Capítulo 1.

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«El viaje más maravilloso no es al centro de la tierra, ni a los confines del universo, es al interior de sí mismo»

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«El viaje más maravilloso no es al centro de la tierra, ni a los confines del universo, es al interior de mismo»

Julio Verne.

OTOÑO

Uno.

Dos.

Tres.

Cuatro...

He contado cada segundo desde hace treinta y seis minutos, solo me falta contar mil quinientos más antes de que finalice la clase.

Mis manos están apoyadas sobre el escritorio de madera; una de ellas golpea el cuaderno con el lápiz de grafito y la otra se encarga de darle apoyo a mi barbilla mientras el profesor habla sobre una de las pinturas extraviadas hace cientos de años.

El viento frío que se cuela por la ventana del aula indica que el otoño está por terminar para dar paso al helado y solitario invierno.

Cinco.

Seis.

Siete.

Ocho...

Estoy hecha un manojo de ansiedad y nervios, no puedo dejar de golpear el piso con el talón de mi pie. Sé que debería estar prestando atención a la clase, sé que debería haber anotado hace un instante lo que el profesor dijo que va para la prueba, pero estoy tan emocionada por el evento de esta tarde que no puedo concentrarme en nada.

Hace casi dos semanas completé un formulario para un concurso de arte, en el cual cualquier persona de la ciudad puede entrar y tan solo se elegirán cincuenta participantes. Los ganadores tendrán la oportunidad de exhibir su trabajo en una galería el próximo año; no podría estar más emocionada y aterrada por eso.

Sé que cientos de estudiantes se inscribieron; es muy difícil que quede entre los cincuenta participantes, pero es una grandiosa oportunidad y, es difícil que se repita.

Mil quinientos segundos después la campana suena dando por finalizado este día. Aún tengo un par de horas antes de ir a la galería de arte, donde escogerán a los participantes.

—No olviden pasar por su copia del cuestionario que deben realizar para la próxima clase—dice el Señor Collins, un señor bajito con todo el cabello inundado de color gris. Tomo un momento para guardar mis útiles solo porque necesito ganar tiempo para evitar la manada de alumnos que se forma en el pasillo.

El señor Collins me observa desde la silla de su escritorio cuando camino hacia el para agarrar la copia del cuestionario.

—Señorita Lynn, su trabajo de la semana pasada estuvo excelente, al decano y a mí nos gustaría enseñarlo en la feria de arte que organiza la academia todos los años, claro si le parece bien. Para la próxima semana —Apoya los codos sobre el escritorio de madera.

Blasfemias del amor  ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora