No pude bailarle por tercera vez, la tensión sexual era palpable que nuevamente me paré y salí de ahí. Mi cuerpo ardía, mi sexo palpitaba. ¡Y el muy maldito no había echo nada! ¿Cómo me podía afectar de esa manera? Le había bailado a muchos hombres, pero él...sin duda tenía algo que me incitaba a pecar.
Cuando llegué a casa, mi hermano estaba durmiendo, mientras yo llenaba la tina. Necesitaba un baño de agua fría, muy fría.
Me metí en la tina y jadeé al sentir el agua helada contra mi piel caliente. Dejé hundir todo mi cuerpo desnudo en aquella tina llena de agua, y al cerrar los ojos solo veía los suyos, recordé aquel calor que me hizo sentir al rozar mi piel con la suya, en un acto por retenerme, el calor volvió a pesar de que el agua estaba helada. Heladísima. Me percaté que el único que podía bajar aquel era él, con mucho más calor, haciéndome arder para luego enfriarme y desear quemarme nuevamente.
Bajé mi mano por mi vientre plano, la llevé hasta ahí, justo a mi sexo que palpitaba, que ansiaba ser acariciado, justo bajo el agua. Nuevamente recordé su mirada puesta en mí, deseosa. Todo en él me indicaba que se estaba conteniendo para no tocarme. Pero no se le dio muy bien...
Recordé cuando acarició mi cuello, cuando me olió... joder como olvidar tu tacto que me hacía tambalearme de la exitación.
Estaba frustrada porque quería que sus manos me tocaran en vez de las mías, y de nada servía imaginármelo. No era lo mismo, necesitaba, ansiaba su calor.
Retiré la mano y solté un suspiro de frustración. En la mañana debía verle la cara nuevamente...
Aquella mañana decidí llegar tarde, puesto que tenía clases con él nuevamente a primera hora. Y estaba demorándome a propósito mientras me decía «No te lo comas con la mirada» se me daba bastante bien la indiferencia. Así como también fingir que no me afectaba. Y ese hombre lo había sobremanera al punto de perder el control en mi temperatura corporal, y en estabilidad sexual.
Golpee la puerta, repitiéndome lo mismo. Pero cuando abrió, joder, estaba demás decirlo, pero, quería comérmelo desesperadamente. Estaba jodidamente sexy. Llevaba un pantalón negro y una camisa del mismo color, ni hablar de sus zapatos. El color negro era mi maldita debilidad. Toda mi ropa era negra, y si tenía encaje mejor. Cuando se acercó un poco a mí, me inundó su aroma abrumador que me hizo cerrar los ojos y aspirar, pero disimuladamente.
Olía exquisito. Quería enterrar mi cara en su cuello y olerlo todo el día.
—Llega tarde, señorita Vernacci —su voz sonó ronca. Parecía que se estaba conteniendo con algo. Lo miré fijo, tenía la mandíbula apretaba, ojeras aún más pronunciadas, llevaba el cabello despeinado, estaba pálido, y hasta podía jurar que más delgado... Abrí la boca para excusarme de llegar tarde para que me dejara entrar a la clase —. No necesita darme una explicación, puede pasar.
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Quiero que bailes para mí ©
RomancePensar que una mirada y un baile, lo cambiaría todo en mí, en él, en nosotros. Estaba mal. Lo que estábamos haciendo estaba mal. Pero desde un principio estábamos conscientes en el lío que nos meteríamos si éramos descubiertos. En el único lugar qu...