Capítulo 5

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El príncipe a la hora de la cena, tuvo la desafortunada suerte de que Felipe IV se sentara a su lado a conversar, pero era algo que tenía que pasar en su visita.

—Hace mucho no te veía Jorge, has crecido, bueno, ambos ya crecimos—el príncipe español de cabello castaño y mirada oscura le sonrió al inglés.
—Sí, la ultima vez que nos vimos aun usábamos calcetas largas, ¿y dónde están tus hermanas?
—Ya sabes, cumpliendo deberes reales, que realmente no son de mi incumbencia.
—Cosa de princesas—se encogió de hombros el sucesor de Inglaterra.
—¿Cómo está tu padre?—ambos se acomodaron en su silla continuando la conversación sin dejar de tener la espalda perfectamente recta mientras comían la cena.
—Bien, cumpliendo sus deberes, y más trabajo.
—¿Y qué hay de ti?
—Bueno... mi padre a veces me deja ayudarle con sus deberes ya que "son cosas que en un futuro tendré que hacer", y... estoy comprometido.
—¿Enserio? Pensé que te tomaría más tiempo encontrar esposa.
—No es como si puedo buscarla por mi cuenta...—dirigió su mirada a la cena que había estado revolviendo con los cubiertos desde hace un buen rato, su apetito no era el mejor ese día—¿Qué hay de ti? Siempre has tenido suerte con las doncellas.
—La tengo, pero ninguna que realmente me agrade como futura reina de España—el inglés rodó los ojos junto a un suspiro—¿y cúal es el nombre de tu afortunada chica?
—Wilhelmina Charlotte Caroline de Ansbach, tiene mi misma edad, mi padre conoció al suyo cuando el Margrave de Ansbach le visitó desde Alemania, ahí supo mi padre que su hija sería mi ideal esposa.
—Debe ser una chica linda, las alemanas son igual de bellas que su fuerza... la cual es mucha—El príncipe español alardeó levantando una ceja.
—Solo la he visto una vez—sonrió aún viendo su plato de comida.
—Bueno, al fin y al cabo es tu deber como el perfecto príncipe de Gran Bretaña—le sonrió de lado algo cínico—¿Y qué hay de ese varón que traes contigo? A ese tal... Edward Bachman.
—Oh, él... es un nuevo hombre que mi padre aceptó en su monarquía.
—Que raro, el rey Frederick siempre es muy quisquilloso al elegir la corte real.
—¿Qué tiene este?
—No lo sé... me recuerda mucho a ese pirata que murió hace unos meses... ¿cúal era su nombre..?—Frederick IV tragó saliva mientras se distraía tomando por primera vez en esa noche un bocado a su comida—¡Ah claro! William Bellamy...—su voz se escuchaba delatora, como si lo hubiera atrapado con las manos en la masa.
—Tal vez su apariencia física sea parecida... ¿qué es lo que quieres decirme exactamente?
—Nada, solo recalcaba su parentesco, su extraña ropa y esas particulares prendas de oro y plata. Un... pirata jamás entraría y saldría con vida del reino de tu padre ¿verdad? Y mucho menos lo tendría de capitán.
—... Ese "pirata" está muerto, déjame refrescar tu memoria recordándote que una tormenta desapareció hasta la última astilla de su barco.
—Los piratas son personas mentirosas y caprichosas, son la desgracia que ha tenido Europa y ahora nuevo mundo... una mentira es muy creíble... dos ya no tanto—Felipe al levantarse de su asiento hizo una reverencia y desapareció entre los pasillos del castillo dando a cada momento su retorcida sonrisa.

Un escalofrío recorrió la espalda de Jorge y de repente empezó a sudar, dejó a un lado la cena que apenas tocó y haciendo las mismas acciones del príncipe Felipe se retiró hacia su habitación pasando antes por los pasillos, ahora mismo el príncipe inglés no sabía cómo sentirse ante esta situación, o cómo reaccionar, esto de ser un príncipe le estaba causando mucho dolor de cabeza y no quería ni saber cómo se sentiría cuando al fin sea rey. Y este dolor aumentó cuando se encontró cara a cara con dos de sus tripulantes y el responsable de los problemas en que estaba metido con frutas como manzanas, peras y uvas en sus manos mientras veían aterrados al joven príncipe como si los hubiera encontrado en la escena del crimen.

—¿Qué hacen?—les habló con autoridad.
—Nada—se adelantó a decir el pirata, a quien se le podían ver dentro de sus pantalones claramente más manzanas.
—Señor, nosotros... estábamos...—uno de los hombres empezó a jugar nervios con sus manos tartamudeando, sabía que no habían hurtado la comida, pero en sus caras se veía claramente el signo de la travesura, como si el mismísimo Loki les hubiera maldecido.
—Vayan a su alcoba—suspiró Jorge como un padre que acaba de regañar a sus hijos y ambos tripulantes obedecieron, William aún estaba parado en el mismo lugar que lo había encontrado—tú también.

Le regañó, caminando ambos a su habitación, no veía ya la hora de salir de ese castillo, no sólo porque ya no quería soportar a Felipe, si no porque tarde o temprano se darían cuanta de que William no era quien realmente decía ser. Jorge no dijo ni una sola palabras hasta llegar a su habitación donde acarició sus sienes y entrecejo ya muy estresado.

—Pensé que tardarías más en la cena, tenía pensado robar algo—le confesó el pirata dejando caer su cuerpo en la acolchada cama—solo bromeo, oh cielos, no recuerdo la última vez que dormí en una cama tan cómoda—se revolcó entre las sabanas aspirando sus almohadas mientras se quitaba los zapatos con sus propios pies.

Jorge le miró atentamente, notó al marinero con la piel más pálida y el cabello más brillante, y un olor diferente salía de él, una fragancia a perfume.

—¿Te aseaste?—preguntó incrédulo el príncipe inglés quitando un poco de su ropaje, quedando solo con una simple camisa y sus pantalones de vestir.
—¿Lo notaste? Huelo asquerosamente limpio—embozó una carcajada intolerante—disfrútalo mientras puedas, este cuerpo no volverá a ver los estropajos en un largo tiempo.
—Es un hombre asqueroso.
—¿Qué esperabas?—siguió riendo—oye ¿sucede algo? Sé que eres pensativo pero no lo eres tanto.
—Hay... un pequeño problema.
—¿El rey no quiere ayudarnos?
—No, más bien el problema es el príncipe Felipe.
—¿Qué hizo?—William se apoyó en sus brazos para elevar su cabeza, prestándole atención al pequeño británico.
—Creo que eso de que eres cercano a mi padre no le convenció tanto... y jura que tú apariencia es idéntica a la de "William Bellamy".
—¿Entonces él lo sabe?
—No lo sé, él solo me habló indirectamente, no estoy seguro. Pero no debemos tomar el riesgo, trata de evitarlo hasta mañana en la tarde, no quiero más problemas de los que ya tengo.
—Como digas principito, pero no prometo nada.

El pirata bostezó para después caer dormido en un agradable sueño, esto le vendría muy bien a su espalda después de dormir dos días sentado en un barril. El príncipe observaba cada movimiento, cada expresión, cada respiración del pirata, y sonrío inconscientemente al recordar la burla que le hizo al príncipe de España, tal vez fue un error compararlo con él, pero aún debía estar con cuatro ojos encime suyo, es un pirata, y eso nunca va a cambiar.

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