Capítulo 30

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      Me tiré a la cama de Aidan como si fuera la mía. Después de hablar un rato con Jared, Tobías y Thom, me acompañó hasta el departamento a buscar mi ropa. Mientras la ordenaba y la echaba a la maleta Aidan se había quedado en el comedor hablando con Jared. No me había comentado absolutamente nada pero me moría de curiosidad por saber y de ganas de preguntarle. Me levanté nuevamente para sacarme la ropa, quedando solamente en ropa interior, de color rosa palo de encaje. Necesitaba a Aidan. Cuando subió se quedó de pie mirándome embobado mientras yo me soltaba el cabello rizado, el cual cayó por mis espalda y mis hombros como una cascada suave. Aidan se sacó los zapatos, los calcetines, los pantalones y su blusa. Solamente quedó en bóxers. Su erección era palpable y lo único que quería hacer en ese preciso momento era bajar mi mano. Se acercó a mí a paso lento y decidido, se ganó a centímetros de mí comiéndome con la mirada. Su mano derecha fue a parar al colgante de mi sostén, bajándolo con suavidad por mi hombro rozando mi piel con la suya. Siguió mi clavícula con las yemas de sus dedos, haciendo que cerrara los ojos para así activar mis otros sentidos y sentirlo con la intensidad. Hizo lo mismo con la otra tira del sostén, hasta que sus manos se perdieron por mi espalda para desabrochar el sujetador y dejarlo caer. Se agachó y me quitó las bragas dejándolas caer al piso, mezclándose con la demás ropa. Estaba expuesta a él. Llevó sus labios a mi piel, pero solo la rozó. Se levantó por completo del suelo, llevando sus manos alrededor de mi cuello, masajeándolo con su pulgares.

—No tienes idea lo embobado que me tienes, Ava —cuando besó mis labios solté un suspiro sobre ellos. Retrocedió conmigo hasta la cama, donde me dejó caer con cuidado, se paró frente a mí mirándome con un brillo particular en sus ojos. Se bajó los bóxers luego se ganó entre mis piernas, entró lentamente, no con la agresividad con la que solía hacerlo. Besó mis clavículas y mis manos fueron a parar a su espalda, pero me agarró de las muñecas dejando mis manos a cada lado de mi cabeza, para entrelazarlas luego. Salió lentamente de mí y volvió adentrarse en mis profundidades con la misma lentitud, era una tortura deliciosa —. Di que eres mía Ava. Dilo.

Arqueé mi espalda y dejé caer mi cabeza hacia atrás, Aidan me estaba volviendo loca, estaba extasiada, enamorada. No quería estar en otro lugar que no fuera entre sus brazos.

—Soy tuya, Aidan. Solamente tuya.

Oía sus gemidos en mi oído, sus embestidas eran lentas, pausadas. Ambos estábamos disfrutando de nuestro contacto. Cuando alcanzamos el orgasmo juntos quería soltar que lo amaba. Pero no sentí que aún llegara ese momento. Se dejó caer a mi lado con respiración agitada. Ambos estábamos tratando de controlarla. Me gané boca abajo en la cama apoyándome de mis codos, mirándolo. Mi mano derecha fue a jugar con la piel de su pecho, mis dedos subían y bajaban por él. Cómo se le estaba haciendo costumbre, me tomó por la cintura y me acostó en su pecho, acariciando mi cabello. Me encantaba que hiciera eso, amaba que lo hiciera. 

A primera hora nos pusimos en marcha, Aidan manejaba y yo miraba por la ventana viendo que fotografiar con su cámara. Me giré hacia él y lo enfoqué, sacándole una foto. Se veía guapísimo con su blusa negra, sus jeans, sus zapatillas deportivas y sus lentes de sol. Aidan era completamente perfecto, me gustaba absolutamente todo de él. Seguí sacándole fotos hasta que sonrió. Un sonrisa genuina que me volvió loca. Cada vez que lo hacía, cada vez que sonreía me enamoraba aún más. Lo estaba amando como jamás ante amé a alguien. Después de largas horas de camino, llegamos a un lujoso hotel, Aidan tenía una suit reservada para dos personas con cama matrimonial. Hasta eso me había puesto los pelos de punta y que me diera un cosquilleo en el estómago. Dejamos las maletas tiradas, Aidan había corrido al, baño a mojarse por el calor que hacía, mientras yo miré la gran piscina desde el balcón. Decidí meterme. Abrí mi maleta y me saqué la ropa para poder ponerme el bikini, me quedaba algo pequeño ya que lo tenía hacía mucho tiempo. Encima me coloqué un short negro y una blusa blanca súper sencilla. Aidan había salido del baño todo mojado. Le dediqué una sonrisa traviesa.

Quiero que bailes para mí © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora