Capítulo 31.

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Mi locura es divina y contagia

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Mi locura es divina y contagia. Apártate.
Alfonsin Stormi.


¿Alguien puede recordarme como se respira?

Porque estoy a punto asfixiarme.

He olvidado por completo como hacer que el oxígeno fluya hasta mis pulmones; el aire se siente demasiado pesado. Como si en vez de inhalar aire, aspirara los componentes químicos de un aerosol.

Scott esta tan cerca de mí, que no puedo evitar que mis manos tiemblen, que mi cuerpo entero tiemble.

—¿Quizás porque soy igual a ella? —respondo casi en un susurro. La frase suena más como una pregunta que como una respuesta. No puedo verle el rostro desde mi posición, así que elevo la mirada encontrándome con sus ojos mieles.

Distingo una sonrisa burlona tirando de las comisuras de sus labios, y puede que sea apenas una percepción, pero ese pequeño gesto es suficiente para que mis nervios se incrementen más.

¿Por qué a mí?

—Tal vez... —dice—, pero no me convence que sea eso —da un diminuto paso al frente acortando aún más la distancia, como si eso fuera posible.

Esto no está bien; no puedo involucrarme con él de esta manera. Porque aun quiere a Marie y ella podría aparecer en cualquier momento.

O no...

Sé que lo he dicho cientos de veces, pero es la verdad. Así que tengo que recordármelo a cada rato, porque con el más mínimo acercamiento de Scott, toda mi cordura desaparece.

Deslizo mi espalda por la pared para pasar por debajo de uno de sus brazos. Me separo respetando el espacio personal de ambos. Mientras que, por otro lado, el despega las manos de la pared y se gira para mirarme.

Scott Levine logra causar escandalo con cada uno de sus movimientos.

Distingo una sombra unos metros de nosotros, por un momento me asusto, pero me relajo al darme cuenta que se trata de Cole.

—¿Quieres ir a cenar? —pregunta casual, como si nada de lo que acaba de pasar realmente haya pasado—. Acabas de salir y estoy seguro de que no has comido nada.

Quiero mentir para que me deje ir, sin embargo, esa parte de mí que lo admira de todas las maneras posibles me juega un papel en contra.

—Está bien —las palabras salen antes de que pueda procesarlas.

—Las damas primero —hace ademán con su brazo para dejarme el camino libre y al segundo lo siento detrás de mí.

——A ver... —bajo la sección de la página web con mi dedo para luego presionar el botón de "jugar"—, ¿Cuál es el color favorito de Scott? —pronuncio mientras veo las opciones—. Opción A, el rojo; Opción B, el azul; Opción C, el anaranjado y opción D, el negro.

Blasfemias del amor  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora