Capítulo 20

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El rey estaba solo en una sala organizando viajes, cosas de trabajo, la burguesía, y se encontraba tan concentrado que no notó cuando su hijo mayor entró con las manos en la espalda y una mirada inquieta.

—¿Pasó algo?—habló roncamente el rey.
—No... sólo quería hablar contigo.
—¿Qué? ¿A donde se fueron tus modales?
—Perdón... quería hablar con usted.
—Ahora me encuentro ocupado Frederick—habló el hombre de mediana edad con cierto desinterés.
—Es importante, por favor escúcheme.
—Nada es más importante que todo lo que tengo que hacer y todo lo que se me ha atrasado por tú culpa.
—Padre, en verdad, necesito hablarle... quiero, por favor, que consideres la libertad del capitán William Bellamy.
—¿Qué?—miró incrédulo a su hijo—¿lo estás diciendo enserio?
—Ya te he dicho que él no tuvo ninguna culpa sobre lo qué pasó, fui yo quien se apegó a él desde un principio.
—Lo consideraría si me dijeras el por qué—le miró amenazante el rey.
—Ya te lo dije... y aún así lo tienes sufriendo.
—Me refiero a porque te aliaste con ese pirata.
—Padre... por lo que más quieras libéralo... prometo que jamás volveré a desobedecer, escapar u oponerme a ser rey, haré lo que quieras solo... deja que se vaya.
—Pensé que no tenias ninguna empatía por el pirata.
—Solo estoy en contra de su injusticia, él no hizo nada, te lo ruego, considera su libertad.
—Eso iría en contra de mi palabra, además, no consiguió mi cofre—miraba de soslayo el suelo levantándose de su enorme silla mientras acomodaba su corona.
—Estoy como testigo de que no pudimos encontrarlo, aquella isla... había algo que nos lo impidió, ella se llevó a uno de tus hombres.
—Esa no es excusa, es ridículo, y aún así, él no cumplió el mandato.
—Ni siquiera lo dejaste explicarte.
—No fue necesario, y tampoco me sorprendió que se escapara.
—Pero él...—el príncipe acalló su objeción cuando se dio cuenta de la situación, un nudo en su garganta evitó cualquier vocalización cuando pensaba y miró con el entrecejo fruncido a su progenitor—¿no había ningún cofre, verdad?—a lo que el hombre sonrío.
—Eran las reglas, si no traía el cofre sería ahorcado.
—Eso no fue justo... —no tenía la fuerza suficiente para soltar más de siete palabras.
—Es un criminal, el ladrón más buscado, todos anhelan su muerte.
—¿Nos hiciste viajar durante semanas por un cofre que no existe?—aún estaba incrédulo por lo deshonesto que fue su padre.
—No podía matar a un hombre anónimo solo porque se embriagó en la taberna, y debo de aclarar que no encontrar un cofre tampoco, pero dio su palabra, aunque cuando te secuestró fue motivo suficiente para su muerte.

Jorge no quería seguir hablando con aquel ser el cual le llamaba "padre", a pasos lentos salió de la sala con el corazón en la garganta y las rodillas temblando. Cualquier sentimiento de respeto que había tenía hacia ese hombre se esfumó cómo el humo y una enorme desilusión quedó en su lugar, su cabeza empezó a doler y una ráfaga de tos se apoderó de sus pulmones evitando que corriese, estas son situaciones tan injustas y dolorosas para él que su cuerpo estaba reaccionando de mal manera por toda la situación.

***

Más tarde, hubo una corta reunión en el castillo del rey, con toda la realeza inglesa, duques, duquesas, marqueses, condes, barones, estaban todos reunidos en la enorme sala haciendo eco sus murmullos y triviales pláticas, todos portaban elegantes y sofisticados trajes y las mujeres exagerados vestidos que caían por el suelo de mármol. Jorge estaba parado detrás del trono de su padre junto a sus hermanos, no recordaba lo incomoda que era su ropa de gala y lo cansado que era tener la espalda siempre recta.

—Buenas noches mi rey, gusto verle nuevamente—se inclinó un señor de barba cana y alta estatura.
—El gusto es mío...
—Lamento ser impuntual e ir directo a lo que he venido sin antes platicar con usted, pero estoy impaciente por escuchar los relatos aventureros de su hijo en alta mar—pidió con grata amabilidad el hombre.
—Oh, a Frederick no le importaría, pero por el momento, sus relatos los contará más adelante—habló su padre por él, haciendo al joven príncipe tragar saliva.
—Entiendo perfectamente. Bueno, también esperaba que el príncipe Frederick le hiciera compañía en esta reunión a mi hija, Wilhelmina Charlotte lo ha extrañado de exagerada manera.
—De acuerdo—prosiguió el rey.

Jorge suspiró de irritación y a pasos lentos bajó al centro de la sala para encontrarse con su querida comprometida y futura esposa, ella tenía una piel paliducha y mofletes sonrosados, de cabello claro y finas caderas, preciosa en todo el sentido de la palabra. Cuando ella vio por primera vez después de meses a su enamorado, hizo sonar su calzado al caminar y se acercó con entusiasmo a él.

—Querido príncipe, no sabes lo alegre que me pone volver a verte—sonrió la chica de blancos dientes.
—Hola quería mía, podría decir lo mismo también—sonrió a la fuerza Jorge con el corazón latiendo en sus oídos.
—Como tenemos tiempo separados, ¿por qué no reforzar la confianza bailando un poco?
—Eso sería maravilloso.

Jorge extendió su mano para que Wilhelmina Charlotte la tomase y antes de comenzar el Vals besó sus nudillos.

—Estos meses fueron una verdadera pesadilla, querido—empezó la platica ella con una mano en su hombro y la otra sostenida por él.
—¿Enserio?—él había colocado una mano en su cintura y empezaron un va y ven con los pies mientras todos allí les miraban con una sonrisa.
—¡Claro! Tenía pensado verte antes de tu partida pero fue muy tarde cuando llegué.
—Ya no debes entonces de angustiarte—Wilhelmina hizo una mueca cuando Jorge le respondió.
—¿Por qué tan serio, querido?
—¿Estoy serio?
—Sí, y te ves pálido—ella entonces le miró preocupada.
—No es nada, me siento perfectamente bien.

Él retrocedió y le dio una vuelta con su brazo y la volvió a girar para tenerla cerca nuevamente.

—Me urge saber tu gran aventura—le sonrió ella.
—Oh, no fue la gran cosa, vine con las manos vacías, lamentablemente.
—Eso no creo que importe. Supe que viajaste con ese pirata Bellamy—río por lo bajo.
—Oh... sí, así fue.
—¿Fue un problema, querido?
—¿Por qué un problema?
—Es un pirata, tu padre te puso en grave peligro al navegar con él, durante todo tu viaje me sentí preocupada.
—Cómo ves, estoy sano y salvo.
—Agradezco a Dios por eso—ella se puso de puntas de pie y plantó un beso en los labios del joven príncipe, un beso lentamente pasional, pero este no reaccionó, no lo intentó, se quedó con los ojos abiertos y los labios tiesos.

—Oh, lo lamento querido, ¿fue inadecuado?

Inadecuado: la palabra que más ha empezado a odiar en este mundo.

—No... no lo fue.

Pararon de bailar y se miraron fijamente, la chica aún seguía confundida por la actitud del príncipe y estuvo a punto de confesarle algo, pero este tomó sus manos, las besó y se marchó a paso rápido a otra alcoba. Entre los pasillos, entre la soledad, no pudo aguantarse otro segundo y las lágrimas empezaron a cristalizar sus ojos, no quería llorar porque no era algo digno de un hombre, pero ya no podía guardar más dolor dentro de su corazón, y ya no podía dejar de sentir que su vida era miserable.

Mi Tesoro Más GrandeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora