Capítulo 32.

324 58 16
                                    

Llora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llora. Sé que tienes ganas de llorar, así que no dudes en hacer llover, deja que tus ojos derramen el agua como una cura que calma el dolor de un alma rota.

Onar Ramos.

—¿A qué edad te enteraste de que querías cantar? —Juego con la pajilla de mi refresco, los cubos de hielo chocan contra las paredes del vaso de vidrio haciendo ese sonido en cadena que casi parece una melodía. Hemos hablado durante al menos dos horas, se supone que solo sería un rato; es tarde, pero, no quiero irme aún.

—Escuché Time de Pink Floyd a los ocho años y fue como amor a primera vista, me regalaron una guitarra por mi cumpleaños ese mismo año y supe que eso era lo que quería hacer -sonríe; no puedo evitar imaginarme a un mini Scott escribiendo canciones tan pequeño.

Me hubiera gustado conocer al Scott de esa época; no creo que este sea muy diferente, pero quizás, no tendría que esconder lo que siento delante de él porque es algo que me sigue costando trabajo y creo que nunca dejará de hacerlo.

A veces siento que soy una extraña versión de Picasso; nunca podré igualar su talento, dudo mucho que alguien pueda hacerlo. El pintaba para liberar su alma, para dejar salir cada sentimiento que sentía. Y la única oportunidad que tengo de dejar a libre albedrío lo que siento por Scott es cuando pinto. El lado malo, es que jamás se puede tener los suficientes colores o la suficiente cantidad de pintura; nunca existirán suficientes lienzos como para que se pueda plasmar con exactitud los sentimientos hacia alguien. Más si estos son reprimidos.

El hielo de mi refresco ha comenzado a derretirse; no sé qué hora es, pero viendo como el firmamento se alza en lo alto, es tarde.

—¿Tienes que irte? —De alguna manera, Scott siempre parece adivinar mis pensamientos.

—No, en casa no son tan estrictos —Muerdo el interior de mi mejilla derecha—, ¿Tú tienes que irte?

—Debería —admite y yo me remuevo incomoda en mi asiento—. Pero no quiero, es bueno hablar contigo Lynn. Por cierto, ¿De dónde viene Engelyne?

Suelto una risa ligera.

—Mi papá quería un nombre que sonara bien en ambos idiomas porque ella vivió aquí durante parte de su niñez y mi mamá tuvo muchos problemas para quedar embarazada, entonces... —lo miro haciendo una mueca—, dijo que yo fui como un milagro de los ángeles, cuando me presentaron hubo un error al escribir el nombre. Cambiaron a A por la E dando Engelyne —me río. Scott también lo hace—. Lo sé, es un poco controversial.

—Oh no, me gusta —sonríe—. A mí me colocaron Scott por mi abuelo materno, tan sencillo como eso. Me gusta esa historia.

—Deberías escuchar la historia del nombre de mi hermana, Elena... —Me recuesto contra el espaldar del asiento forrado en cuero rojo-, en teoría es más corto, pero te aseguro que la historia es mucho más larga.

—Pues no puedo esperar para escucharla —Imita mi acto y se recuesta en el respaldar cruzando sus brazos sobre su pecho.

—¿Ahora? —pregunto incrédula. El asiente. A continuación, le relato como es que mi hermana termino con el nombre de una de las ex novias de mi papá, mucho antes de que él y mamá se conocieran. La historia es tan loca como suena. Una carcajada brota de sus labios en cuanto termino.

—No puedo creerlo —sacude la cabeza.

De pronto, el tema revolotea a mi alrededor sin que atine a callarlo.

—¿Sabes por qué a Marie la nombraron así? —suelto sin pensarlo.

—Oh, demoniosz no —el tono de su voz se oscurece—. No hagas eso.

Lo observo con detenimiento, sin comprender a que se refiere.

—¿Qué cosa?

—¡Eso que acabas de hacer! —exclama—. Siempre que hablamos nombras a Marie, es como si ella fuera el único tema por el que conversamos.

Separo un poco lo labios, sorprendida; de alguna manera Marie merodea a mi alrededor todo el tiempo. Es cierto, siempre la menciono, pero es porque por ella nos comprometió en esto. Me he acostumbrado tanto en pensar en ser como Marie que me olvidado de ser yo misma.

—Hablas demasiado sobre ella Lynn... —Se inclina sobre la mesa fijando sus ojos en los míos—, no tenemos que actuar aquí.

—Lo sé, pero...

—Lynn —su tono de voz me hace quedarme callada—. No quiero saber sobre Marie, quiero saber sobre ti. Sobre lo que te gusta, sobre lo que quieres hacer. Ella no puede ser nuestro tema de conversación todo el tiempo.

Quiero protestar; así no lo veo yo, Marie es como el centro del hilo que nos une. Si ella no hubiera desaparecido, nosotros nunca estaríamos entablando esta conversación ahora mismo.

—Scott, creo que... —me interrumpe.

—Si crees que una vez que todo este asunto termine voy a alejarme de ti, estas muy equivocada —su frase me deja sin habla—. No voy a perder a una amiga como tú, porque eres de las pocas que en realidad me escuchan.

Amiga.

Ese el problema Scott, no creo poder ser solo tu amiga. Aunque sé que perder por completo el contacto con él me destrozaría.

—Pensé que una vez que todo terminara, no habría nada más que nos mantuviera siendo amigos.

—¿De verdad piensas eso? —pregunta asombrado. Hago un ligero gesto de afirmación.

Sin decir nada, se levanta de golpe y da un paso al frente en mi dirección. Parpadeo varias veces sin despejar la mirada de él y antes de darme tiempo a procesar lo está pasando, me besa.

La sorpresa es tan grande que me toma un segundo completo en comprender la situación. Sin embargo, no tardo en corresponderle. Una de sus manos acuna en lado de mi rostro, su dedo pulgar se posa en mi mejilla dejando tiernas caricias que en mi mente parecen como delicadas pinceladas, sus dedos tocan los bordes del nacimiento de mi cabello y parte mi cuello, mientras que la otra se posa en la parte baja de mi espalda. Tiene una rodilla clavada sobre el asiento rojo. Su toque es estremecedor y embriagador; adictivo como ningún otro. Todo el mundo desaparece a nuestro alrededor y por un momento solo estamos nosotros; sus labios se sienten cálidos contra los míos. Nos separamos solo cuando la falta de aire nos obliga, pegamos nuestras frentes sin importarnos el mundo allá afuera.

—No sé qué va a pasar en unas semanas —Moja sus labios con la punta de la lengua—. Pase lo pase, no quiero perderte Lynn. No sé qué demonios haz hecho conmigo, pero estoy dispuesto a averiguarlo.

—¿A qué te refieres?

Una perfecta sonrisa se extiende por su rostro.

—Me gustas Luna, me gustas mucho.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Blasfemias del amor  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora