En el camino hacia mi edificio ambos guardamos silencio. Se había ofrecido a llevarme, y aunque desde un principio me había negado, quería que lo hiciera. Lo miraba de reojo algunas veces, Admirando su apacible rostro. Su postura era relajada, me daba cuenta de que cada vez que parábamos en algún semáforo me miraba hasta que este cambiaba de color. Me gustaba que me mirara, que su atención estuviera en mí. Solos ahí, en esa camioneta, solo quería arrojarme encima de él y besarlo hasta el cansancio. ¿Y sí lo intentaba? ¿Qué más daba?
Un semáforo antes de llegar a mi edificio, noté que dejó descansando su mano en su regazo, esperando que el semáforo se pusiera en verde. Giré por completo mi cabeza hacia él, que estaba recostada en el asiento del copiloto. Él ya estaba mirándome sin expresión alguna. Pasé mis dedos por su brazo, con suavidad, acariciando su piel con una suave y tendiera caricia, para llegar a su mano. Las entrelazó. Quería tentarlo a más. Mi mirada se fue hasta nuestras manos entrelazadas, mis labios se entrevistéis y mi corazón se aceleró. Esa pequeña demostración era lo que necesitaba para hacer lo que yo quería, lo que ansiaba.
Cuando el semáforo estuvo en verde, soltó mi mano con suavidad, pero la dejé descansando en su muslo, mirándome en labio inferior. Se le veía como si estuviera tratando de calmarse. Por lo que decidí romper esa serenidad. Agarré la carne de su muslo, muy cera de su entrepierna. Soltó un suspiro.
—Estás jugando con Fuego, Ava —murmuró, apretando su mandíbula. No sé dignó a mirarme. Pero yo obtendría lo que quería de él.
— ¿Y no estás tentado en arder conmigo? —quise saber, esperé su repuesta pero esta no llegó.
Simplemente dobló en un callejón a oscuras, Justo a una cuadra de mi edificio.
Lo miré con el ceño fruncido, pero entendía más o menos hacia dónde iba la cosa.
Se soltó el cinturón de seguridad, para mirarme por breves segundos. Pude ver un destello de duda en sus ojos, pero no duró mucho.
Juntó sus labios con impaciencia sobre los míos. Joder. Besaba y sabía tan bien. Era un beso desenfrenado, hambriento, apasionado y demasiado caliente. Mis extrañas ardían al igual que mis labios, mi sexo palpitaba, mi cuerpo pedía a gritos su roce. Su boca se movía a la perfección sobre la mía. Solté mi cinturón de seguridad y me ayudó a sentarme sobre su regazo, a horcajadas sobre él, sintiendo su erección rozar mi sexo sobre la tela de nuestra ropa. La que estorbaba. Y era demasiado gruesa (la tela) para mi gusto. Quería sentirlo por completo. Más dentro de mí. Pero eso no sería esta noche, por más que quisiera no dejaría que fuera así de rápido. Iría a ritmo, hasta que cayera él, él sería quien lo pediría, él me tentaría, y yo, gustosa caería en sus redes también.
Moví mis caderas en un vaivén que lo tenía loco, desquiciado. Lo sabía porque su lengua había asaltado la mía, buscaba mi lengua para jugar con ella, para danzad con ella. ¡Y qué lengua tenía ese hombre! Me pregunté si con ella...
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Quiero que bailes para mí ©
RomancePensar que una mirada y un baile, lo cambiaría todo en mí, en él, en nosotros. Estaba mal. Lo que estábamos haciendo estaba mal. Pero desde un principio estábamos conscientes en el lío que nos meteríamos si éramos descubiertos. En el único lugar qu...