Capítulo 37.

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Las personas con un destino no deberían hacer planes

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Las personas con un destino no deberían hacer planes.
Sueños de Dioses y Monstruos.

Creo que puedo estar soñando porque todo a mi alrededor se siente cerca, pero a la vez tan lejos como si no fuera real. No hay ruido y todo se ven tan borroso que me duele la vista. Mis parpados pesan tanto que tengo que mantenerlos cerrados un poco más, hasta que me sienta lista para enfrentar la realidad.

Lo primero que veo, es el océano; a través de una puerta corrediza de vidrio. El océano me da la bienvenida a este lugar desconocido para mí como si de alguna manera el agua intentara calmar de antemano el ataque de nervios que se avecina.
Presiono las palmas de mis manos sobre el blando colchón en el que estoy acostada; la sabana es suave, por completo blanca. Me siento dejando que mis pies toquen el piso de madera; el mareo es instantáneo al igual que la fatiga.

Por un segundo, no comprendo el porqué de lo que está ocurriendo. Continúo con la misma ropa que utilicé en la fiesta; el vestido azul marino esta arrugado.

Distingo una flor sobre la mesa de noche a un lado de la cama, una rosa roja, recién cortada, aun con espinas. Debajo de ella hay una pequeña nota. Agarro ambas cosas sin llegar a tocar las espinas en el tallo. La letra descuidada me dice que fue escrita con prisa.

El optimista ve la rosa y no sus espinas; el pesimista mira las espinas ajeno a la rosa.

Khalil Gibran.

De pronto todos los recuerdos de las últimas horas en las que estuve despierta chocan en mi mente desencadenando una serie de emociones. Imágenes inconclusas aparecen en mi visión y de poco a poco, van tomando forma.

Hunter...

Hunter me drogó y me ha traído aquí. 
Me levanto de golpe, camino hacia las puertas de vidrio; trato de abrirlas, pero están cerradas por fuera. Miro a través del vidrio para distinguir un indicio de donde estamos, es claro que estamos en una playa, pero no sabría decir con exactitud donde se encuentra. Tampoco veo mi teléfono por ningún lado, ni nada que me sirva para salir de aquí.

Marie me lo advirtió, ella dijo con claridad que Hunter era peligroso. Pero ni en mis más locos sueños llegué a pensar que algo como esto pudiera suceder.

Quito el cabello de mi rostro con brusquedad al tiempo que comienzo a revisar los cajones de los muebles; lo único que encuentro son papeles, revistas y un sinfín de cosas absurdas que no me sirven para nada. Una puerta doble del otro lado de la habitación acapara mi atención, al principio creo que es el baño, pero al abrirla descubro que es un vestidor. Lleno de ropa de mujer, aun con las etiquetas del lugar en el que fueron compradas.

Cálmate Lynn, no te alteres.

Busco debajo de la cama, detrás de los muebles y en cada maldito rincón de la habitación. Entonces, comienzo a desesperarme.

Blasfemias del amor  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora