Capitulo 27.

320 57 9
                                    

La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La biblioteca es la más democrática de las instituciones, porque nadie en absoluto puede decirnos qué leer, cuándo y cómo.

Doris Lessing.

El trayecto es incómodo hasta mas no poder. El silencio se cierne por completo dentro de la camioneta blindada; al menos los primeros minutos se mantuvo así. Estoy como una estatua, sentada casi pegada a la puerta, oculta casi por completo por el asiento del copiloto, sin embargo, fue imposible no escuchar el sermón que el representante de Scott, dice:

—¡No puedo creerlo! ¿Acaso tienes idea del escándalo que se armará? —No lo veo, pero puedo imaginarme la intensidad de sus ojos, de su mirada enojada al decir eso—. Ya tenemos bastantes cosas con el inicio de la gira mundial en un par de meses como para involucrarnos en algo como esto.

—¿Podrías relajarte? —Scott habla—. Sea como sea, ya está. Tampoco fue para tanto, el policía era un amargado que exageró las cosas.

¿Cómo es que Scott se toma todo tan calmado? Yo estuve al borde de un ataque cuando el policía dijo que debíamos acompañarlo a la estación de policías. Pero vamos, ¡Él se atravesó! No fue nada que un viaje a la tintorería no arregle, de hecho, creo que al llegar a casa voy a dibujar la escena porque en su momento, fue divertida.

—No puede ser que seas tan inconsciente —de reojo veo como sacude la cabeza; quiero decir que la que comenzó con el juego fui yo. Así que me enderezó en el lugar.

—Disculpen si me entrometo —digo para captar la atención de ambos, incluso de Cole que va sentado a otro lado de Scott y del chofer—. La culpa no fue de Scott, yo fui la que comenzó.

—Lynn... —Scott susurra y su mano me agarra el antebrazo—, no hagas eso.

—Pero es la verdad —el representante de Scott pasea la vista por ambos, con claras señales de enfado; su frente está marcada de pliegues con las cejas contraídas al igual que su mandíbula, tiene ligeras pero notables arrugas alrededor de los ojos color pardo que se extienden hasta las sienes. Sus ojos se detienen en mi por un segundo como si estuviera debatiéndose entre hablar o no.

Al final, aparta la vista y se gira para quedar mirando hacia el frente.

—Hablaremos luego —es todo lo que dice.

...

Para esta fecha, he aprendido el guion al derecho y al revés; faltan alrededor de cinco semanas para el estreno y aun no hay rastro de Marie.

Con un bolígrafo azul hago un par de garabatos al reverso de una de las hojas de cualquier cosa que se me ocurra; es cierto que estoy distraída pero una vez que agarro un lápiz o cualquier cosa con la que pueda dibujar, no puedo detenerme. Así es el arte, espontaneo, sin límites...

—Dijiste que no sabías dibujar —la voz de Hunter me hace pagar un brinco; subo las cejas sin apartar la vista de la hoja, por un segundo olvidé dónde estaba y a quién interpretaba.

Blasfemias del amor  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora