— ¿Otra vez la peluca y el antifaz?
Salté en mi lugar al escuchar su voz, me giré en mi asiento, encontrándome con sus ojos los cuales tenían una expresión divertida pero también una de reproche. Mi corazón se había acelerado con solo oírlo, mi piel se había erizado por tenerlo aquí, después de días más sumándose a la semana de su ausencia.
— ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? ¿Cómo supiste que hoy trabajo? —quise saber extrañada.
—Fui a tu departamento. Piso 5 departamento 9.
— ¿Cómo...
—Me lo dijo el conserje. No fue difícil convencerlo —sus expresiones demostraban despreocupación —. Cuando estaba por tocar el timbre llegó un amigo tuyo... Lucian. Sino mal de recuerdo. Dijo que se te quedó la pañoleta en su sofá la noche que fui a verte. Le dije que era tu novio por lo cual me pidió que te la entregara. Luego me dijo que te vio salir por lo que deduje que trabajarías un miércoles.
—Uno: no eres mi novio, dos: no tienes derecho de ir a mi departamento. Y tres ¿Qué demonios quieres? ¿Qué buscas yendo hasta allá? —sabía que mis palabras habían salido muy duras. Pero desde aquella noche que no le veía. Absolutamente nada.
—Necesito explicarte lo de ese día y por qué me ausenté tanto tiempo...
—No quiero escucharte Aidan. No debes explicarme nada así que yo a ti tampoco. No somos nada —mis palabras me había dolido. Y vi un brillo también en sus ojos de decepción.
Guardó silencio mirándome incrédulo.
—Por favor quiero que te vayas, tengo que trabajar.
—No me iré hasta me escuches —se acercó amenazadoramente —. Ava, escúchame. Necesito explicarte todo.
Tragué saliva. Lo que no me cabía en la cabeza era el por qué necesitaba explicarme. Aunque moría por saberlo.
—Lo de la ropa el armario... —cerró los ojos con pesar ya guardó silencio por algunos instantes —. Hace cuatro años conocí a una chica, estaba estudiando educación diferencial, me hablaba muchísimo de su carrera y la escuchaba fascinado.
»Salimos durante un tiempo. Luego nos hicimos novios...yo... después de tanto tiempo le iba a pedir por fin matrimonio. Pensaba que era el amor de mi vida. No me importó que fuéramos tan jóvenes —se tomó una pausa —. Yo esa tarde la estaba esperando junto a su familia para comer claro que la familia ya sabía a lo que ella iba. Estaban emocionados. Su padre resolvió una llamada...
Su mirada se perdió en algún punto de la habitación.
— Éramos felices ¿sabes? — ¿éramos? —. Fue un accidente...ella iba cruzando la calle.
—Aidan...
— Después de su funeral yo desaparecí, me convertí en un ermitaño. Solo, devastado... —su tono de voz se fue apagando mientras que un nudo se formaba en mi garganta —. El resto del tiempo se lo dediqué a la alcohol —me miró a los ojos y solo vi dolor y nostalgia en ellos —. Era un alcohólico, Ava.
Luego de esa confesión se formó un silencio incómodo. Donde solo lo miré a los ojos buscando alguna cosa qué decir. Pero nada llegaba a mi cabeza.
—Mis hermanos me internaron en un centro de rehabilitación. El tiempo que no estuve guardaron sus cosas pero se les olvidó una caja.
Hizo una mueca, mientras que yo desviaba la mirada. Era demasiado todo lo que me estaba contando.
—La semana que me fui fuera porque debía ir nuevamente al centro de rehabilitación en donde mis hermanos viven en esa ciudad. La doctora Bloom tenía que asegurarse de que no volviera a recaer.
Entonces lo entendí todo y no podía sentirte tan mal.
—Perdona mi actitud inmadura...
—No quiero tu lástima, Ava.
Me paré de mi asiento acercándome a él, mis manos fueron a sus mejillas, haciendo que me mirara.
—No te tengo lástima, Aidan. Eres fuerte y valiente. No necesitas que tengas lástima.
Atrapó mis labios apegándome a él, pareciera que ambos necesitábamos ese contacto, ese calor, las sensaciones mutuas que nos hacía perder la cabeza.
—Debo ir a trabajar ya —avisé.
—No quiero que lo hagas.
—Aidan...
— ¿Por qué eres la única chica con peluca y a antifaz?
—No soy la única, hay dos chicas más que usan antifaz. ¿No las has visto? —pregunté extrañada.
—La noche que entré aquí era justo tu turno no necesite ver a nadie más. Luego vine otras noches seguidas, por semanas justo cuando a ti te tocaba.
— Espera ¿no me viste por primera vez la noche el privado?
—No, esa noche tú me viste por primera vez.
Sonreí, sintiendo mis mejilla arder. Qué patética era sonrojándome por esas palabras cuando me había visto más desnuda que con ropa.
•••
Capítulo corto pero necesario.
😹💜
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Quiero que bailes para mí ©
RomansaPensar que una mirada y un baile, lo cambiaría todo en mí, en él, en nosotros. Estaba mal. Lo que estábamos haciendo estaba mal. Pero desde un principio estábamos conscientes en el lío que nos meteríamos si éramos descubiertos. En el único lugar qu...