Capitulo 28.

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La escritura es la pintura de la voz

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La escritura es la pintura de la voz.

Voltaire.

Mi vista se queda clavada en ese punto solitario del camino por el que Hunter acaba de irse; casi podría pintar su silueta parada ahí sino fuera por el aturdimiento con el que me dejó. No comprendo lo que acaba de pasar.

¿Por qué actuó de esa manera?

Su comportamiento es muy raro cuando estamos cerca, todo el tiempo está tratando de acercarse a mí —a Marie en realidad—, de esa forma, pero apenas me voy dando cuenta.

Tal vez...

No, no puede ser.

El pensamiento no abandona mi cabeza el resto del día; revolotea alrededor de mi mente como si de una manada de mariposas se tratara, las cuales se detiene por un momento solo para volver a volar. Toda la historia me parece un gran enigma que cada vez me produce más curiosidad; estoy decidida a averiguarlo, necesito una respuesta y solo tengo cinco semanas para descubrirla. Sin embargo, si mi sentido de la deducción no me falla, Marie engañaba a Scott con Hunter, es la única razón coherente que se me ocurre por ahora.

Necesito saber a qué me estoy enfrentando. Tengo una fecha establecida para dejar a un lado a Marie porque por ningún motivo pienso aparecer el día del estreno, si Marie no aparece para entonces, aunque a estas alturas estoy convencida de que no lo hará.

Tengo un montón de preguntas que necesito responder y la única persona a la que puedo preguntarle ni siquiera quiere verme y no tengo idea del por qué.

Iré a hablar con Pratt, aun si él no quiere.

...

Subo las escaleras de la residencia y me detengo justo frente a la puerta. No queda lejos del campo universitario, pero sí de mi vecindario, me tomo al menos cuarenta y cinco minutos llegar aquí desde casa.

Sé que Pratt debe estar aquí, si mal no recuerdo hoy es su día libre.

Toco el timbre y me acomodo el gorro que tengo puesto, hace demasiado frio, pero es más como un tic nervioso que utilizo para mantenerme ocupada. No pasa mucho tiempo antes de que la puerta se abra de golpe.

—Ya lo sé, pero... —El chico se calla en cuanto me ve. Supongo que es uno de los compañeros de Pratt porque trae puesto el típico uniforme de médico—. ¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta con amabilidad.

—Estoy buscando a Pratt, ¿Está?

—Sí, me pareció verlo en su habitación —hace un gesto hacia las escaleras—. Pasa.

Doy un paso adentro y vuelvo a acomodarme el gorro.

—Sube con confianza, estás en tu casa —dicho esto da media vuelta y desaparece por el corredor.

Blasfemias del amor  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora