal donde él se encuentra.

Su cabello está más corto que antes haciendo que sus rulos se enrosquen más, sus facciones siguen igual de definidas que antes, bajo la mirada viendo que su cuerpo parece más delgado pero me preocuparé de eso luego.

Decido acercarme pero me detengo en seco cuando su mirada se dirige a mi, hacemos contacto visual, me duele un poco el pecho cuando veo su expresión tan confundida y asustada.

Se acerca a mi a paso apresurado poniendo ambas manos en mis brazos. Contengo la respiración por su cercanía pero a la vez aprovecho para verlo mejor, en definitiva ha perdido peso, ya no queda nada de sus mejillas regordetas.

–T-temo ¿Qué está pasando? –su voz se quiebra un poco por el miedo.

Suelto un suspiro y sin poder evitarlo miro de reojo el ataúd del Señor Audifaz. De inmediato su mirada sigue la mía, su agarre en mí se debilita, me suelta pero de inmediato siento su peso caer todo sobre mi.

Se desmayó.

𝐭𝐡𝐚𝐧𝐤 𝐮, 𝐧𝐞𝐱𝐭 ➶ 𝓐𝓻𝓲𝓼𝓽𝓮𝓶𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora